La, así llamada, "defensa de tesis", denominación bastante absurda -o, al menos, anticuada- toda vez que la tesis, mientras se defiende, no es en absoluto atacada por nadie del tribunal.
Aclaración: la defensa no es lo que se hace antes de que el tribunal ataque -y que no es nada más que una breve presentación- sino, obviamente, después. La defensa se lleva a cabo contra los argumentos dados por los miembros del tribunal. Argumentos que, en sentido estricto, deberían señalar los aspectos más débiles de la tesis, las ideas formuladas de forma más imprecisa o menos cabal, los errores, los vacíos, etc. En ese momento, es decir, a partir de ese momento, es cuando la tesis y su dicción y su estilo y sus apuestas interpretativas tendrán que defenderse. Ahí y en puridad y nunca antes, comienza propiamente la defensa.
No tengo nada que oponerte, Sebregondi, salvo el hecho de que fui hace unas semanas -asisti- a una defensa de tesis y sólo vi alabanzas desmedidas: todo, en la tesis, era excelente; tantas, las alabanzas, tan excelente lo excelente, que yo, la verdad, no daba crédito, pues estábamos ante una tesis no firmada por Francisco Rico o Noam Chomsky sino, supongo, por un alumno inteligente, un doctorando medio. Luego me dijeron que todas las "defensas de tesis" son así, un torrente de elogios, y que la mayoría de las tesis -ninguna de las cuales, por otro lado, he visto yo publicadas y, luego, remodeladoras del sistema intelectual de Occidente- se saldan con un sobresaliente cum laude. Por otro lado, el procedimiento no fue como tú señalas: primero el presidente del tribunal -tras ese épico "sesión abierta" que nos permitía entrar a los indoctos- aclaró, justamente, el protocolo de la cosa, que fue así: durante casi una hora, el doctorando defendió o presentó su tesis; luego, cada miembro del tribunal dijo que era excelente -durante 15 minutos de excelencia cada uno-; luego el doctorando se defendió, como mucho, de los elogios lanzando a su vez muchos elogios a cada miembro del tribunal (todo fue encarnizadamente amable); y luego nos echaron para que le pudieran poner la nota sobresaliente cum laude tras dos horas de marear la perdiz y el autombombo.
Es cierto que lo habitual es encontrarse con un espectáculo parecido al que describes: un cordial intercambio de elogios y de hipérboles y un casi inexistente rifirrafe de razones. Pues resulta -conjeturo- más fácil elogiar lo que NO se ha leído que cortocircuitarlo. Es sencillo elogiar a ciegas porque las intenciones de una tesis son lo más fácil de adivinar. El elogio -sigo- corre muchos menos riesgos que el matiz, la mordiente o el vapuleo. El elogio puede ser terriblemente superficial porque se acepta, incluso, con gratitud. El elogio -enroque- no es más que la forma invertida del insulto: para insultar, como para elogiar, no se necesitan argumentos.
Lo difícil -lo costoso- es leer, pararse, ponderar.
Poco arreglo tiene esto cuando son además los directores en cuestión quienes confeccionan el tribunal, a su medida y en continuidad con una remotísima -suspicacia- cadena de favores.
Por otro lado, una tesis no deja de ser un examen final y no el Gran Aporte que sería deseable. El Gran Aporte o la Gran Derrota, cualquier cosa con una migaja más de réplica (no tengo tiempo para desplegar esto como conviene, espero que se entienda).
En cuanto a la publicación de las tesis sospecho que, en su mayoría y por una cuestión de tema, estilo y artefacto metodológico, son terriblemente difíciles de comercializar (lo cual no es ni bueno ni malo, en principio, luego ya veremos). Las tesis, sobre todo las de humanidades (tiro de estadística), suelen escribirse hacia dentro, enquistadas en lo académico (esa endogamia, ese sacerdocio). Normalmente no buscan un lector, ni lo construyen, lo dan por sentado. Otro -pienso- error más. Las tesis, de hecho, no se escriben (espero que se entienda esto también).
Algunas preguntas: ¿qué puede hacer el doctorando para cambiar el asunto? Se me ocurren varias cosas, algunas muy evidentes, todas -ay- muy largas de explicar. Aun así, hasta qué punto está realmente en sus manos. Una tesis interesante -de las de aporte, digamos- debe, por principio, remover lo ya dicho y, por tanto, alguien se tendrá que incomodar o desdecirse o contestar.
Todo esto para decirte que sí, que más o menos conozco el panorama y que llevas razón, pero que de vez en cuando se puede asistir -por ambas partes- a una notable excepción en la que el protocolo es idealmente como lo he descrito en mi primer comentario. Una defensa de tesis debería ser -quiero decir que no estaría mal que fuera- una fiesta de la inteligencia o del hallazgo o de la equivocación, pero una fiesta, por lo menos una fiesta.
Por último, algo a suprimir, siquiera por estética, por evitar el cutrerío: la comida que tradicionalmente el doctorando ha de pagar, tras el acto, a los miembros del tribunal. (Donde no hay justicia se impone la tradición.)
Me hicieron notar esos dos atropellos que comentas, totalmente inauditos: que el tribunal lo elige el propio director de tesis -como si el Real Madrid eligiera, no ya a los árbitros, sino la propia alineación del Barcelona- y que el doctorando ha de pagarles una comida a todos ellos. Menuda broma. La única solución sería la de siempre en relación a los altos estamentos educativos: ser más exigente. Luego va uno por la vida y es "doctor" cualquier papanatas.
