miércoles, 28 de septiembre de 2011

Qué leer, super sad true love story

Sé que estáis ahí, percibo vuestra presencia. Sé que tenéis miedo. Nos teméis a nosotros. Teméis el cambio. Yo no conozco el futuro. No he venido para deciros cómo acabará todo esto... al contrario. He venido a deciros cómo va a comenzar.

(The Matrix)
QUÉ LEER SUPER SAD TRUE LOVE STORY 
(mañana os la cuento)

A mediados de los noventa un joven que quería ser escritor compraba la revista Qué leer en clara prueba de desnortamiento. La publicación no le ayudaba en lo más mínimo a ser escritor, pero le entretenía y había muchas fotos y un hijo de puta: Aníbal Lector. Aníbal Lector sincopaba el nombre del malo de la década y cambiaba el silencio de los corderos por un ruido sistemático de sopapos y vejámenes, todo ello al socaire de un seudónimo tan -oh- ingenioso.

El joven que quería ser escritor compraba cada mes la revista al tiempo que leía a Henry Miller y a Francisco Umbral y escribía, en tres meses (en tres números), su primera novela. La revista QuéLeer era tan mala que parecía que uno podía escribir novelas en tres números (en tres meses) y enviarlas a la editorial Anagrama y hasta quedar finalista de un premio que el joven escritor no sabía si le importaba a alguien como tampoco sabía si la editorial Anagrama le importaba a alguien porque lo único que era cierto es que su novela le importaba a él.

Así que el joven que quería ser escritor envió su novela a la editorial Anagrama (posteriormente le dirían que "la mejor editorial de España") y, con una inocencia seguramente criminal y una petulancia directamente indescriptible, su obra quedó finalista del premio Herralde y número 357 en el catálogo del sello.

Qué fácil, pensó y seguramente dijo en Barcelona el joven (ya sí) escritor al recibir su trofeo y aquellas manos de Bolaño y Vila-Matas y señores en general secretamente al tanto de su tontería.

El joven escritor, tímido pero petulante hasta la écfrasis, hablaba poco y cuando habló dijo cosas como que X, Y y Z eran una puta mierda de escritores y, dijo más, que había enviado su novela primeramente al Premio Nadal (efecto Mañas) y luego al premio Herralde, del que acababa de enterarse, oh, dios mío qué candidez, de que amén de un premio era también un señor: don Jorge.

No se pierdan esto: el joven (que sí, ya) escritor fue conminado y convidado por don Enrique Vila-Matas a taxis y Salambós, que era un pub muy pintón que regentaba otro escritor y donde sólo había escritores y Mónica Martín. Allí Ignacio Martínez de Pisón (don) le tendió la mano y un saludo sacramental: Bienvenido al club (palabras textuales: a partir de ahora: pp.tt.).

La noche se agotó y el joven escritor agotó la noche en el automóvil del susodicho (y sospechosísimo) Ignacio Martínez de Pisón que, en compañía de Mónica Martín, le depositó en su hotel de cuatro estrellas Condes de Barcelona. El joven autor abandonó el vehículo dirigiendo estas palabras (tt.) al conductor y a la copilota del vehículo: Leed mi novela y temblad (pp.tt !!).

El joven escritor se durmió y es posible que recordara en sueños más pp. tt., esta vez en forma dialógica: "El QuéLeer es el Hola de la literatura", "A mí me gusta mucho" (el joven autor) "me gusta sobre todo el cotilleo y ese hijo de puta de Aníbal Lector".

Qué fácil era todo, diréis; y lo era. El joven autor tenía 23 años y la camiseta de Michael Jordan de su parte.

Y la revista QuéLeer, hey, a punto de caramelo.

Pero esta es una super sad (super triste) true love story (Gary Shteyngart, Duomo, 2011), y aún no hemos visto nada super sad. Let´s get sad.

El joven autor compró como siempre el nuevo número de QuéLeer (diciembre, 1998) y lo hojeó sin ánimo de búsqueda pero con deseo de encontrarse. Y se encontró; se encontró en una foto donde salía con los ojos a medio cerrar y gesticulante en exceso y con un pie de foto donde le bautizaban como "Antonio", lo que errateaba como mínimo seis letras de su nombre.

