La conversación es la televisión por otros medios: así podemos empezar este post. Tuve un momento de darwinismo tentativo en el que pensé que mi alejamiento de la televisión podría acabar adscribiéndome a una raza nueva y afásica, particular e incomunicada, cerebralmente detenida, intelectualmente en marcha hacia un paradigma cuyos referentes no podrían compartirse y dentro de la cual los referentes mediáticos no podrían entenderse, en una involución pausada hacia mi propia caverna cultural, con bisontes que iría pintando yo mismo y fuegos que inventaría, ante el asombro ajeno por el salvaje que ignora el alfabeto de la modernidad.
Pues me equivocaba. La cultura popular no es la televisión, sino la conversación sobre la televisión. Uno puede mirar para otro lado cuando emiten Muchachada Nui, Los Soprano o el nuevo spot de Ikea, pero no puede apagar una charla, cambiar de canal una voz o poner el dvd dentro del cráneo de un congénere, cuando ese congénere está troquelando nuestra virginal ignorancia con la estampa pop.
El troquel cultural último (por seguir con la familia léxica) lo encontramos en las series de televisión. Sin haber visto ninguna, sé que existen The Soprano, The Wire, MadMen, Lost, FlashForward, una que va de cirujanos cocainómanos libidinosos, otra en la que Gabriel Byrne ejerce de psicólogo, otra con un ninja (Águila Roja) y House. También sé que ha muerto David Mills, guionista de The Wire, mientras preparaba una nueva serie de televisión, ambientada en el Nueva Orleans posterior al paso del huracán Katrina por sus calles y sus llantos.
Como persona enchufada (wired) durante toda la infancia y la adolescencia, y buena parte de la postadolescencia, he visto muchas series de televisión. Las series de humor, para todos los públicos, como Cheers, Juzgado de guardia o Roxanne; las series de entretenimiento juvenil, como El equipo A, El gran héroe americano y El coche fantástico. Las series de adultos, como Canción triste de Hill Street, Doctor en Alaska o La ley de Los Ángeles. A lo mejor no me perdía ningún episodio, pero nunca consideré que aquello tuviera más valor que el de hacerle a uno pasar el rato, pegar adhesivos en la carpeta escolar y servir de asidero a una nostalgia por venir, que efectivamente vino.
Sin embargo, las series de televisión de nuestros días han alcanzado un status espectacular, no tanto por su éxito y su presencia en cualquier conversación sostenida en la ciudad desde la mañana a la noche, sino por el certificado de calidad artística que han recibido de críticos y escritores, que al parecer también son adictos a estos productos de entretenimiento, a los que elevan a la categoría de "el mejor cine que se hace hoy en día".
El primer intento de ponerme al tanto con este asunto fue hace un año. Alguien me dijo que, de ver alguna serie, tenía que ser The Sopranos, "las demás no valen nada en comparación". Así que me saqué de Diurno (c/ Libertad, Madrid) un dvd que ponía The Sopranos, 1 y lo vi. Me pareció cutre, aburrido, tópico y torpe. No pasé del primer capítulo.
Por suerte.
Si hay algo que me repele de ponerme a ver una serie de televisión, es ese ancho mar de los Sargazos que, en olas de tiempo, tiene uno que atravesar. Creo que una vida viendo la tele durante 300 horas es una vida muy triste. Cuando miro todos los libros que he leído, no pienso que dejé entre sus páginas días que bien podría haber utilizado en cualquier otra cosa. Pero si imagino un montón de metro y medio de alto con todos los cofres de todas las series que tiene uno que ver, y pienso que en efecto las he visto, me invade una premonitoria sensación de existencia patética, de vida unidireccional y de sofás recalentados.
Las chicas solteras pasan las tardes de los domingos viendo Lost.
Las parejas en agraz ven juntos The Wire. Las parejas estables ven juntos The Soprano. Las parejas en crisis no ven ninguna serie juntos: eso también es verdad.
Así que yo he visto The Wired, con apuntadora.
La figura de la apuntadora ha sido fundamental para verme la primera, así llamada, temporada de The Wire. Sólo no hubiera podido. Hace tiempo que veo las películas a cámara rápida, por lo que, daños cerebrales aparte, he perdido capacidad para entender las tramas y prever giros argumentales. También con las novelas me cuesta enterarme de lo que pasa, como he podido comprobar no hace mucho con una manuscrito amigo:
-¿Y qué te parece que Rosa sea la que envenena los mazapanes?
-Ah, ¿era Rosa?
En el visionado de The Wire, lo admito, mi apuntadora ha tenido que contestar, con premura y exactitud, a dos preguntas reiterativas: a)Este, ¿quién es? y b)¿Dónde estamos?
De modo que pido disculpas si mis referencias al argumento de The Wire están llenas de errores y de omisiones. Ahora voy a contar el argumento (como todo el mundo ha visto la serie, me permito comentarla hasta sus más insospechados desenlaces).
Estamos en Baltimore. Un policía llamado McNulty tiene tres contactos influyentes: el Juez, el agente del FBI y la Fiscal. Todo comienza cuando McNulty pone al juez sobre la pista de un tal Avon, traficante de drogas a gran escala. El juez ordena una investigación que dura 13 capítulos.
