Javier Marías ha publicado hoy un artículo (LINK) en el que resume (curiosamente de forma más extensa que en la ocasión precedente) sus puntos de vista sobre propiedad intelectual y descarga de contenidos con copyright, al hilo del reciente fracaso legislativo de la ministra de Cultura. Suscribo al 100% sus argumentos.
Sin embargo, un punto de su discurso me ha recordado una loca idea que tuve hace no mucho y que ya apuntaba en el post anterior. La vesánica ocurrencia es esta: yo tengo más talento que Javier Marías; digamos que dos o tres veces más.
Como saben los que me siguen, pocas cosas me obsesionan con tanto infantilismo como el estatus, o dicho a la pata la llana, quiénes son tus padres. No es infrecuente que, cuando alguien lleva a cabo una proeza de algún tipo, ya sea artística, deportiva o empresarial, mi admiración primera por esa persona baje muchos enteros si acabo por saber que, como pintor genial, tenía un padre también pintor, y no malo, como tenista destacado, tenía un padre entrenador de tenis, y como empresario deslumbrante, ostentaba un abolengo de empresarios invictos y avezados.
La ocasión en la que se me ocurrió el disparate que encabeza este post tiene que ver con Derrida, al que no he leído. Al parecer, fueron sus ideas las que hicieron a las universidades americanas privilegiar a una poeta lesbiana de Zimbabue por delante de Faulkner, prelación sostenida por el hecho de que las coordenadas donde se inscribe la poeta antedicha sugerían una obra final que, siendo o no mejor que la de Faulkner, sería desde luego distinta, hablaría de cosas de las que Faulkner no hubiera sido capaz y, sobre todo, desde un lugar al que ni Faulkner ni ningún otro genio blanco occidental (heterosexual) podría aportar nada.
Esta herramienta de criba, sistema de selección, modo de leer la literatura, me ha parecido siempre demencial, pero le debo, como apunto, la ocurrencia de pensar esto: no medir a un artista por el punto al que ha llegado, sino por el punto de partida.
No me cabe duda de que la situación de Javier Marías no carece de sinsabores, siendo el más localizable de ellos el de la sospecha continuada que se les aplica a los hijos de (lo han tenido fácil, a huevo) y el más freudiano de los mismos, el de que han de intentar constantemente superar a sus padres para acallar la maledicencia (de gente como yo, por ejemplo).
Sin embargo, de lo que no tengo dudas es de la situación en la que yo he estado, estoy, estaré, y tantos otros, muchos más, de los que, como es mi caso, han tenido la retorcida idea de pensar que podían escribir libros, hacer películas, cantar o pintar sin que en su familia hubiera precedentes ni guías, ni, muchas veces, libros siquiera.
Bautizo como "conocimiento activo", lógicamente enfrentado a otro "pasivo", a todo el saber al que uno ha llegado por sus propios medios. En mi caso, y en el de tantos otros, muchos más, ese "conocimiento activo" es la totalidad de mi conocimiento.
Esto quiere decir que yo nunca he localizado en mi memoria un dato cultural que supiera sin saber que lo sabía, y mucho menos sin saber que muchos otros, tantos, no lo sabían. En un ejemplo sencillo: una amiga mía habla de Heiner Müller con soltura, como quien nombra al presidente del gobierno o a Belén Esteban, en la creencia de que ese autor teatral es de sobra conocido por todos. No lo es. Pero, en este ejemplo concreto, sucede que mi amiga tiene un padre director de escena, que durante la infancia de ella organizaba ciclos completos de Müller en salas de centros culturales. Me imagino el cuadro: papá llega del trabajo y, durante la cena, habla de Heiner Müller, de sus obras, de los problemas que ha tenido con un actor y de asuntos semejantes. La niña, sin darse cuenta, acaba sabiendo algo tan simple como Heiner Müller=Teatro, del mismo modo que todos, y ella también, supimos en las cenas Mayra Gómez Kemp=Un dos tres, o Danone=Yogurt.
Sí, ya veo rugir comentarios anónimos despectivos contra mi padre. Los aprobaré, no se asusten.
El caso es que, en su artículo, que no lo dije, Javier Marías va y afirma que todos los artistas parten del mismo punto, que es cero, no como los herederos, dice Marías, de empresas o zapaterías, que, claro, tienen esa empresa, esa zapatería desde la que ser fácilmente empresarios y vendedores de zapatos.
