martes, 22 de junio de 2010

Muerte y armaduras

He visto unas cien veces el vídeo de Albert Serra donde se opone frontalmente a la descarga gratuita de música en internet, con un bote de Mistol como principal argumento. También he leído varias entrevistas, en catalán y castellano, y varias reseñas a sus películas. He localizado además sus comentarios a un post de Oti R. Marchante en el que el crítico de ABC calificaba su película El cant dels ocells como "un montón de estiércol cinematográfico". Y he atendido, en fotos y vídeos, a la inusual pericia de Albert Serra para abrocharse los botones más desaconsejables de las prendas que se pone.

Lo adoro.

Durante el último mes y medio, he recolectado canastos enteros de su incorrección política, de sus inconveniencias y disparates. Apunto algunos, de memoria.

Dice Serra que antes los aspirantes a director de cine querían ser como Almodóvar, y que ahora quieren ser como Amenábar. "Está claro que vamos a menos".

También afirma Serra que el cine español, por su pobreza y atraso, es sólo comparable con el de Corea del Norte.

Según el director de Banyoles, que nunca ha trabajado con mujeres en sus películas, y que sólo emplea a actores no profesionales (él no ha estudiado cine y nunca ha estado en un rodaje, salvo en los suyos), las mujeres, incluso las que no son actrices, son todas actrices profesionales.

Para Albert el cine es un arte menor, en modo alguno comparable con la literatura. De ahí que no haya que tomárselo muy en serio. Emparentado por sus elogiadores con José Luis Guerín o Marc Recha, el director afirma no tener ningún interés en el cine de estos contemporáneos suyos. También afirma que no le gustan los documentales, dado que son un género demasiado fácil. Asimismo, para Serra la profesión de actor es "la más fácil del mundo".

Albert Serra admira a Salvador Dalí, y considera a los editores de Destino unos "inútiles" dado que no han cumplido la promesa bibliográfica que aparece en el tomo siete de las obras completas del pintor surrealista, donde se anuncia un tomo 6 de Correspondencia, que no parece que vaya a ver la luz nunca. "Incompetents!"

Dentro de 50 años, concluye Albert Serra, la historia del cine sólo se acordará de dos directores españoles: Pedro Almodóvar y él.

Lo adoro.

Me hace mucha gracia Albert Serra. Como todos los provocadores, lo que consigue su postura extrema y arbitraria, a la ofensiva, es hacerte pensar de nuevo en determinados estatutos inamovibles de la sociedad, lo que te obliga, finalmente, a considerar sinceramente qué tanto de tus pensamientos los has pensado tú, y qué tanto los han pensado por ti. Evidentemtente la postura mayoritaria (entre mis amigos, por ejemplo) a favor de la gratuidad de la música no procede de un análisis personal, de calibrar las opciones y entender el asunto en sus mínimos detalles, sino de la asunción pasiva del discurso dominante en los medios de información que frecuentan.

Cuando oigo a Albert Serra decir que sólo un imbécil piensa que la música ha de ser gratis, me relajo muchísimo. Es lo que yo pienso, pero no he sido capaz de decirlo con tanta contundencia, sino que me he visto forzado a argumentar casi en el vacío sobre algo que, a la luz de las afirmaciones de Serra, me parece ahora una obviedad. ¿Cómo va a ser gratis la música? ¿Por qué? Es indefendible.

Varios elementos concurren en mi simpatía por este tipo. Uno de ellos es su procedencia, Banyolas, municipio de Girona de no más de 7.000 habitantes. Me agrada ver que, a diferencia de tantos escritores, cineastas y músicos, Albert Serra no trata de ocultar su origen rural, sino que lo exhibe graciosamente, sin el menor complejo; de hecho, ese origen, ese pueblo, forma parte medular de su cine, pues sus películas están protagonizadas por algunos habitantes de Banyolas, que es un casting sucesivo para Serra.

Además, me admira su condición kamikaze. Nadie en su sano juicio se metería con Alejandro Amenábar, un director de cine llamado a mover los hilos de la industria nacional de los próximos 30 años, y con el que, claro está, más les valdría a todos llevarse bien, ocultando siempre su desafección por sus películas.

Serra produjo él mismo su película Honor de cavalleria, con un presupuesto de 360.000 euros. Según datos del Ministerio de Cultura, la vieron unas 25mil personas (frente a los 9 millones de Avatar o a los 600.000 espectadores de algunas películas últimas de Almodóvar o Medem.)

Su siguiente filme, El cant dels ocells ("estiércol cinematográfico", ya apuntamos) la vieron apenas 2.000 personas. Si no fuera por el éxito en Cannes y en la revista Cahiers de cinemà, Albert Serra no estaría, como es lógico, protagonizando este post.

Pero en Francia lo quieren.

Después de empaparme con sus cosas, sus citas, sus salidas de tono, he conseguido finalmente ver una película suya, Honor de cavalleria. La saqué del videoclub: 3 euros.

Es aburridísima: se me dormía la gente sobre el regazo, lo cual no es mala consecuencia. Yo aguanté disciplinadamente su metraje.

Trata de don Quijote y Sancho Panza, perdidos por el campo. Apenas hay palabras, seguramente tiene más palabras este post que toda la película, todos sus diálogos juntos. Cuando hay palabras, son tan anodinas como Sancho, Ven, Mira, Vamos, Roncas o Laurel. A veces alguna frase destaca, como cuando don Quijote le dice a Sancho: Dile a Dios, Dios, eres el mejor. Y Sancho repite: Dios, eres el mejor.

Planos largos sobre paisajes inmóviles, sobre cuerpos inmóviles, sobre cielos detenidos conforman toda la película. No pasa absolutamente nada. Es como si Serra hubiera filmado el espacio en blanco que hay entre un capítulo y otro del Quijote, como si hubiera hecho cine con lo que Cervantes hizo elipsis; como si hubiera querido fijarse en las sobras de una aventura.

En una escena determinada, vemos a don Quijote de pie, tambaleándose al compás del viento. No se sabe muy bien qué le pasa; no se sabe en absoluto qué. Se mueve hacia delante, hacia atrás, hacia un lado; levanta un poco el brazo derecho. Suena el viento.

Me perturbó bastante esta escena. Me puedo inventar todo tipo de teorías o interpretaciones líricas sobre ella, lo cual es decir bastante.

Ray Loriga tiene una frase muy brillante (tiene muchas) sobre el cine que le gusta: Me gustan las películas donde te aburres un poco.

Con Honor de cavalleria te aburres un montón. ¿Puede ser eso gran cine? Quizá yo no estaría exhibiendo indulgencia con esta película si no fuera fan de Albert Serra, del hombre. Quizá considerara su película una puta mierda insoportable. No lo puedo saber, sólo estimar.

En cualquier caso, como Jean Luc Godard, Serra tiene en sus manos, en su actitud, mucho cine posible, del que sus películas quizá sólo sean bocetos para los que vendrán.

Muerte y armaduras, como dicen en la Ilíada.