lunes, 6 de agosto de 2007

Portátil

1.


-Perdone, ¿me puede dar cambio para tabaco?


Le tiendo al camarero cinco euros. El camarero me devuelve cinco euros. Así, por escrito, parecen los mismos; pero no son los mismos. Ahora ruedan.


-¿Me activas...?


Me la activa. Compro Fortuna. Cojo el paquete y el cambio y salgo del bar.


Estoy en la plaza del Carmen. Voy a la FNAC. Hace sol. Fumo mientras camino. Esto tiene cierta complejidad. Te ahogas y le quemas los dorsos de las manos a las personas con las que te cruzas. Además el humo queda detrás de ti y dejan de ocurrírsete grandes ideas; porque cuando estás sentado y fumando, y miras el humo ascender ante tus ojos, por lo menos intentas tener grandes ideas. Si el humo queda detrás, no hay manera de postular para genio, ni siquiera para interlocutor locuaz . Aparte de que uno se siente prófugo de su propio vicio.


He sentenciado el cigarrillo debajo de mi pie derecho, a las puertas del centro comercial. En el vidrio pone: EMPUJAR.


2.


-Perdone, quiero un portátil. Me gustan estos tres. ¿Cuál me recomienda?


Un HP, un VAIO, un Siemens Fujitsu. El dependiente es con chaleto y chapita. Se llama Marcos la chapita. El chaleco, también. Y Marcos, con toda seguridad.


-Sin duda, el HP –Marcos.


-Pues ya está.


Acompaño a Marcos. Se sitúa detrás de un mostrador.


-Lleva esta factura a caja, pagas y luego recoges el equipo donde pone Recogida.


-Lo entendí todo. Muchas gracias.


3.


La chapita y el chaleco se llaman Rosa.


-Hola, Rosa.


-...


Le tiendo la factura.


Le tiendo mi tarjeta de crédito y mi documento nacional de identidad. Rosa comprueba; me devuelve el DNI; pasa la tarjeta por la ranura.


-No funciona.


Me devuelve la tarjeta.


-Puede ponerse en contacto –recita- con su banco y pedir que le aumenten el saldo disponible. También puede acudir a un cajero, sacar una cantidad considerable y luego pagar el resto con la tarjeta –separa ambas manos financieramente-: el crédito disponible en los cajeros y el crédito de pago con tarjeta no están vinculados.


-Lo entedí todo.


4.


En el cajero del Banesto de la Plaza de Callao pido se me den 1.100 euros. El cajero del Banesto de la Plaza de Callao sólo me quiere dar 600 euros. Le digo que bueno.


-Toma 600 euros, Rosa.


Le doy mi tarjeta. Dudo si darle también mi documento identificativo. No, no te lo doy: acuérdate de mí, jo.


Rosa se acuerda de mí. Pasa la tarjeta por la ranura. Me tiende el recibo para que firme. Me tiende un tíckett.


-Acude a Recogida y ahí te lo dan.


-Muchas gracias.


5.


Salgo de la FNAC con mi bolsa de la FNAC y mi portátil HP. Con la otra mano fumo.


6.


-Perdone, ¿me pone una jarra de limón con cerveza, por favor?


Me senté en la terraza de un bar que hay junto a los cines Ideal. Es un bar que tiene nombres de películas por todo el menú. Veo pasar a la gente. Llevan chanclas y planos. Me traen la jarra.


-Cuatro euros y cincuenta céntimos, por favor.


La jarra es enorme. Tengo sed.


-Sí.


Hago ademán de sacar mi cartera: recuerdo que no tengo billetes. Hago ademán de sacarme monedas del bolsillo: recuerdo que sólo tengo 2,35 euros.


-¿Aceptáis tarjeta?


-Sólo por pagos superiores a 10 euros.


-Vale.


Agarró el menú. Paso el dedo por toda la filmografía del menú.


-Tráeme 5,5 euros, por favor.


-Ensalada Ben Hur. Okey.


7.


Ahora estoy nervioso. Como no tengo 4,5 euros voy a pagar 10. Es rara la sociedad del consumo. Yo, la mayor parte del tiempo, no acabo de cogerle el truco.


No sé si mi tarjeta tiene crédito. Empiezo a pensar que el Banco Nacional de España no me va a dar dinero para mi ensalada Ben Hur. Empiezo a pensar qué hacer. Seguramente podré pedirle al camarero permiso para ir a un cajero; pero creo que ya saqué todo lo posible por hoy. Me acuerdo de las películas. Para pagar una cuenta se friegan platos. Luego miro mi HP portátil dentro de su caja y su bolsa.


8.