Pues no.
La diferencia, las diferencias, que se me ocurren entre la situación de Javier Marías y la del que esto escribe son muchísimas. Muchas más de las que, probablemente, Javier Marías podría siquiera imaginarse.
Al conocimiento pasivo del que él ha disfrutado, y que le permitiría, supongo, saber quién es, y en detalle, Ortega y Gasset desde sus siete años (de Marías) hay que unir otro elemento, casi escénico, del que he tenido conocimiento, como quien dice, también hace poco.
Un ejemplo. Me reúno, a veces, con un señor que hace películas, que escribe guiones pero que, de vez en cuando, dirige películas. Tomamos café y hablamos y todo parece desarrollarse de un modo natural entre dos personas con cierta afinidad cultural y creativa. Sin embargo, en un momento dado, algo en mi interior (perdón por el cliché) da una campanada y de pronto se me encabritan los nervios al pensar: estoy con alguien que dirige películas. Tal cual.
Estoy con alguien que dirige películas. Estoy con alguien que escribe novelas. Estoy con alguien que dirige un periódico. Estoy con un ministro. Estoy con Enrique Vila-Matas tomando café. Estoy con ellos.
¿Quiénes son ellos? Ellos son los que uno siempre ha visto lejos, detrás de pantallas fantasmáticas, pantallas de televisión, páginas de periódicos y revistas, solapas de libros, títulos de crédito... Ellos, gente que hace las grandes cosas, que tomas las grandes decisiones, que vive en el cogollito motor de un país, de una cultura, de la Historia.
Aquí es cuando un comentarista dirá: ¡complejo!, ¡acomplejado!, etc. Lo aprobaré, no hay problema.
Es este elemento el que me permite tildar de pura demagogia, por ejemplo, el artículo de Amador Fernández-Savater sobre esa cena con la ministra y Álex de la Iglesia y otras personalidades rutilantes de nuestra cultura. Es obvio que siendo hijo (con todos mis respetos, Amador, si lees esto) de un filósofo de gran prestigio, fama y trayectoria, Amador habrá tenido más de una ocasión de ver pasar por su casa y su monopatín a ministros, premios Nobeles, cineastas y mentes preclaras de todo tipo y condición. En su artículo da a entender a la gente que él también es gente (me acordaba de la canción de Calle 13, cuando dice: "yo no soy calle, pero mira, tú tampoco eres calle") y que eso de cenar con una ministra es una situación como nunca antes había conocido, aterradora, incómoda, fatal.
Su artículo se titulaba La cena del miedo, pero estoy seguro de que Amador no sabe realmente lo que es tener miedo de la presencia social de otros, de lo que es no poder ser lo que quieres ser porque nadie a tu alrededor lo es, y los que lo son no pasan por tu casa; de lo que es pensar: quién soy yo para escribir un libro.
También pienso a menudo, dentro de este contexto, en Jonás Trueba (un saludo, Jonás), director de cine que, cuando no sabía ni lo que era un plano secuencia (lo imagino sabiéndolo sin saberlo a los 10 años) veía en el vhs de su casa películas de José Luis Boráu (en un poner) con José Luis Boráu al lado (iba a poner: al lau), comprendiendo así que los directores de películas son gente que, de vez en cuando, también acuden al cuarto de baño, así que no hay que tenerles miedo.
Un comentarista podrá decir: paleto, medroso, pringao. Se agradece.
Porque vamos a la siguiente, y casi última, vuelta del camino de esta tesis. Hablo del "clasismo cultural". Me adjudico la etiqueta, el concepto, mientras un lector no me demuestre lo contrario, vamos, que alguien lo dijo antes que yo.
El clasismo, como sabemos, es el desprecio por las personas que, por nacimiento, tienen menos dinero que tú, menos educación y menos contactos sociales de altura. Al parecer, todos entendemos como objetable el "clasismo", ese desprecio a la criada, al camarero o al simple señor que no pudo hacer nada más para ganarse la vida que barrer la calle o limpiar zapatos.
Sin embargo, se lleva mucho, y con cierta impunidad, el clasismo cultural. Un ejemplo: Javier Marías, en alguna de sus novelas, ataca con fiereza a los españoles que hablan inglés chapuceramente, hablantes mediocres de otro idioma que localiza con facilidad, afirma en el libro, porque recurren incesantemente a la coletilla: you know? (disculpa mi pronunciación, Javier).
