En el hospital, correteo detrás de mis tíos. Son dos. Uno lidera. Es delgado. El otro, que siempre me ha recordado a Paul Newman, le sigue. Es algo débil de carácter. Yo, en todo caso, pienso que sigo a Paul Newman.
No sé dónde vamos, pero no dejamos de recorrer pasillos y tomar ascensores. Subimos y bajamos. Todo está lleno de ancianos y patas de silla. Hay gente detrás de ventanillas. Son jóvenes. Hay colas de personas heridas. La cola es un largo reguero de sangre y virus y papeles en la mano. Mi tío líder lleva papeles en la mano. Los pone sobre mostradores, recibe sellos y copias; recibe formularios. Recibe respuestas confusas a preguntas confusas. El DNI de mi abuela va y viene de mano en mano, como un cuerpo de plástico donde viaja su alma.
De nuevo en la planta cuarta, doy un paso al frente, sobrepaso a Paul Newman y arrebato, sin mucho tacto, la carpeta de las manos de mi tío.
Quiero verla. Quiero leer cada papel, cada nota, cada firma. Quiero tocar eso.
Quiero ver dónde dice y cómo dice y quién dice que mi abuela se ha muerto. Quiero saber qué es la muerte aquí, por escrito y dictaminada. Quiero ver qué pasa cuando te mueres y tus familiares vagan por el hospital buscando respuestas confusas a preguntas confusas. Quiero leer la página final y clínica de una vida. Ver la resta.
La causa de la muerte ha sido: neumonía respirativa. La hora: 20.10. La edad: 97.000 años.
El DNI de mi abuela ha empezado a decir mentiras desde las 20.11.
El documento sigue sumando.
Sin embargo, todo es resta.
Ya queda menos.
ay
ResponderEliminarqué pena.
ResponderEliminarpor favor recibe mis condolencias.
Un abrazo. Bluff
ResponderEliminarGanbatte...
ResponderEliminar¡Ánimo Alberto!
ResponderEliminarÁnimo.
ResponderEliminarNo es cierto.
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