La investigación sigue este derrotero: policías blancos y negros persiguen a traficantes negros; pinchan sus bípers (buscas) y los teléfonos públicos de "los bloques" (bastante parecidos a los del barrio donde vivo); detienen a alguien de vez en cuando; suman causas de asesinato a la causa matriz del narcotráfico; en el bando delincuente se suceden las vendettas, las estrategias comerciales y las ansias de medrar; en el bando policial se suceden las pesquisas, las disputas políticas y las ansias de medrar. Aparece a menudo la vida privada de policías y delincuentes, conectados unos con otros, en su día a día, por drogadictos informantes y por ciudadanos testigos en los juicios. No sale ningún animal doméstico, creo.
La policía protagonista es negra y lesbiana, y sale con otra mujer negra. Son plenamente felices. El gangster solitario Omar también es negro y gay, y sale con un "muchacho" blanco al que matan los sicarios de Avon. McNulty está divorciado y se lleva muy mal con su ex mujer, mientras que vive un romance tenso y conflictivo con la Fiscal. Los negros delincuentes son extraordinariamente obscenos y tratan a las mujeres como putas (aunque en algunos casos lo son profesionalmente). Las escenas de sexo de la serie se reducen a los revolcones de McNulty con la susodicha fiscal, y los besos de Omar a su muchacho y de la policía a su novia.
Violencia hay más. Muere mucha gente aunque se ven pocos tiros. Casi todos los muertos aparecen ya muertos, con la bala dentro. Hay dos cimas violentas en la serie: el "muchacho" de Omar aparece sobre el capó de un coche, semidesnudo, con un ojo derretido y negro y el cuerpo lleno de laceraciones y verdugones. La otra: unos adolescentes (15 años, o así) disparan a sangre fría, cara a cara, un tiro cada uno, a un chaval más joven (13 años, más o menos).
En general, la imagen que uno se lleva de los delincuentes es que la sociedad los ha hecho así; y de los policías, que casi todos son honrados, con breves instantes de corrupción. La serie termina en un juicio de causa masiva que decapita la organización de Avon y encarcela a muchos de sus lugartenientes y soldados rasos, aunque el segundo de a bordo, Stringer Bell, favorito de la audiencia femenina, sale libre de toda culpa y puede reorganizar el tráfico de drogas.
Mi opinión contundente sobre este producto televisivo es que resulta ridículo equipararlo a cualquier gran obra cinematográfica, no ya clásica, sino de nuestros días. Me gusta más Infiltrados, me gusta más La noche es nuestra; prefiero Caché, prefiero El secreto de sus ojos; me acuerdo más de esas películas, vistas hace tiempo, que de The Wire, visto ayer.
O acabado de ver ayer, habría que apuntar. También es reseñable el hecho de que, si hubiera tratado de ver la serie solo, la hubiera dejado en el capítulo 4, muy flojo, o en el capítulo 5, muy flojo, de haberle dado una segunda oportunidad. En los capítulos 6, 7, 8, 9 (los mejores de la serie, opino) la cosa mejoró tanto que el tramo final, 10, 11, 12, 13 lo vi bajo el influjo de eso llamado "enganche", es decir, la empatía con una emoción que debe ser acompañada.
Desde el punto de vista de los elementos técnicos, de la química de la narración, encuentro dos virtudes en la serie. Por un lado, dar cancha a un factor realista que a menudo se hurta en las historias que nos cuentan, a saber: la gestión. Me gusta ver cómo la policía no va a por los "ladrones" de manera directa, sino por el sinuoso sendero de formularios, papeles, intereses y presiones de egoísmo laboral, lo que en la serie se define a menudo como "chain of comand". El otro, también de estirpe realista, es la cantidad de detalles verosímiles que apuntalan el argumento, desde los trucos para pasar billetes falsos a los camellos al hecho de que si uno vive entre drogas que vienen en cápsulas de cristal las suelas de sus zapatillas deben alojar incrustaciones de vidrio. Está todo muy bien visto.
Sin embargo, tanto la fotografía, como la planificación, la iluminación y el montaje son acaso pedestres. La puesta en escena es claramente ocasional. Se utiliza muy bien la elipsis, aunque a veces parece que la escena X no está incluida porque no cabía, no por sabiduría elusiva. Algunas escenas de vida privada de los personajes son tediosas, y la "temporada" en su conjunto no presenta una estructura manifiestamente sopesada, simétrica o equilibrada.
El material era muy bueno, claro, lo que se hace más relevante al comparar forma y contenido, la primera bastante desmañada, el segundo muy jugoso.
No hallo, y es mi principal objeción en este asunto, una diferencia de grado entre The Wire (la sensación que tengo después de verla) y Canción triste de Hill Street o Doctor en Alaska (la sensación que me queda después de los años). Todas estas series son televisión, es decir, un producto de su tiempo, perecedero más allá del cofre de la nostalgia.
No estoy muy interesado en ver las siguientes "temporadas" de The Wire. Ni serie alguna salvo The Sopranos.
