jueves, 10 de marzo de 2011

Yo, una Historia de la Literatura Española

La Historia de la Literatura Española se inició en 1998, cuando yo publiqué A bordo del naufragio. De mis fortunas y adversidades. El hecho de que toda la Literatura Española gire en torno a mí es una gran responsabilidad, pero también la ocasión de sentar cátedra inamovible sobre un asunto que es mejor no dejar en manos de filólogos, profesores universitarios, críticos u otro tipo de ignorante.

Si bien yo inauguré la Literatura Española, antes de mí estaba muy extendida la lírica popular, que vivió su momento de esplendor entre 1994 y 1998, y cuyo legado literario ha sido conocido como el Kromancero.

El kromancero toma su nombre de la obra Coplas del Kronen (Jose Ángel Mañas, 1971-2089). Se trataba de coplillas rijosas de verso infame, urbano y politoxicómano. El volumen corrió de mano en mano y tuvo numerosos imitadores: Violeta Hernando, Pedro Maestre, Lucía Etxebarría, Daniel Múgica, José Machado, por citar sólo 5.

Curioso precedente, antesala o promeio a la Historia de la Literatura Española que comienza con mi primera novela es asimismo el kromancero a lo divino. Su inventor fue Ray Loriga (1967-2089) con la obra Hérodes (1996). Se trataba, sí, de coplillas rijosas de verso infame, urbano y politoxicómano, pero todo ello a lo divino, es decir, "In god we trust".

Como es sabido, en los albores de nuestra literatura nacional lo más cercano a la labor literaria que podíamos encontrar era la actividad de copistas y calígrafos en los monasterios. El más conocido de ellos fue el monje benedictino Don Juan Manuel de la Prada (1970-2089), que, bajo estricto cumplimiento de la máxima "Ora et labora", nos regaló con su práctica amanuense códices como Cuños o el más lujoso Las más caras del Hélade, donde versiona clásicos griegos con singular exactitud.

Otro monje, esta vez de la Orden de los Cartujos, fue Juan Bonilla (1966-2089), al que debemos trabajos de copista tan formidables como El que apaga la Luz o Nadie conoce a Dios, nadie.

El capítulo (que no hemos tratado minuciosamente, y se podría) de la prehistoria de nuestra Literatura no podría cerrarse sin mencionar la escritura femenina, entonces tan mal vista que sus autoras habían de firmar con viril seudónimo. El ejemplo cimero es el de Espido Freire (1974-2089), con obras como Ir (landart) o Mel, o "cotton" El Hado, palpablemente influidas por la invasión inglesa de ácido acetilsalicílico y lavativas (la conocida Warmacia Mundial que enfrentó a España e Inglaterra por una jaqueca de una reina -ahora no recuerdo de cuál reina-).

Finalmente, merece mención aparte la literatura goliardesca, cuya principal obra fue Lo mejor que le puedo asar al Roi (manuscrito no encontrado y publicado hasta 2001), del francés alimentado en Cataluña Pablo Tusset (1960-2089).

Entonces llegué yo (1975-2045) y creé la primera novela moderna: A bordo del naufragio. De mis fortunas y adversidades (1998). Fue el inicio de la Historia de la Literatura Española, periodo fascinante que hemos de contextualizar en sus líneas sociopolíticas y ecológicas adecuadas.

Porque el estallido narrativo que veremos a continuación no hubiera sido posible sin la existencia de Erasmo de Rotterdam, estadista visionario que creó las becas Erasmus, no necesariamente para Rotterdam, sino para cualquier parte del planeta Tierra. Los españoles, especialmente los novelistas, vieron trozos del mundo, y leyeron lo que allí se andaba publicando, por lo que volvieron a casa con la amplitud de miras suficiente como para dar forma a lo que, a posteriori, se ha denominado Siglo de Oro de nuestras letras.

La concentración de tanto talento y tantas ganas de gloria no pudo, sin embargo, resolverse sin sangre. Sangre supuesta, bien es cierto. Enseguida se crearon dos movimientos intelectuales antagónicos con estéticas enfrentadas: los culteranistas y los conceptistas.

