martes, 5 de abril de 2011

Señores que se indignan

En Francia, parece que por la tarde, un señor se ha dado cuenta de que el mundo marcha mal. Luego ha escrito 14 páginas enteras sobre lo mal que va el mundo. Las ha publicado con el título Indignez-vous y ha vendido 650mil copias. Ahora las han traducido al español, las 14 páginas, con otras pocas de otro señor, que también ha pillado lo de que el mundo marcha mal.

El otro día me las compré. Cuestan 5 euros. Efectivamente, es todo muy indignante.

El señor francés, nonagenario, y el señor español, también anciano, denuncian, con arrojo, el sistema capitalista, la corrupción de los políticos, la pérdida de valores en nuestra sociedad, el consumismo y la competitividad, y la labor perniciosa de los medios de comunicación.

Bueno.

Como para decir esto bastan apenas cuatro cuartillas, el autor del libelo dedica el resto a contarnos un poco su vida. Monsieur luchó contra el nazismo, fue detenido por la Gestapo, torturado, encerrado en un campo de concentración y finalmente liberado. Después, entre otras cosas, participó en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Obviamente su vida es mucho más interesante que su indignación. Entiendo, por tanto, que indignarse con tanto eco es un derecho biográfico, una suerte de portavocía devengada por la edad y el currículum, donde el mensaje del portavoz no es, de hecho, un mensaje, sino ese mismo pacto social según el cual los demás le prestan atención a su mensaje.

Es, por tanto, una pena que el mundo, la sociedad, la industria editorial, hayan decidido dar voz a un señor que no tiene nada que decir.

Ni siquiera se va a molestar uno en señalar argumentadamente el infantilismo, casi demagógico, y la simpleza, casi delictiva, de los presupuestos que encontramos en su panfleto. Sólo me permito subrayar la ironía de que un documento que acusa a políticos y banqueros de los males que nos aquejan venga firmado por un diplomático (que es como un político mayor) y por un banquero (o un ex Subdirector del Banco Exterior de España). Esto de que los revolucionarios quieran dinamitar el sistema desde dentro y, para ello, se hagan pasar por ciudadanos prósperos y correspondidos en sus labores profesionales por el sistema que dicen querer cambiar, da ya un poco de asco.

Tampoco me quiero olvidar de esta frase: "Mirad alrededor de vosotros, encontraréis temas que justifiquen vuestra indignación" combinada con esta otra: "Mi principal indignación concierne a Palestina".

La idea que el provecto francés tiene de "alrededor" es sumamente telescópica: cruza todo el mar Mediterráneo.

Para indignarse por las cosas principales, hay que tener mucho dinero. Supongo. Quiero decir que si uno tiene preocupaciones obreras, o de desempleado, no puede dedicar tanta entereza y perspicacia a asuntos políticos relativos a países distantes, a los Grandes Temas. De ahí la conveniencia de llegar a diplomático o banquero, y después, indignarse.

Pero, eso sí, hay que indignarse con corbata, sin aspavientos, en el hotel Palace, con sosiego.

El autor de esta estupidez declara, en varios momentos, su abominación por la violencia. "Estoy convencido de que el futuro pertenece a la no-violencia, a la conciliación de las diferentes culturas."

La verdad es que indignarse sin romper cosas exige bastante autocontrol. Tampoco parece muy útil este indignarse con colorines en aras de que los "poderosos" del mundo vean lo indignados que estamos, porque seguramente hace cincuenta años que ya se han dado cuenta. Si va a ser que "indignarse", en francés, significa "poner mala cara", también va a ser que "escuchar la indignación del pueblo", en román paladino, va a significar "echarse unas risas".

Está difícil eso de cambiar el mundo poniendo morritos. Es la impresión que tengo. Al menos no veo muy posible que los citados "ricos", que sacan cada vez más cuerpos de ventaja a los pobres, vayan a parar la bicicleta en un lado de la carretera, y a esperarlos, porque estos se han enfurruñado.

Parece ser que Karl Marx dedicó 3 volúmenes y más de 3000 páginas a explicar por qué la clase proletaria debía tomar el poder por la fuerza.

Pero un tipo que necesita 3 volúmenes para explicar algo es sumamente sospechoso, sin duda. Algo oculta.

El señor francés ha escrito sólo 14 páginas y, por tanto, tiene razón. Su condición de portavoz y símbolo del malestar social contemporáneo, seguramente, será trascendental.

No por otra cosa lo han elegido.