Entiende uno que Marías, cuyo padre dio clases en Estados Unidos (vivían en la misma casa que ocupó, años atrás, Vladimir Nabokov: conocimiento pasivo Nabokov=Literatura), no tuvo excesivos problemas para acceder a una formación idiomática esmerada, y que, aunque lo sepa, no es capaz de comprender que otras personas no recibieron llovida del cielo la competencia lingüística de la que él presume.
"Cuando sientas deseos de criticar a alguien” -fueron sus palabras- “recuerda que no todo el mundo ha tenido las mismas oportunidades que tú tuviste", El Gran Gatsby.
Como muestra de flagelación pública, hablemos de "clasismo inverso". Defino clasismo inverso a aquel que practicamos algunas personas con otras de clase social superior, movidos por el prejuicio (complejo vuelto contra sí mismo) y las ganas de tocar las narices. Así las cosas, acuñemos rápidamente (copyright) el término "clasismo cultural inverso", que se define como el desprecio por la ignorancia de los que no tienen excusa para ser ignorantes, como es el caso de esos directores de cine español que no saben quién es Kim Ki-Duk y lo afirman alegremente, o esos escritores reconocidos que ni se han molestado en leer a más de dos o tres comtemporáneos suyos.
Cierro afirmando que he leído todo lo que ha escrito Javier Marías, y que le tengo por uno de los mejores escritores españoles de los últimos treinta años; que he visto Vete de mí, de Jonás Trueba, y que me encantó; que uno de los libros que edita Amador en Acuarela ha sido muy importante para la novela que terminé en noviembre, y que además lo cito por extenso en mi texto (existe el derecho de cita, pero con Acuarela hay barra libre copyleft); pero que hay días, como he titulado y he dicho varias veces en este post tan cándido, que pienso en mí, pienso en el talento, pienso en lo difícil que es que el talento sortee los obstáculos sucesivos que buscan malbaratarlo, pienso en que mi talento ha tenido que sobrepasar muchísimos más obstáculos para hacer novelas muchísimo peores que las de Javier Marías de los que ha tenido que sobrepasar el talento de Javier Marías, y concluyo que, así a ojo, mi talento ha tenido que ser el doble o el triple que el de Javier Marías, y que si he llegado hasta aquí he llegado lo más lejos que he podido y que me han dejado, aunque sepa que así, justamente así, no se va a escribir la Historia.
Al menos, Alb, tú tienes talento, y lo has demostrado con creces,algunos sólo alcanzamos (tras formarnos por nuestra cuenta)a tomar conciencia de la distancia social e intelectual que nos separa de esos "afortunados". Snif.
ResponderEliminarMuchos te envidiamos y nos sentiríamos la mar de intimidados a tu lado, que escribes novelas, joder!
La zombie girl
Grandísimo, Alberto.
ResponderEliminarR.
Debo haber "vendido" más de cincuenta ejemplares de esta novela. La he recomendado y obsequiado a amigos y familiares. Tal vez algún día pida una comisión al autor.....
ResponderEliminarHace ya años que escribí a Javier Marías agradeciéndole el que me hubiera provocado de nuevo la necesidad de leer. Me respondió dedicándome una de sus novelas que guardo a buen recaudo.
He leído "Mañana en la batalla piensa en mí" varias veces y cada una de ellas, me supone un nuevo hallazgo. Me siento absolutamente identificado con su forma de contar, de narrar....Esa permanente posibilidad de tomar una decisión desacertada, las consecuencias que ello acarrea en otras personas y en uno mismo.....
Sin duda una novela que hay que leer.
Gracias por sus novelas, Sr. Marías.
lmrg,. GRANADA.-
A Javier Marías le otorgarán el premio Nobel y no por llamarse Marías como su señor padre.
ResponderEliminarAlgo debió de ayudarle su apellido al principio, pero ese algo se vuelve inmediatamente en contra si no lo demuestras ampliamente y de forma continuada.
Marías escribe de una forma que te hace vibrar y eso no lo consigue un apellido.
A veces, cuando lo estoy leyendo, debo parar para no sentirme abrumado por lo que cuenta pero sobre todo, por cómo lo cuenta.