En todo caso, ver series de televisión no es algo que haría solo, sin alguien que me conteste a las preguntas quién es este y dónde estamos; porque entonces las preguntas serían: quién soy yo y dónde estoy, y en el sofá estaría mi fin, y no habría comienzo. Ni voz.
Coño, este post es para enmarcarlo. Coincido punto por punto, y ya pensaba así antes de leerlo, pero ahora me reafirmo. Siento como un absurdo deber moral de ver todas esas cacareadas series y siento qeu algo estoy haciendo mal. El otro dia me puse a ver THE OFFICE y bueno, me aburrí a ratos y pensé que la vida, cualquier charla con un amigo, era mucho más divertido que eas serie. ¿A qué tanto jaleo?
ResponderEliminarSe habla mucho de los Soprano (la mejor, dicen) y de LOST, pero una gran pereza cultural me impide lanzarme al videoclub o a megavideo a ver esas movidas.
He leído tu post con atención hasta que te has peusto con la sinopsis de THE WIRE (por cierto, quiero ver MAN ON WIRE). Joder, ODIO los putos policías, las tramas, los jueces, los fiscales, las pruebas periciales, los asesinatos. NO ME INTERESA NADA y, además, creo que NO SE PARECEN A LA VIDA. Toda esa ficción coñazo es una REALIDAD PARALELA, uan vida inventada con la que juegan los guionistas, pero que no empatiza con la vida real. Así lo creo cuando me pongo a ver series en mi familia, en silencio sepulcral, sthchht, como EL MENTALISTA de LaSexta, que me aburre hasta decir basta.
Ahora voy a decir alguna que otra boutade: estas series gustan sobre todo A MUJERES.
Y a mi me parecen SUBPRODUCTOS CULTURALES.
Las mujeres también leen muchas NOVELAS.
Bueno, no tengo clara la boutade, así que la aborto.
Concluyo recogiendo la idea de Hikikomori. Hay algo de TRISTE en esa necesidad casi fisiologica de EMPAPUZARSE a estas series que porqeu digan que son buenas NUNCA LLEGARÁN A LA SUELA DE LOS ZAPATOS DE UN BUEN LIBRO O UNA BUENA PELI.
Hay algo de triste en todo ello, y yo me jacto y me enorgullezco de estar fuera de ese circuito. AUNQUE LUEGO NO PUEDA PARTICIPAR EN LAS CONVERSACIONES.
saludos
Sólo veía CSI.
ResponderEliminarVeía.
Te van a denunciar por haber escrito esto, verás:
Creo que una vida viendo la tele durante 300 horas es una vida muy triste. Cuando miro todos los libros que he leído, no pienso que dejé entre sus páginas días que bien podría haber utilizado en cualquier otra cosa. Pero si imagino un montón de metro y medio de alto con todos los cofres de todas las series que tiene uno que ver, y pienso que en efecto las he visto, me invade una premonitoria sensación de existencia patética, de vida unidireccional y de sofás recalentados.
Pero las series son algo que te acompaña durante horas, meses, años, que vive contigo, que te acompaña. Para escribirlas los guionistas se tiran meses, se forman parejas y se deshacen, nacen y mueren personas. Suelen escribirlas personas distintas y tienen que ponerse de acuerdo con los personajes, con los giros, con los sucesos... Las películas, sin embargo, duran dos o tres horas como mucho.
ResponderEliminarCada cosa en su estrato intelectual.
XD
Curioso: algunos de tus argumentos para justificar la superioridad de la novela sobre el cuento podrían aplicarse a una comparación entre series y películas.
ResponderEliminarVerbigracia:
"De este hecho, también indiscutible, procede, a mi juicio, el valor mayor que le damos algunos a la novela: la novela nos acompaña durante varios días, o durante un día entero, mientras que el cuento es una inyección puntual, al margen de nuestra vida. Así, una novela que lees entre horas de trabajo y horas de trabajo, entre viajes en Metro y charlas telefónicas, consigue filtrarse en ti por varias grietas, manchada, distorsionada por tu vida y por la propia lectura fragmentaria (uno marca el punto de lectura; uno olvida quién era tal personaje; uno vuelve atrás, relee para enterarse de algo que, de pronto, suscita dudas; uno, en definitiva, trabaja la novela)".
Hay mucha serie sobrevalorada, pero a mí me interesan más algunas series que se hacen actualmente que casi todas las películas que se estrenan en los últimos años. A lo mejor es porque estoy perdiendo mi paciencia con lo audiovisual y a la hora ya me aburro y las series se adaptan mejor a eso. En lo que sí coincido es en la apreciación personal de que las series (y yo añadiría el cine) son un arte menor al lado de la literatura. Pero eso hasta lo dice el guionista de The Wire que andaba promocionando su novela por España hace poco y decía que los que decían que The Wire era el "Guerra y Paz" de nuestros días eran unos cretinos.
Por cierto, me leí "Tatami" y me gustó: podría pasar por una novela de Amélie Nothomb, lo que es una forma de elogio. Ya sólo me queda "El estatus" y la segunda novela, que doy por inencontrable en biblioteca pública y que no me interesa tanto como para buscarla por iberlibro.
