martes, 7 de enero de 2014
raudo # 105
Que a lo mejor está escrito -y no deja de ser divertido-, pero parece haber una ley inmanente, una norma tácita o una simple tendencia dentro de lo que podíamos llamar tanto literatura comercial como literatura premiable (como, sin mayores rodeos, literatura femenina, entendida ésta no como la escrita por mujeres, obviamente, sino la escrita para mujeres) según la cual (ley, norma, tendencia) ha de titularse una novela utilizando siempre una de estas tres palabras: vida, tiempo o amor, siendo vida la más recurrente, y siendo la compañía de dichos nombres capitales y capitulares, a ser posible, una serie de preposiciones y complementos de la mayor insignificancia posible, lo que ha dado como resultado esta fascinante lista de títulos indistinguibles: La vida imaginaria, La vida en el abismo, Pura vida, Te di la vida entera, La fuente de la vida, Entra en mi vida, La vida después, Tiempo de arena, El tiempo mientras tanto, En tiempo de prodigios, La invención del amor, Lo inevitable del amor, Algo tan parecido al amor..., títulos, al cabo, a los que ha de darle uno las gracias, en realidad.
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