Me compré un libro y me fui de vacaciones. No me pondré muy profundo porque quién coño soy yo para decir qué, pobrecito de mí que en la vida he escrito nada. Pero bueno, ya que estamos, igual hasta te interese algo mi opinión. Te reproché de “Trenes hacia Tokyo” esa permanente necesidad de demostrar tu brillantez, ese talento que se te sale por los poros, algo que en la primera parte de “El talento de los demás”, mira tú por dónde, eché en falta. No me aclaro. El concurso de los prestidigitadores me pareció soporífero y no entendí muy bien a qué venía, pero bueno; luego, ya en la segunda parte -en la que te reconocí más- caí en la cuenta de que el mayor porcentaje de tus esfuerzos por resultar brillante lo invertiste en esta ocasión en la estructura de la novela. Claro. No cuento nada de eso porque para mí es la principal gracia del libro y encima es lioso de explicar. La segunda parte me gustó más que la primera y la tercera más que la primera pero menos que la segunda, si bien la escritura de quien se supone que la escribe no casa para nada con el manifiesto recargado y burdo que ella misma escribe en la segunda parte, no se percibe como escrito por una misma persona, pero ya me dirás tú qué tontería digo, si habiéndolo escrito todo en realidad una misma persona, o sea tú, la escritura es muy distinta en las tres partes. Muy curiosa la novela, muy curiosa la última parte, parece reciclada de otro sitio, metida ahí con calzador porque te da la gana, pero un ejercicio muy interesante y logrado también. Sin embargo, al final, lo peor de la novela, lo que en verdad me ha herido, lo que me ha hundido en la caca, maldito cabrón, es que también yo soy teleoperador, teleoperador no tan rodeado de talento desperdiciado como Mario, pero teleoperador al fin y al cabo, y lo que es peor: contrabajista fracasado. Teleoperador y contrabajista fracasado. Un drama.
A lo mejor voy...
ResponderEliminara lo mejor yo también
ResponderEliminarqué ilusionante, h.! me encantaría ir
ResponderEliminarSeguro que te dan permiso en el correcional, DM, niña mía, criminalita.
ResponderEliminarJo, la Gopegui, qué lujo.
ResponderEliminarVente.
ResponderEliminarYo no me lo pierdo, H.
ResponderEliminarLastima que este tan lejos, pero felicidades my dear Hikiko.
ResponderEliminarGracias, pero 400 km son muchos para un miércoles.
ResponderEliminarYa tengo el libro, así que le entraré sin presentaciones.
Como debe ser. Si tuviera un prólogo te aconsejaría que lo arrancaras.
ResponderEliminarMe cae lejos, no voy a poder venir.
ResponderEliminarMe compré un libro y me fui de vacaciones. No me pondré muy profundo porque quién coño soy yo para decir qué, pobrecito de mí que en la vida he escrito nada. Pero bueno, ya que estamos, igual hasta te interese algo mi opinión. Te reproché de “Trenes hacia Tokyo” esa permanente necesidad de demostrar tu brillantez, ese talento que se te sale por los poros, algo que en la primera parte de “El talento de los demás”, mira tú por dónde, eché en falta. No me aclaro. El concurso de los prestidigitadores me pareció soporífero y no entendí muy bien a qué venía, pero bueno; luego, ya en la segunda parte -en la que te reconocí más- caí en la cuenta de que el mayor porcentaje de tus esfuerzos por resultar brillante lo invertiste en esta ocasión en la estructura de la novela. Claro. No cuento nada de eso porque para mí es la principal gracia del libro y encima es lioso de explicar. La segunda parte me gustó más que la primera y la tercera más que la primera pero menos que la segunda, si bien la escritura de quien se supone que la escribe no casa para nada con el manifiesto recargado y burdo que ella misma escribe en la segunda parte, no se percibe como escrito por una misma persona, pero ya me dirás tú qué tontería digo, si habiéndolo escrito todo en realidad una misma persona, o sea tú, la escritura es muy distinta en las tres partes. Muy curiosa la novela, muy curiosa la última parte, parece reciclada de otro sitio, metida ahí con calzador porque te da la gana, pero un ejercicio muy interesante y logrado también. Sin embargo, al final, lo peor de la novela, lo que en verdad me ha herido, lo que me ha hundido en la caca, maldito cabrón, es que también yo soy teleoperador, teleoperador no tan rodeado de talento desperdiciado como Mario, pero teleoperador al fin y al cabo, y lo que es peor: contrabajista fracasado. Teleoperador y contrabajista fracasado. Un drama.
Un saludo y mucha suerte en la presentación.
Muchas gracias por tu reseña, Dimitrius. Me ha parecido bastante razonada, así que no te disculpes.
ResponderEliminarLamento que no hayas disfrutado del libro.
Un saludo