Un saludo
Supongo que para poder saborear "eso" que pareces no saborear con, por ejemplo, The Wire, debe uno deshacerse un poco de esa urgencia, de esa prisa, de esa necesidad inmediata por el placer.
ResponderEliminarIgual que, por ejemplo, uno no puede disfrutar de la firma de L.Cohen en famous blue raincoat sin escuchar toda la canción, es más que probable que uno no pueda saborear la historia (sí, temporal) de The Wire sin ver las 5 temporadas. Por eso, porque la obra no es sólo el estribillo.
Un saludo.
Pasando de The Wire, Dexter y su puta madre, me acabo de comprar MAN ON WIRE, que sí que es una cosa digna y decente, o eso creo.
ResponderEliminarPocas películas, documentales, me han irritado tanto en los últimos años como Man on wire: que soberanamente idiota es el tal Petit, por dios.
ResponderEliminar..
Bien visto, Galeo, lo de Tatami. Traté de hacer algo entre Nothomb y Stefan Zweig.
..
Creo que el cine tiene más que ver con la poesía que con la novela (se me ocurre, al hilo de la objeción de Galeo); es intensidad. La serie es extensa... Es pronto, luego lo pienso.
Coincido con the wire y los sopranos.
ResponderEliminarSobredimensionadas ridiculamente.
Yo creo que me quede en el tercer episodio de the wire.
Solo la hubiera seguido si fuera de baltimore.
Con los soprano llegue a la primera temporada a trompicones y casi obligandome.
Lost es genial. Pero hace tiempo que está dominado por sus seguidores y da absoluta pena ver cómo los guionistas se tienen que poner al nivel de sus friki-seguidores y repartir obviedades.
Solo Dos metros bajo tierra, creo, aguantará el tiempo y esa nostalgia que hablas. La veo al nivel de Doctor en Alaska.
Canción triste era una mierda, como la de los abogados de los angeles.
Me gusta weeds.
Yo no creo que las series tengan tanto estatus. Lo que pasa es que pretenden tener el estatus de autor. En cahiers sacan artículos de Lost tratando de buscar sus autores perdidos (y perdón por la estúpida frase). Como cuando querían revolver en los directores americanos de los cincuenta.
La HBO son su Hitchcok.
Se pretende tener series de arte y ensayo y eso hará que terminen siendo guettos de snobs.
Como el cine de ese portugues que nunca muere.
Ah, In treatment también creo que es muy buena.
anonimo anterior (tras leer los comentarios)
ResponderEliminarMan on the wire es una decepción absoluta.
Hubiera sido mejor que lo trataran como ficción y no con esas entrevistas con fondo neutro a los documentos TV.
Todo los elementos (las torres gemelas /el loco a lo herzog/ el suspense de cómo llevarlo a cabo...) y todo desaprovechado.
Don Petit hizo algo genial en vida. Se le ocurrio contarlo en un libro dónde ya se dejo el 90% de la genialidad, marchitando impunemente su poética de las nubes; para luego llegar este detestable documental y terminar de joder más la leyenda.
La poesía de la realidad petitiana versus la maquinaria editorial destripando la vaca.
El director de Man on the wire hizo una película sobre la relación de Nixon y Elvis cojonuda.
Eso amplio mi decepción.
El ocio es la fe del nuevo milenio. De este modo, las series de televisión se han convertido en las "biblias" a las que todos se abandonan, buscando entretenerse.
ResponderEliminarNo hay más.
Si hay supuestos intelectuales, escritores o filósofos mediáticos que infieren calidades supraterrenales a estas series de televisión es precisamente porque quieren ser apóstoles de la nueva religión: el ocio. Quiere que los eligamos como nuestros guías espirituales. Quieren que les pidamos qué series ver, qué libros leer, qué grupos escuchar.
No hay más.
Decir esto en voz alta en determinados círculos puede acarrear que te lancen determinados apelativos un tanto molestos. Pero no te preocupes. Lo único que no se va con nada es la sangre. Lo demás se limpia o se olvida. Con la última temporada de una serie de televisión, pòr supuesto.
Pues yo mientras leía este post pensaba exactamente lo mismo que apunta Galeo. Dada tu preferencia por la novela sobre el cuento, creo que deberías darle una segunda oportunidad a The Sopranos (como sugieres). Creo que uno de los grandes valores de aquella serie fue la construcción de una saga a lo largo del tiempo. Los personajes crecieron mientras lo hacía la audiencia. No se encontraban en una dimensión aparte, sino que la marcha de aquella ficción fluyó paralela y naturalmente a nuestro lado. Por más que hubiera episodios o escenas brillantes, son las seis temporadas, vistas en su conjunto, lo que adquiere valor. Justo como una novela, opino.
ResponderEliminarsaludos
La mejor es "Retorno a Brideshead", con aquella música tan bonita y Jeremy Irons poniendo caritas. O puede que "Calderero, sastre, soldado, espía", aunque ésta ya no podría defenderla con argumentos objetivos.