Aclaración: la defensa no es lo que se hace antes de que el tribunal ataque -y que no es nada más que una breve presentación- sino, obviamente, después. La defensa se lleva a cabo contra los argumentos dados por los miembros del tribunal. Argumentos que, en sentido estricto, deberían señalar los aspectos más débiles de la tesis, las ideas formuladas de forma más imprecisa o menos cabal, los errores, los vacíos, etc. En ese momento, es decir, a partir de ese momento, es cuando la tesis y su dicción y su estilo y sus apuestas interpretativas tendrán que defenderse. Ahí y en puridad y nunca antes, comienza propiamente la defensa.
ResponderEliminarNo tengo nada que oponerte, Sebregondi, salvo el hecho de que fui hace unas semanas -asisti- a una defensa de tesis y sólo vi alabanzas desmedidas: todo, en la tesis, era excelente; tantas, las alabanzas, tan excelente lo excelente, que yo, la verdad, no daba crédito, pues estábamos ante una tesis no firmada por Francisco Rico o Noam Chomsky sino, supongo, por un alumno inteligente, un doctorando medio. Luego me dijeron que todas las "defensas de tesis" son así, un torrente de elogios, y que la mayoría de las tesis -ninguna de las cuales, por otro lado, he visto yo publicadas y, luego, remodeladoras del sistema intelectual de Occidente- se saldan con un sobresaliente cum laude. Por otro lado, el procedimiento no fue como tú señalas: primero el presidente del tribunal -tras ese épico "sesión abierta" que nos permitía entrar a los indoctos- aclaró, justamente, el protocolo de la cosa, que fue así: durante casi una hora, el doctorando defendió o presentó su tesis; luego, cada miembro del tribunal dijo que era excelente -durante 15 minutos de excelencia cada uno-; luego el doctorando se defendió, como mucho, de los elogios lanzando a su vez muchos elogios a cada miembro del tribunal (todo fue encarnizadamente amable); y luego nos echaron para que le pudieran poner la nota sobresaliente cum laude tras dos horas de marear la perdiz y el autombombo.
EliminarEs cierto que lo habitual es encontrarse con un espectáculo parecido al que describes: un cordial intercambio de elogios y de hipérboles y un casi inexistente rifirrafe de razones. Pues resulta -conjeturo- más fácil elogiar lo que NO se ha leído que cortocircuitarlo. Es sencillo elogiar a ciegas porque las intenciones de una tesis son lo más fácil de adivinar. El elogio -sigo- corre muchos menos riesgos que el matiz, la mordiente o el vapuleo. El elogio puede ser terriblemente superficial porque se acepta, incluso, con gratitud. El elogio -enroque- no es más que la forma invertida del insulto: para insultar, como para elogiar, no se necesitan argumentos.
ResponderEliminarLo difícil -lo costoso- es leer, pararse, ponderar.
Poco arreglo tiene esto cuando son además los directores en cuestión quienes confeccionan el tribunal, a su medida y en continuidad con una remotísima -suspicacia- cadena de favores.
Por otro lado, una tesis no deja de ser un examen final y no el Gran Aporte que sería deseable. El Gran Aporte o la Gran Derrota, cualquier cosa con una migaja más de réplica (no tengo tiempo para desplegar esto como conviene, espero que se entienda).
En cuanto a la publicación de las tesis sospecho que, en su mayoría y por una cuestión de tema, estilo y artefacto metodológico, son terriblemente difíciles de comercializar (lo cual no es ni bueno ni malo, en principio, luego ya veremos). Las tesis, sobre todo las de humanidades (tiro de estadística), suelen escribirse hacia dentro, enquistadas en lo académico (esa endogamia, ese sacerdocio). Normalmente no buscan un lector, ni lo construyen, lo dan por sentado. Otro -pienso- error más. Las tesis, de hecho, no se escriben (espero que se entienda esto también).
Algunas preguntas: ¿qué puede hacer el doctorando para cambiar el asunto? Se me ocurren varias cosas, algunas muy evidentes, todas -ay- muy largas de explicar. Aun así, hasta qué punto está realmente en sus manos. Una tesis interesante -de las de aporte, digamos- debe, por principio, remover lo ya dicho y, por tanto, alguien se tendrá que incomodar o desdecirse o contestar.
Todo esto para decirte que sí, que más o menos conozco el panorama y que llevas razón, pero que de vez en cuando se puede asistir -por ambas partes- a una notable excepción en la que el protocolo es idealmente como lo he descrito en mi primer comentario. Una defensa de tesis debería ser -quiero decir que no estaría mal que fuera- una fiesta de la inteligencia o del hallazgo o de la equivocación, pero una fiesta, por lo menos una fiesta.
Por último, algo a suprimir, siquiera por estética, por evitar el cutrerío: la comida que tradicionalmente el doctorando ha de pagar, tras el acto, a los miembros del tribunal. (Donde no hay justicia se impone la tradición.)
Me hicieron notar esos dos atropellos que comentas, totalmente inauditos: que el tribunal lo elige el propio director de tesis -como si el Real Madrid eligiera, no ya a los árbitros, sino la propia alineación del Barcelona- y que el doctorando ha de pagarles una comida a todos ellos. Menuda broma. La única solución sería la de siempre en relación a los altos estamentos educativos: ser más exigente. Luego va uno por la vida y es "doctor" cualquier papanatas.
Eliminar