Un cordial saludo desde Granada.-
Yo esto lo pienso constantemente antes de dormirme. De hecho, además de que en las últimas dos semanas no ha cenado ningún premio Nobel en mi casa, he tragado con una de las peores educaciones que una persona puede concebir. Este pensamiento lo tengo, por ejemplo, cuando, al sacar un nueve en un parcial encuentro que otro que ha sacado la misma nota que yo es hijo de un profesor de Química. Muchas veces lo pienso con estas palabras: "necesito tener tres veces más cerebro que tú para sacar la misma nota que tú." Es uno de mis pensamientos recurrentes. Me encanta cuando me encuentro a alguno que se jacta de tocar un waltz de Chopin que yo necesité adaptar con once años a un cutre teclado Casio de cuatro octavas sin haber tomado clases de piano ni haber tocado un piano de verdad en mi vida. Las grandes estrellas del rock indie: a aquellos que sus padres les compraron una Stratocaster con quince años y se quejan de que los demás no comprendemos su excelso arte, que ojalá vivieran en Inglaterra.
ResponderEliminarTe recomiendo una entrada del blog de Jimina Sabadú, "Gema" se titula, en la que hace una gran reconstrucción psicológica (Dostoievski total) de una chica que llega a un nivel de perfidia tal que, al no haber podido ir a un colegio privado y haberse criado en una urbanización de lujo como su autora, acaba desarrollando un irrisorio gusto por las discotecas de extrarradio y la ropa del Bershka, en lugar de irse de vacaciones a Londres y comprar ropa "vintage" en tiendas dedicadas de Malasaña. Yo le dejé un comentario dándole la razón, que sólo la gente dedicada a cosas importantes como la moda y el cine deberían tener derecho al voto, que lo de dedicarse a diseñar motores de avión y no saber de libros es una cosa de lo más hortera, que pasarse el día leyendo y viendo películas es la única ocupación razonable en una persona de inteligencia excelsa, y por último le felicité el año. Después dijo que no iba a admitir más anónimos estúpidos e hirientes que, en su furibunda maldad, no pensaran igual que ella, y supongo que por mi mala costumbre, tan distinta a la de ella cuando publica en revistas serias con su auténtico y castellano nombre Jimina Sabadú, de no poner mi dirección y mi DNI en mi perfil de Blogger, borró mi comentario.
:_________(
(Esto es una carita triste).
(También intuyo que no colgarás este comentario por aquello de le disteis un premio hace poco y de no mentar a terceros, pero me importa un poco una mierda XD).
No suelo hacer esto, pero,
ResponderEliminarhttp://elblogdeoche.wordpress.com/2010/11/19/a-vosotros/
Lo suyo sería que Javier Marías leyera el post(el tuyo).
Un saludo.
Es indudable que creer en tu talento, perseguirlo y hacer de el algo mas grande que una simple aficion siempre ha sido asunto arduo, pero doblemente si uno nacio en España, de padres obreros, aprendio el ingles de la egebe y en casa no habia dinero mas que para comprar ropa dos veces por temporada.
ResponderEliminarPor otro lado el talento se lleva bastante mal en nuestro pais, vamos, que no se aprecia lo suficiente. En Estados Unidos seran lo que quieran pero al echar un vistazo a la biografia de muchas de sus primeras figuras literarias te encuentras con frecuencia casos que vienen directamente de la fabrica y de la miseria ( Dos Passos, Poe, Carver, Jack London, Faulkner) por citar a unos cuantos. Me gusta mucho que hayas escrito sobre este asunto, porque es importante y creo que ahoga- como minimo- a muchos jovenes talentos en España. Estoy segura de que a Javier Marías le gustaria leerlo, hasta es probable que diera pie para una proxima columna de las suyas. Pero creo que el sr. Marías no lee blogs o nada parecido. Lo que es una lastima.
Todo esto equivaldría a alterar la fórmula "velocidad = espacio ÷ tiempo", en la que la velocidad sería el talento; el espacio, los padres y el tiempo, supongo que se queda igual. ¿No es así?
ResponderEliminarBrindo por este post matemáticamente impecable.
Esperemos que el contenido del libro de Acuarela te lo hayas leído mejor que la licencia copyleft que tiene, y que no es precisamente "hay barra libre", como aseguras, pues te obliga a citar la autoría. Como Javier Marías, que desde niño sabrá pasivamente quién fue Nabokov, en esto os hacéis el mismo lío al confundir Copyleft con copia sin condiciones, piratería con descargas, páginas de enlaces con páginas de almacenamiento, ilegalidad con ilicitud,gratis con libre, derechos de autor con propiedad intelectual, etc. Un poco de más rigor serviría para tomaros en serio. Así ni modos.