ResponderEliminarIn treatment no está mal, pero nada más.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en lo que dice la mayoría sobre el estatus que han adquirido las series, creo que como resultado de la incapacidad de la mayoría de disfrutar de una novela, un disco (que no te introduzcan en el cerebro) o una película que no "lleve" el ritmo actual, frenético. Las series (a excepción de The Wire, The Sopranos, Six feet under) dan lo que la gente soporta: ocio rápido y no muy extenso, al contrario de lo que se está diciendo. The Wire no la comprará una tv abierta como Lost o Anatomía de Grey o cosas así precisamente porque es extensa, es una narración larga fraccionada. Lo demás son mini entregas de 40 min. con su propia hist(e)ria de 40 min.
Un caso excepcional para mi persona es Frasier.
Un saludo.
no he visto ninguna de las series de las que hablais, pero tengo que admitir que me enganché a "my name is earl" como un tonto. sigo pensando que es la mejor serie, qué coño, sigo pensando que es lo mejor que se puede (podía) ver en la televisión actual.
ResponderEliminarjason lee con bigote es toda una experiencia.
Ya vi Los Soprano. Creo que The Wire es bastante mejor. Realmente se me escapa el mito Soprano. Quizá ahora saltarse el eje se considera gran cine (cap. 8 y 10). El único que parece que ha sido dirigido por alguien con más de 20 años es el 11. La serie, "temporada", me ha recordado a Los problemas crecen con tiroteos.
ResponderEliminarEsto parece ya el mítico artículo de Molina Fox sobre los comics.Delirante es poco.
ResponderEliminarPregúntale a Thelma Schoonmaker si eso de saltarse el eje es (o no) "gran cine", Hkkmr.
El director del capitulo 8 (dice imbd) es Tim Van Patten ("The pacific", "Rome", "Deadwood", "The wire"...etc y etc y etc y etc).
Creo (como tú) que cumplió los veinte años anoche.
"Twin Peaks" también te pareció "Salvados por la campana" pero con un enano ¿no?.
Mejor no me contestes, que me sangra la úlcera.
Un besito.
A mí The Wire me ha parecido la mejor serie de TV desde Doctor en Alaska, cada una a su manera. De las que dejan una sensación de entre euforia y orfandad cuando sabes que se va acercando el fin.
ResponderEliminarYo vería contigo la segunda temporada, es muy buena; pero mariconadas las justas.
Twin Peaks era bastante mejor que casi todo esto.
ResponderEliminarUn cura con la madre, el hijo que roba vino de misa, la otra que liga, el otro que quiere ser famoso mafioso mediático, los hits de un abuelo negro cuyos royalties..., no sé, me parece ideas bastante habituales en Los problemas crecen o Padres forzosos. Esa parte de la serie, 1ª temp., la supera fácilmente Matrimonio con hijos/Infelices para siempre.
Un soplón en el grupo, capos a la gresca, el gran capo, escuchas, las mujeres tratadas como basura, asesinatos en moteles, tiros en la frente, cuerpos que yacen sobre un arroyo... Estos temas son más interesantes, pero los he visto, hemos visto, desde hace 40 años, en unas 390 películas, algunas, claro, infinitamente mejores: Donnie Brasco, sin ir a los clásicos.
Una escena de tiroteo en coche sin glamour ni estética epicista como la que sale en el capítulo 11 (que está muy bien, sin duda) está mucho mejor hecha en Un profeta (la película francesa).
Que una madre quiera matar a su hijo porque la interna en una residencia de lujo, ¿es un chiste? ¿Bueno?
Que el FBI detenga a instigador del atentado contra Toni Soprano para dejar las cosas como están (a la espera de la 2ª posible temporada) ¿no es lo que se conoce como deux ex machina o, con otras palabras, chapuza de guión?
Que maten por error a un camionero (primer capítulo, o segundo) y el tratamiento de la escena remita al humor negro de Tarantino, ¿se supone encima que es gracioso? A mí no me hizo gracia.
El currículum de Tim van Patten, como el de casi todos los directores de estos capítulos, es estupendo: ha dirigido un capítulo en cada serie existente. ¿No se parece eso más al fontanero que viene a mal-arreglar una tubería por poco dinero y luego va a la casa de al lado a hacer lo mismo?
Ignoro por supuesto la existencia de Thelma Schoonmaker, lo cual, como es lógico, invalida todos los argumentos precedentes.
Yo no he visto The Sopranos. Sólo te puedo animar, según tus palabras, a que sigas viendo The Wire porque lo que dices que no te gusta de ella, desaparece en la siguientes temporadas.
ResponderEliminarPasan los personajes, pasan los protagonistas, hay más crudeza y al final sólo queda la historia (sí, temporal) de la segregación racial en USA, sus consecuencias actuales reales (algunos actores/actrices como Snoop (de la temporada 4) eran realmente gangsters callejeros hasta antes de la serie), la podredumbre e intereses políticos (aunque para esto nos vale el telediario) y la podredumbre del periodismo (temporada 5). Todo ello, como tú decías, sin aderezos épicos. Sólo la realidad.
Un saludo.
Se detecta una declaración de amor oculta entre el follaje del argumento, el croquis de guiones y las emboscadas anticliché hacia "lo que se lleva en los mentideros socioculturales".
ResponderEliminarPor otro lado, nadie en su sano juicio verá esas series en el futuro. Sólo servirán para certificar que ya tenemos 50 ó 60 ó 70 ó 140 años y se ha muerto todo nuestro mundo.