Cosas de la imprenta las prisas los años noventa y no sé la otitis.

Porque lo super triste fue visitar finalmente la crónica de Aníbal Lector sobre saraos barceloneses y croquetas. Y ahí el joven escritor pudo leer lo siguiente: "Quizá por eso el joven Alberto despotricó contra ella y contra los escritores de su generación. Una de dos, o piensa que es una reencarnación de Faulkner o necesita urgentemente un asesor de imagen. A lo mejor le iría bien pasarse por la casa que el filósofo Raimon Panikkar tiene en Tavertet, para que le diera cuatro lecciones sobre lo humano y lo divino."

Lo primero que se preguntó el joven autor fue quién coño era Raimon Panikkar (nunca lo sabría) y lo segundo quién coño era Aníbal Lector y por qué le malhería de aquella catastrófica manera.

Nunca sabría (sospechosísimo) quién; y este post y estos 13 años de rencor transcurridos bien valen un chivatazo (mi mail está en mi perfil) o al menos una pista concluyente.

El joven autor esperó al siguiente número de la revista QuéLeer (enero, 1999) para darse por agraviado. En aquel número un indescifrable galimatías de letras polacas signaba una reseña sobre su (temblad, leed) primera novela, a la que ponía en primer lugar un tintero (out of 5) y seguidamente a parir: "Quien esté libre de culpa que tire la primera piedra. Al menos algo así ha debido estimar el jurado del Premio Herralde al dar como finalista a esta novela de autor joven... Lo malo es que todos hemos asimilado ya a papá Easton Ellis... Al final, por aquello de marear la perdiz, un libro del lisboeta Pessoa..."

Quién (se preguntaba) coño (el joven) es (autor) Milo (J.) Krmpotic. O, reformulado: es el mismo hijo de puta lector o son todos unos hijos de puta que no saben leer.

Inmediata y vengativamente el joven autor dejó de comprar la revista y, cada año, se acordaba de la revista y vomitaba sobre la revista y la revista se iba a enterar algún día de quién era él y de qué clase de error y horror y X había cometido la revista negándole su amor y sus tinteros.

Super sad.

And true.

Largo y escabroso es el camino que de las tinieblas conduce a la luz (Milton) pero el que conduce a la publicación de la segunda novela sí que es largo: 9 años.

Un preso encarcelado nueve años por culpa de un menda falaz no sabe nada de odio comparado con un joven autor al que no le ponen 4 tinteros mínimo en el QuéLeer.

So, el joven autor salió de la trena con la lengua de trapo y empezó a publicar sus nuevas novelas presidiarias y geniales. Siempre, eran, geniales. Pero el QuéLeer no se enteraba y lo ignoraba y hacía como que cualquier pisaverde con su ramo de flores literarias era más digno de una noche de reseñas que él. Hijos de una hiena. El joven autor, paralela o sicopáticamente (the same), abrió un blog para enseñar al mundo y, particularmente, a QuéLeer, de qué coño iba eso de hacer crítica literaria: cada tanto les daba en los morros con sus propias armas seudónimas (¿Borges?). No: Lector (Juan) Mal-herido, plagiado después por enternecedores [you name it].

Kill them all.

En cristiano: fuck you!

El (realmente) ya no tan joven autor recibió un día la visita y comentario en su blog seudónimo de un indescifrable galimatías de letras polacas: Krmpotic, lo que le llevó a sentir escalofríos draculinos y traumáticos. Puto Krmpotic! Puto resurrecto! Polaco!

¡¡¡

Y, otro día, el autor de 36 intolerables años recibió un mail de la susodicha némesis en el que lo invitaba a escribir para su revista -de la que ahora era redactor en chief-  un reportaje viajero y, en definitiva, viajero. El autor de 36 palos de edad pidió piedad: piedad, Milo. Viajero. Y propuso cambiar o sincronizar crónicas patidifusas con reseñas literarias, que, como todos sabemos, es lo que mueve el mundo.

El joven autor se vio finalmente escribiendo reseñas en la revista en la que, después de 6 novelas y 13 años, sólo le habían reseñado una vez, mortalmente, y pensando que eso le procuraría maldades deliciosas, como tener al indescifrable galimatías de letras polacas pidiendo disculpas todos los días por las infames reseñas que el joven autor dedicaría a los acomodados escritores intocables de las suntuosas editoriales intocables, a ser posible, de Barcelona.