La tecnología da mucho gusto. Encendí el portátil sin mirar las instrucciones. Ahora lo estoy toqueteando. Es muy sexy el Windows Vista. Muevo el ratón con el dedo y aprieto botones y saltan pantallas y las cierro dando a la X y luego las vuelvo a abrir.


Estoy muy contento. Casi lloro al encender el portátil. Espero tener un hijo antes de morir para que Bill Gates no sea el responsable del momento más feliz de mi vida. El portátil tiene DVD y wordpad. Y pilotitos azules. Quince. Y web cam para grabarme mientras me masturbo.


Es negro.


9.


Metí la calderilla en el vaso de la calderilla. 2,35 euros. Me daba asco tener monedas junto al portáil. Era como tener mucha gentuza en tu boda. He salido de casa porque tengo que ir al aeropuerto a esperar a mi hermano.


En el metro, voy leyendo Egipto. Va de un tipo que vale un carajo, un tipo que sale con una chica que gana “cuatro o cinco veces” más que él. Me recuerda mucho a mí.


No tengo dinero. Ni un duro. Me doy cuenta en Sainz de Baranda. Mi tíckett de metro tiene aún cuatro viajes más. Seguimos en Sainz de Baranda. O sea que puedo recoger a mi hermano y volver a casa sin hacer ningún gasto. Seguimos parados y me miro la hora en el móvil. A ver si voy a llegar tarde... Una voz destornillada nos ordena abandonar el tren. “Este tren no admite viajeros”, dijo. Y añade: “Por problemas con una puerta, este tren no admite viajeros.”


Salgo del vagón pensando que “No admite viajeros” es un buen título. Voy a hacer un cuento: “No admite viajeros”. Una novela: “No admite viajeros”. A lo mejor a los lectores no les hace tanta gracia como a mí. Eso pienso un poco.


En el siguiente tren, que sí admite viajeros, no puedo leer Egipto. Me doy cuenta de que en la parada de metro del aeropuerto, para salir, y para entrar, te piden un suplemento de un euro. Me estoy poniendo muy nervioso. Cuando me pongo nervioso pienso mucho en lo nervioso que me pongo. No puedo solucionar nunca ningún problema porque estoy muy ocupado analizando por qué me pongo tan nervioso. Desde Manuel Becerra no dejo de pensar en la pequeña aventura que me aguarda.


10.


Pienso, desde Manuel Becerra, que no voy a poder salir del metro Aeropuerto. Porque no tengo un euro para el suplemento. No tengo ni cinco céntimos. Entonces mi hermano va a salir por la Sala 2 cansado de su viaje y nadie le va a dar la bienvenida. Se pondrá triste y mi familia será el hazmerreír de los operarios de Barajas. Luego vendrá hacia el Metro. Yo no habré dejado de mirar pasajeros aéreos que quieren ser pasajeros subterráneos. Quizá no lo vea, a mi hermano. O sí. Entonces le explicaré todo y le diré que lo siento mucho.


Me arrebato. Cómo no me van a dejar salir del Metro, por favor. ¿Esto qué es, una sociedad sin caridad? Le contaré al guardia, me entenderá. Y si no me entiende (me arrebato) pues salgo a la fuerza del Metro. Sí, salgo a lo bruto. Qué van a hacer, ¿pegarme? ¿Meterme de nuevo en el Metro? (Me echo a reír en Avenida de América.) ¿Llamar a la policía por un euro?


No sé.


11.


Hago trasbordo en Nuevos Ministerios. De pronto todo el mundo arrastra maletas con ruedas. Subo a un tren.


Pienso. Pero luego tengo que entrar en el Metro, otro euro. Mi hermano no tiene euros porque viene de un país con otra divisa. Necesito dos euros para entrar en el metro. Me doy cuenta de que pagar 1.100 euros es mucho más fácil que pagar 1 euro. Me duele un poco la cabeza.


¿Y si espero a que sean las 12 de la noche, las 12 y 1 minuto para que, siendo otro día, empiece de nuevo a contar mi crédito de 600 euros del cajero? Sí, eso haré con mi hermano. Esperar junto al cajero 4B de la parada Aeropuerto. Esperar con sus maletas y su jet lag, junto al cajero. Y en cuanto den las doce sacaré 600 euros del cajero y pagaré el suplemento del aeropuerto a todos los pasajeros del Boing 747 Chicago-Madrid.


Sí, a todos.


12.


Aeropuerto. Abandono el vagón. Sigo a los demás viajeros hacia las escaleras mecánicas. Divisamos un cartelón en la superficie.


SUPLEMENTO AEROPUERTO 1 EURO.