"¿Quién coño es A.O.?" Así titularon en Público hace tiempo, cuando Tatami, creo. Bueno, ¿de qué come A.O.?, ¿paga hipoteca?, ¿comparte piso?, ¿vive entre los anaqueles de una biblioteca municipal?, ¿con qué dinero compra los libros de los que se alimenta?.
ResponderEliminarQue yo sepa no colabora con ningún periódico ni editorial, no imparte clases, está todo el día pegado a la internet(¡gracias!), etc, etc. Y sus libros, aunque cojonudos, no creo que le den para llegar a fin de mes.
Heliogábalo.
De hecho ya lo digo uno de los creadores:
ResponderEliminar"Cuando un periodista preguntó a David Simon, creador de la serie de televisión The Wire, qué premisas había seguido para desarrollar su proyecto, la respuesta fue escueta: "Sólo una: que se joda el espectador medio".
Todo esto de la television tiene mucho que ver con la soledad,como casi todo.
ResponderEliminarPor ejemplo, yo no como pipas sola, ni bebo alcohol sola, pero si que veo deuvedes sola, si fumo sola, aunque no veo television sola, y menos series sola. Todo esto me lleva a pensar que me gusta hacer cosas sola cuando no me siento sola, quizas por eso no veo series de television, porque a la larga me hacen sentir sola. En resumen : Las series de television actuales son una respuesta a la soledad en la que viven millones de personas. Y como productos farmaceuticos, no pueden llegar muy lejos, la verdad.
Te sigo de cerca, Emma. Puedo ir al cine solo, pero nunca iría a un concierto solo, etcétera.
ResponderEliminarhola,
ResponderEliminarde momento sólo he leido el primer comentario, de Potipoti.
Respondo:
SOY UNA MUJER Y NO HE VISTO NI UNA SOLA SERIE. La vida es demasiado corta como para andar secuestrado por un necio entretenimiento.
Por favor, basta de estupideces sobre el gusto femenino (¿qué es eso?)
adiós
carolina
Lo que dice Emma viene a confirmar mi teoría de que el ocio es la fe del nuevo milenio.
ResponderEliminar(ON)
Y yo me creo que esta frase tan genial es mía, pero, por otro lado, estoy seguro, de una manera, digamos, lynchiana, que ya lo ha pensado/dicho alguien, y cuando digo alguien me refiero, sin lugar a dudas, ni dudar de lugares, a alguien mucho más importante (y despreciable), que yo.
(Bernhard mode=OFF)
Existir es un plagio, ya lo dijo Cioran. Y lo peor es que seguro que alguien lo pensó y lo dijo antes que él. Alguien que nunca recordaremos.
Qué triste es todo. Sic.
Siento romper un poco el hechizo entre Hikikomori y Emma. En mi opinión, lo que hablais es únicamente una cuestión del efecto que tiene el Otro sobre nosotros. Mientras que ir al cine sólo está cada vez menos mal visto (aunque no del todo aún), ir a un concierto sólo sigue haciendo pensar a la mayoría que te rodea que uno está solo. Por eso no estoy del todo de acuerdo con lo que dice Emma (aunque si le pasa a ella será cierto, claro) porque ver una serie en casa no debería tener el mismo efecto. Aunque bien es cierto que una serie puede darte la sensación de estar muchos días viendo lo mismo solo, no creo que sea el mismo caso que propone Hikikomori.
ResponderEliminarCreo, sin embargo, que la definición de 505 es la más acertada, y de hecho, creo que la mayoría de la gente ve las series para el premio de sentirse conectado al mundo, como ya lo comentó un lector Mh: “comentando las temporadas y temporeros de sus series favoritas”. Es decir, lo contrario de estar solo.
Un saludo.
siento desilusionar a algunos de vosotros, pero lo cierto es que viendo series o cualquier cosa de la tele EN CASA Y SI NADIE ALREDEDOR es ESTAR SOLO, mientras que aventurarse a pisar una sala de conciertos o incluso un cine, posibilita el contacto con otras personas de carne y hueso, capaces de mirar a los ojos o de pedirnos que no hagamos ruido al pelar las pipas. Eso, amigos, NO es estar solo.
ResponderEliminarsaludos,
Fe.
Esas series son mucho mejor que toda la literatura española contemporánea. (Sacando por supuesto a Javier Marías). Lo otro carne de fusta.
ResponderEliminarPor su propia naturaleza, no se pueda comparar un capítulo de una serie con una película.
ResponderEliminarCom bien has dicho, el factor empatía es clave.
Es como comparar un capítulo de 10 páginas de una novela con un cuento. No sense.
Una gran serie es "Las chicas Gilmore".
"...servir de asidero a una nostalgia por venir, que efectivamente vino." Es la frase que más me gusta del post, ¿cuál es la que más te gusta a ti?
Murdoc
Todas las series son una puta mierda y ya.
ResponderEliminarLa gran paradoja de esto es: se puede vivir sin ver series de televisión pero no se puede vivir sin escuchar gilipolleces.