Pero, qué va. El joven (errata) autor era un pedazo de pan que sólo odiaba eternamente hasta el jueves (Jardiel), que en habiendo buen mood olvidaba y ni siquiera perdonaba, sino que olvidaba (peligrosamente Benedetti). Sí. Así que una vez le puso 5 tinteros a un judío, y se los merecía.

Amén.

Entre tanto tintero el autor del que hablamos escribióse una novela y fichó por el Barça y el indescifrable etc le dijo que lo entrevistaban un rato largo, como 4 páginas. True love, finally.

Pero queda Story.

Porque después de pergeñada la entrevista El Indescifrable (Beckett) trajo más amor: eres una de las 3 posibles portadas del número. "No me jodas" (Shakespeare).

El joven (de aquella) y petulante (siempre) autor (de marras) había soñado con grandes cosas, grandes éxitos, grandes mamadas de polla en el asiento trasero (7 notas 7 colores); pero nunca había tenido el mal gusto de verse como portada del (de aquella) Hola de la literatura.

Haremos grandes fotos: fue que dijo el fotógrafo. Haremos grandes fotos.

Se hicieron, las fotos (grandes: tú mismo), y la espera del juicio final de la fama (horror) duró cuatro días. Cuatro días en los que el autor de marras supo que era imposible, casi quiso que lo fuera, Frederick Forsyth no me jodas, man.

Frederick Forsyth sí me jodas, man. Krmpotic comunicó la oficilidad de la portada más absurda, valiente y minoritaria de toda la historia de la revista QuéLeer: un tipo (el autor de marras) que no conocían más allá de 4 mininos y 8 catalanes, un autor que vendía exactamente mil veces menos que Frederic Forsyth y que vestía exactamente ropa mil veces más barata; y todo era mil veces más pequeño.

True love!

Amor verdadero. La revista decidió en octubre apostar por Elvira Navarro, Pablo Gutiérrez, Jon Bilbao, Óscar Esquivias, Esther García Llovet y tantos otros autores mil veces más pequeños que autores mil veces más malos en la figura y nombre del autor de marras; apostar por el futuro, apostar por la literatura, apostar por la pobreza, apostar.

Y eso es bonito.

Creed.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Bis

Este mes de septiembre estarán disponibles, de formas muy distintas, un par de libros en los que colaboro.

El primero es el (casi) centón de cuentos Mi madre es un pez. Ésta es la portada:




Editado por Libros del Silencio, coordinado por Sergi Bellver y Juan Soto Ivars, alcanza las 400 páginas cuento a cuento. Cuando me entere bien os copio el nombre de todos los autores.
(Autores: Katya Adaui, Manuel Astur, Javier Avilés, Jon Bilbao, Javier Calvo, Matías Candeira, Fernando Cañero, Celso Castro, Mercedes Cebrián, Paula Cifuentes, Fernando Clemot, Aixa de la Cruz, Mariana Enriquez, Alfonso Fernández Burgos, Rodrigo Fresán, Esther García Llovet, Óscar Gual, Manuel Jabois, Andrea Jeftanovic, Paula Lapido, Sergio Lifante, Berta Marsé, Eduardo Mendoza, Ricardo Menéndez Salmón, Javier Moreno, Alberto Olmos, Antonio Ortuño, Camilo de Ory, Carlo Padial, Gabriel Sofer, Jordi Soler, Juan Terranova y David Ventura.)

*

De esto tampoco me he enterado muy bien. El libro se titula Japón y ésta es su portada:


Según parece, la cadena de librerías McNally and Jackson (USA) ha "abierto un sello para libros on demand" (Lina Menuare, escritora chilena y editora del sello). El primero de su catálogo es éste, y en él comparto paginación con Lolita Bosch. Ambos escribimos sobre Japón, como es lógico. El libro aparece este mes (en castellano); aparece según se vayan encargando y comprando ejemplares, pues print on demand viene a ser eso.

Mi contribución, unas 40 páginas tituladas Pose, es una especie de Trenes hacia Tokio mini.

Cuando me entere de cómo se puede comprar, os lo cuento.

El sello de McNally and Jackson se llama así: Brutas Editoras.