Los conceptistas estaban obsesionados con la realidad y con el menú del día en los restaurantes. Su poética era la de las cosas, así tal cual. Citemos 5: Juan Aparicio-Belmonte, Pablo Sánchez, Belén Gopegui, Ignacio Martínez de Pisón y Almudena Grandes.

Culteranistas también había unos cuantos. ¿Sus obsesiones? La historia y las ideas, las ideas de la Historia, las ideas dietéticas: cualquier cosa antes que comer un menú del día. Su rasgo de estilo era el uso indiscriminado de locuciones latinas, en concreto de la tan manoseada "nota benet" y de la menos conocida "lux martir san tous", de confusa traducción ("¿luz del mártir sobre todos?")

Autores: Javier Marías, Antonio Muñoz Molina, J. A. González Sáinz, Rafael Argullol, Álvaro Pombo, por citar sólo 5.

Destacaron en su momento, por cada una de las vertientes, dos obras/autores: por los conceptistas, Antonio Orejudo (1963-2089) con Fabulosas narraciones por historias (qué gusto da leer estos títulos floridos de nuestro Siglo de Oro, imposibles en nuestros días); y por el lado culteranista, Javier Cercas (1962-2089) y su obra Sumilleres de Somalia (honda reflexión sobre el hambre en el mundo, y la Esperanza).

Como dijo el gran crítico de aquel tiempo, el Monje Luis Borje, "el barroco es aquel estilo que deliberadamente agota sus posibilidades y linda con su propia caricatura". Esta caricaturización aproximada del conceptismo y el culteranismo, la encontramos, respectivamente, en dos libros fundamentales: Manuel de Extremadura, para can sí vales, de Rafael Reig (1963-2089) y Bar, le vi en compañía, de Enrique Vila-Matas (1948-2089).

Y después, la nada. El vacío. El descrédito.

Durante el siguiente siglo y medio anual, nuestro mejor escritor fue un columnista: ¡tan pobres éramos! Se trató de David  Gistau, cuyo trágico suicidio a los 28 años fue toda nuestra aportación a ese movimiento de origen alemán llamado "sturm und punk" (o porromanticismo).

Clareó la cosa con la llegada del realismo. Cortarse las venas por amor era muy pintón pero manchaba mucho las mesas de Ikea, con lo que había costado montarlas. Así que se dejaron de cortar las venas y se pusieron a contar las ventas. Leían las mujeres, en aquel lejano siglo, y para ellas se escribían historias entretenidas y larguísimas que ocupaban el tiempo de las amas de casa cuando se iba la luz y, por tanto, también tele, internet y radiolé. Autores: Ildefonso Falconés, Julia Navarro, Matilde Asensi, Arturo Pérez Reverte, Antonio Gala, por citar sólo 5.

El cambio de siglo refrescó mentes (o F5) y una serie de autores alzó el vuelo con misiones mayores. Se les denominó Generación del 98% porque pedían el 2% restante para cambiar el mundo (no de sitio, sino de forma). Autores: Isaac Rosa (El paño ayer fue muy leído en las tertulias del café de Oriente), Álvaro Colomer, Lorenzo Silva, Andrés Barba, Elvira Navarro, por citar sólo 5.

Al mismo tiempo, una pandilla de nuevos poetas tomó el mando, y dos copas, y algunos empezaron a escribir novelas (por las copas). Se les denominó Generación del 27 (porque los demás números aleatorios ya estaban cogidos). Autores: Manuel Vilas, Elena Medel, Andrés Neuman (muy citado su Romancero argentino), Antonio Lucas (Aleixandría es su poema mayor), Luis Muñoz, por citar sólo 5.

De nuevo, al esplendor siguió el sopor, y mientras en el extranjero cuajaban las propuestas de Joyce Foster Wallace o T.S. Eliot Boyle, aquí nos íbamos ensimismando en novelas sociales cuyos autores nadie recuerda pero sus títulos sí: El ordenador, El portátil, El mac, El ratón (o mouse), El jarama (un río), El módem, La ETT, y así hasta agotar todas las combinaciones de artículo + nombre del mercado común.