ResponderEliminarYo veo Lost, ¿me convierte eso en una chica soltera? Qué ilusión. Anita y yo intentamos ver The Wire y no pasamos del primer capítulo. En cambio hemos visto Mad Men, Carnivale, Pushing Daisies y yo qué sé cuántas más. Es que son más cortas que una peli y las puedes ver mientras cenas, lo cual dice mucho de su calidad media. Otra cosa es la gente que las pone a la altura del cine y aplaude con las orejas con cualquier tontería con ínfulas que nos llega desde el otro lado del charco. Porque, vamos, de las series que se hacen a este lado nadie ha visto nada.
ResponderEliminarPero lo mejor que se ha hecho para la televisión es, y siempre será, aquella adaptación de la BBC de Orgullo y Prejuicio. A las chicas solteras nos encanta.
Si es por trazar una línea entre literatura y audiovisual con un apoyo en el argumento del sedentarismo, no lo veo.
ResponderEliminarSi es por trazar una línea entre el cine y las series, tampoco lo veo. A mí me da los lunes por leer poesía, los miércoles cojo un poco de teatro o me meto con un ensayo, y los viernes comienzo una bonita novela de estas largas, eternas, densas, tipo La Regenta.
Si es por trazar una línea entre las series de antes y las de ahora, bueno, aquí hay que especificar algo: en todo caso nos referiremos a que, como sabrá cualquiera que esté al tanto del asunto, desde hace diez años para acá el verdadero gobierno de la narrativa está en las series, en Alan Ball, en Damon Lindelof, en Vince Gilligan, y una cadena interminable de genios que están haciendo verdadero arte con sus manos. Aquí sí hay otra discusión, que me parece además más interesante. La nueva narrativa está ahora en la tele, ni en el cine ni en la literatura (lo cual no quiere decir que no se sigan haciendo cosas buenas en estas ligas: solo que, en la humilde opinión del que escribe, la otra ahora mismo se supera, y con creces).
Lo que veo, y pienso, en el fondo, es que usted –y esto me ha decepcionado un poquito, estimado Olmos–, prejuzga en vez de juzgar, y no hay actitud más mezquina y cobarde que esta, sin acritud. Por su discurso uno entiende, al final, que lo que está haciendo es quejarse de lo actual cuando no ha visto más que dos series y, además, de modo impuesto y con el ojo ya mirando hacia otro lado. Que solo ha visto las series que vio en su juventud y que se niega a intentar ver lo actual, y si lo hace ya lo lapida, se cortocircuita para creerse eso de que cualquier tiempo pasado siempre fue mejor, ya que criticar todo lo que hay ahora es una pose como muy de conservador cool, gafapasta modernete o monje en contra del aborto.
Siento si le molesta esto que digo: le hablo con el corazón, pues justamente todo esto es lo único que me ha llegado tras leerle. Uno, que ha visto ya tanto de todo, que es tan joven y tiene además todo el tiempo del mundo para vivir otras tantas cosas, no entiende cómo alguien que parece estar tan fuera de este mundillo se pone a darle golpes a diestro y siniestro sin siquiera saber coger el martillo. Un poco de humildad, en este caso, no hubiera venido mal.
Solo me asombra una cosa, ya que le atesoro inteligencia, Olmos: que me compare la tele con el cine. Eso es como comparar el cuento con la novela. Borges con Caballero Bonald. Hombre, sé que hay gente que adora mezclar la manteca en el colacao, pero a mí siempre me pareció un poco repugnante.
ResponderEliminarSi a algo se le puede parecer el nuevo modelo de narrativa actual, esto es, el de las series, es al antiguo folletín, la novela por entregas, con esa técnica que por si muchos lo pensaban no es nada novedosa, eso que ahora llaman cliffhanger en jerga yanqui, etcétera.
Y esto, como todo, tendrá sus fans y sus detractores. En la cuestión de los gustos uno ya no puede inmiscuirse: escapa a la razón, comienza el subjetivismo. A mí me puede parecer una obraza The Wire y a usted aburrirle. Estamos de acuerdo. Podemos seguir siendo amigos. Y luego, dentro de la narrativa audiovisual, como pasa con los novelistas, habrá algunos que nos gusten y otro que no nos molen. Vale, a usted le gusta Alberto Olmos pero sin embargo Ray Loriga le parece un mierdero, por ejemplo. Todo eso. No es discutible, son colores, y hay como infinitos. Merlin le puede parecer una serie superfeliz y deplorable porque la fantasía se caga encima de diarrea de lo mala que es y Mad men un perfecto retrato neorealista de Nueva York en los años 60, el mundo de los tiburones publicistas, etcétera.
Es como decir que algo le ha hecho gracia o no. Que Miguel Noguera le ha hecho caerse de la silla es algo que nadie puede discutirle, aunque a uno le parezca el sopor más asqueroso del mundo, el no-humor o todo eso.
Lo mismo que si hablamos de literatura o audiovisual. ¿Para qué compararlos? Son dos ligas distintas. Cada una tiene sus grandes titanes, sus mierdas, sus desechos, sus simples secuaces entretenedores, y ya. No es cuestión de coger una u otra. De pensar que una es, como noté en su discurso, más para gente sedentaria y lapidable, que otra.
