martes, 24 de diciembre de 2013

raudo # 91

A menudo -por simple resonancia (o sea, "sonido producido por repercusión de otro")- me acuerdo de un comentario que hizo un escritor joven -autor de un libro de carácter social que obtuvo cierto éxito- en la revista cultural donde uno colaboraba sin remuneración alguna y, por más señas, a un artículo mío donde hablaba de la demagogia de cierta izquierda, de esa cala o calita puramente monetaria que encontraron algunos (o algunas) en hipertrofiar las demandas sociales más evidentes en burda aspiración al beneficio propio, y decía el tal comentario algo parecido a esto: cómo se nota que tú no tienes problemas para vivir, o, quizá -podría buscarlo, pero esto lo escribo sobre lo que me queda en la memoria, y seguramente es más honesto hacerlo así-, o quizá (digo) decía algo del estilo a: cómo se nota que no tienes problemas para llegar a fin de mes: creo que ésta es una cita más exacta del comentario, al que, por otro lado, no respondí, pues no podía responder sin caerme de bruces en el victimismo, esa demagogia hacia dentro, sin embargo, como esa experiencia dolorosísima de verse acusado con palabras a las que uno no puede responder se ha repetido un par de veces en las últimas semanas, no me queda otra que volver a pensar, día sí día no, en ese callejón sin salida de la calumnia, y pienso, en primer lugar, en que ésta puede ser fruto de la estupidez o de la ignorancia, además, puede serlo de la falsedad consciente, y, al cabo, puede serlo de la pura vileza; creo que el joven del "no tienes problemas para llegar a fin de mes" ha de colocarse claramente en la primera categoría, pues qué sabe él lo que yo gano a fin de mes y qué comprensible resulta que se dejara llevar por una militancia mal modulada y empezara a disparar a todo lo que se movía; otros, justamente los más recientes, sí son ya falsarios o villanos, pues a buen seguro saben que lo que dicen no tiene fundamento, pero también conocen la poca necesidad que hay de tener fundamento alguno a la hora de cargar a alguien con el peso de la calumnia: anda y que lo niegue, pensarán, pensarían, pensaron el falsario y el villano, porque -y es lo que me tiene loco estos días- a uno lo puedes acusar de cualquier cosa y sentarte tranquilamente a ver que dice, porque, diga lo que diga, te estará enalteciendo: es esa expresión, tan bonita en realidad, que dice "tu palabra contra la mía", secuencia verbal extraordinariamente democrática, porque da a entender que tu palabra y la mía valen lo mismo; sin embargo, no pueden valer lo mismo -y dejarse el juicio final a la interpretación o al capricho del oyente, incluso a su tasado de la retórica de cada cual-, no pueden valer lo mismo la basura y la verdad, siendo basura que el joven autor diga "se nota que no tienes problemas para llegar a fin de mes", porque, si viera mi declaración de la renta -sin ir más lejos-, no daría crédito, y si viera mi domicilio y el modo en el que vivo, no daría crédito y sus palabras, estúpidas o ignorantes, se le volverían estiércol en las manos, y habría de pedirme perdón: pero uno no puede decir esto en público -siendo aquí un lugar público que entiendo íntimo: ya dije- porque llorar es poca cosa como argumentario; los otros, falsarios y viles, ya saben que sus palabras son escoria, y frente a la escoria de poco valen las palabras opuestas, y muy escaso consuelo es el silencio, qué le vamos a hacer; de modo que tiene uno que asumir que hay gente así, tan increíblemente miserable, tan hipócrita, tan autoindulgente, y esperar a que pase el tiempo, por ver si acierta -aunque sólo sea de chiripa- a darle a cada uno lo que se merece.