Era el fin de la Literatura Española, salvada in extremis por el autor vasco Unai Elorriaga (1973-2089), que iba por libre con una literatura imaginativa, lírica y escapista. Obra recomendada: Industrias y andanzas de Van Hoff.

Si en el siglo anterior fue Europa la que nos dejó en blanco en los libros de Literatura Universal, en este siglo iba a ser América Latina. Hablamos, como todos saben, de "el bool", movimiento literario falso en rigor, articulado y artificioso, que difícilmente podemos eludir citar de esa forma por lo popularizado de su etiqueta.

"El bool", o "bolañismo mágico", desportilló las casillas del éxito, tanto comercial como crítico, tras la publicación de Cien detectives salvajes, de Roberto Bolaño, premio Herralde Breve de novela.

El "bolañismo mágico" generó además autores variopintos: Patricio Pron, Gabriela Weiner, Jaime Rodríguez, Santiago Roncagliolo, Claudia Apablaza, por citar sólo 5.

(Dato curioso: casi todos vivían en Barcelona o se quedaban a dormir un par de noches.)

¿Cuál fue la reacción nacional? Bueno, miren: opuestos a las tradiciones estéticas que nos eran propias, una serie de autores españoles trataron de parecer menos españoles y un poco más ingleses. Esta camaleónica labor la emprendió casi en solitario Javier Calvo (1973-2089), con obras como Volverás a ser reflectante o Herrumbrosas lanzas, coronas de flores. Su pasión por la capital del Reino Unido se vio consignada en el volumen Otoño en Londres hacia 2005.

Otro lobo solitario, si cabe más esquinado, fue Javier Pastor (1962-2089), cuya obra Larva, esa ciudad, fue necesariamente incomprendida.

Porque había que ir allanando el camino para que España pudiera comprender (=comprar) novelas postmodernas. No las iba a comprar a las primeras de cambio, amigos.

Así llegó, en el momento justo, Tiempo de nocilla, de Agustín Fernández Mallo. La condición de psiquiatra de su autor aportó ese plus de snobismo necesario para que los lectores se creyeran que un novelista hablando de electroshocks sabía de lo que hablaba. La novela inauguró lo que se ha conocido como "literatura experimental", "revolucionaria", "postpoética", etcétera.

Y generó el consabido grupo aledaño: Juan Francisco Ferré, Mercedes Cebrián, Jordi Carrión, Vicente Luis Mora, Alberto Torres Blandina, por citar sólo 5.

Y hasta aquí ha llegado, de momento, la Historia de la Literatura Española. No pongo examen, pero sí preguntas.

¿Qué será lo próximo?

¿Alguien lo sabe?

En la literatura española pasan cosas nuevas todo el tiempo.

Vale.

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Horas: 3.
Cigarrillos: 10.

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Correspondencias: JA Mañas-->Romancero, Ray Loriga-->Santa Teresa de Jesús, Juan Manuel de Prada-->Mester de Clerecía, Juan Bonilla-->Fray Luis de León, Espido Freire-->Fernán Caballero, Antonio Orejudo-->Miguel de Cervantes, Javier Cercas-->Góngora, Rafael Reig-->Quevedo, Enrique Vila-Matas-->Calderón de la Barca, David Gistau-->Mariano José de Larra, Ildefonso Falconés-->José María Pereda, Julia Navarro-->B. P. Galdós, Arturo Pérez Reverte-->Blasco Ibáñez, Isaac Rosa-->Unamuno, Elvira Navarro-->Ramiro de Maeztu, Álvaro Colomer-->Pío Baroja, Andrés Barba-->Azorín, Manuel Vilas-->Pedro Salinas, Andrés Neuman-->Lorca, Antonio Lucas-->Vicente Aleixandre, Unai Elorriaga-->Rafael Sánchez Ferlosio, Roberto Bolaño-->Gabriel García Márquez, Javier Calvo-->Juan Benet, Javier Pastor-->Julián Ríos, Agustín Fernández Mallo-->Luis Martín Santos.