Por dios, ¿no es acaso lo mismo, solo que en medios distintos? Un hobby, un entretenerse, un hacerse, un aprender, lo mire como lo mire: o a través de un libro, o a través de una tele. Igual de sedentario puede ser un tipo de espectador que otro, y no entiendo lo negativo en esto. Ni siquiera dónde queda la discusión, el debate.
La culpabilidad que algunos sienten al devorar los cofres de series es la misma que otros tienen mientras pierden el tiempo escribiendo o comentando en blogs.
ResponderEliminarCada uno pierde el tiempo como puede.
Ahora, ilumine a la masa con un ránking cultural de disciplinas narrativas. ¿El cómic (novela gráfica, perdón), por encima o por debajo de la novela? ¿Y la poesía? ¿Dónde queda la poesía a todo esto?
El debate precisamente está en hablar de ello, de lo subjetivo. De hecho, es de lo único de lo que podemos debatir las personas, de lo subjetivo, de sus formas, porque de lo objetivo (si es que lo hay) no hay mucho con lo que entretenerse discutiendo.
ResponderEliminarEl fin no es la necesidad de llegar a un acuerdo (aunque sea un intento muy loable), eso sólo les ocurre a los que se obsesionan con converger las subjetividades en un punto objetivo (o a los que ni siquiera se meten en el barro de lo subjetivo por miedo a ser salpicados), sino precisamente en perder el tiempo hablando de lo que, ya sabemos de antemano, no tiene muchas posibilidad de llegar a ser algo objetivo. La finalidad es que pase el tiempo entretenidos en algo. Supongo.
Un saludo.
Entre los estudiantes Erasmus sólo he conocido una conexión que, (aparte de lo de salir de fiesta, claro) no falla nunca: las series.
ResponderEliminarTodas las personas que conozco están enganchadas a alguna serie con la que intentan dejar de lado el aislamiento que supone no tener una tv en tu lengua materna. Es eficaz al 100%: te metes dentro de la trama y te olvidas de lo que te rodea. O de que no te rodea nadie. El problema es cuando acaban y en la pantalla negra te ves tú en todo tu esplendor.
La mejor serie que he visto hasta ahora es Twin Peaks. Ya había visto pelis de Lynch, y nunca hubiera creído que podía incorporar sus imágenes oníricas en una serie dirigida al público en general. Pero, oye, lo hace que te cagas.
Me gusta tu blog.
Saludos.
Si unimos el saber destilado en este post con la sabiduría popular, tenemos que:
ResponderEliminar-ver series es una pérdida de tiempo.
-leer libros es una pérdida de tiempo
-ver películas es una pérdida de tiempo.
-leer comics es una pérdida de tiempo.
-jugar a videojuegos es una pérdida de tiempo.
Y ahora, señores, ¿Pueden explicarme qué es eso tan valioso que hacen con su sagrado tiempo? Espero que esten todos escribiendo, dibujando y creando películas, porque les imagino leyendo mi respuesta en internet, pegados a su pantalla, imaginando una respuesta, y eso seguro que no será perder el tiempo.
No tienes ningún talento como critico de cine/TV. El gusto como anticipación del criterio en tu caso ni funciona.
ResponderEliminarSi lo dice el famoso Lansky es que no vales, es el mejor en ese mundillo (nótese la ironía). Un saludo.
ResponderEliminarSi has leído opiniones te habrás dado cuenta de que las más contemporáneas insisten en el flaco favor que le ha hecho a esta serie el doblaje "barato" al que ha sido sometida.
ResponderEliminarA mí, que "fracasé" en el intento de que me interesasen lo más mínimo los ires y venires de Los Soprano, me ha fascinado, pero reconozco que no es una serie para quien espere fuegos artificiales, ensaladas de tiros, casos resueltos en 45 minutos con métodos de vanguardia y personajes carismáticos explicándole a los espectadores menos avezados hasta cómo se atan los zapatos.
Esta serie es más importante por lo que no pasa o por lo que se dice. Quien no la vea se pierde un magnífico retablo de la condición humana que se desenvuelve en una de las ciudades con las más altas tasas de criminalidad de los USA, urdida en sus rudimentos por un periodista de sucesos que trabajo durante 12 años en uno de los periódicos de la ciudad y un ex-policía con 20 años de servicio en Homicidios.
A lo largo de sus 5 temporadas, cuyo interés asciende en un crescendo de adicción, se examinan la actividad policial, la de los traficantes, la de los yonkis, la de los contrabandistas, la de la educación, la de los políticos, la de la prensa... por la mera exposición de hechos, sin juicios ni moralinas y, lo que es mejor, los "buenos" no son necesariamente los ganadores y, o se adaptan, o acaban marginados por el sistema, en el mejor de los casos.
Quizá todos estamos demasiado acostumbrados a los potitos televisivos como para acordarnos de que en la vida real la mayor parte de las cosas hay que masticarlas para digerirlas.
Algo más tengo que decir "en mi descargo": Me puse a ver esta serie sin haber leído más crítica que la recomendación que hace Lorenzo Silva en La Estrategia del Agua y por ello no la vi a la defensiva, buscando argumentos para sobrevolar a la masa de borregos.