ResponderEliminarAnónimo. Sois muy pesados, permite que te lo diga. Os enseñan cuatro palabras inventadas en una sala de la tabacalera y os creéis capacitados para ir enmendando la plana por cuatro palabras que sabéis, inventadas.
ResponderEliminarPor si no te has enterado aún, desde Homero existe, no ya el derecho, sino la práctica de copiar y pegar y repegar y recopiar y reformular y plagiar a cualquier escritor como te venga en gana. También es bueno que leas a Shakespeare, uno de los autores más plagiarios de todos los tiempos (William, apunta).
Copyleft. Por dios.
Pues tienes toda la razón y no estás solo en tus obsesiones. Uno acaba adquiriendo un olfato de hurón (que no sé si lo suyo es olfato) para detectar en cualquier entrevista el detalle delator, esa frase que desenmascara la ventaja cultural con la que algunos cuentan de partida. Puede ser una evocación del abuelo, tan simpático, que viajaba a menudo a la India, o ese libro tan leído en la infancia que el padre había traído del París del 68, o incluso un emblemático rascacielos que diseñó el bisabuelo, barbudo arquitecto. Y dos de estos tres ejemplos están sacados de casos reales. Porque, aunque tal vez quede mal subrayarlo, muchas de estas ventajas culturales están bonitamente emparejadas con ventajas económicas: los bisabuelos que leían a Schopenhauer también solían tener zapatos. Soy un resentido, qué le voy a hacer.
ResponderEliminarGran post. Aprovecho que has dado cuerpo a una idea que continuamente me rondaba para felicitarte por tu blog.
ResponderEliminarDe mi infancia solo puedo decir que aprendí todo lo que no se debía hacer, el resto tuve que aprenderlo por mi cuenta y riesgo. Ahora que soy profesor, y que doy clases en "buenos" institutos, tengo ese mismo sentimiento que tan bien describes. Lejos queda el resentimiento, me agrada poder contribuir a la formacion de jovenes mentes, pero siempre queda esa sombra que nos recuerda lo que nunca tuvimos.
Espero leerte pronto en papel. (Mientras escribo acabo de decidir que quiero hacerlo, xD)
Donde yo me he criado, la cultura con mayúsculas -CULTURA- era usada como un arma arrojadiza, como una forma de someter al otro. Por eso, durante gran parte de mi vida, he odiado la CULTURA, especialmente a gente como Goytisolo, Onetti, Borges o Benet. Ya no. El camino ha sido largo. ¿Quiere esto decir que partía de menos 10? ¿Que si me hago lesbiana, me privilegiarán por encima de Vila Matas? ¿Que además del conocimiento activo está el conocimiento reactivo?
ResponderEliminarYo diría que no, que el talento nace donde le da la gana y luego sobrevive como puede.
Que al final, solo la obra, todo cabe en una obra, de hecho nada escapa, ni el talento ni la experiencia de cada uno.
Saludos,
Barb.
Hola de nuevo, soy el anónimo que debe leer a Shakespeare. Me llamo Jaime, sorry por no haberme presentado y sorry por no haber estado nunca, todavía, en tabacalera, pues apenas llevo un mes viviendo en Madrid. De verdad, me parece un poco cutre que pretendas reducir a ciertos espacios a quienes no piensan como tú, sobre todo porque te suelo ver por los Tipos.
ResponderEliminarComo dijo tu amigo William: "Cuidado con la hoguera que enciendes contra tu enemigo; no sea que te chamusques a ti mismo. ", y no creo que se refiriese a un aviso de Google antes de acceder a alguno de tus blogs
Un post valiente e impecable. Creo que por cortesía sólo hablaste de las ventajas culturales de ser "hijo de" y no de las ventajas prácticas. Javier Marías es un escritor excelente, pero no creo que haya tenido mayores problemas para publicar en Anagrama, o al menos, para que su manuscrito haya sido leído con atención (después de una lectura casera y consejos de su padre y de algunos amigos de la familia, supongo), ni para que los críticos reseñaran su obra, ni etc.
ResponderEliminarMe sorprende cuántos anónimos reivindican la calidad literaria de Marías, cuando tú nunca la pones en duda. Al contrario, la ponderas.
Un post brillante, pero faltan datos sobre ti. Habría que conocer si tu padre es empresario u obrero. Si has estudiado en colegio publico o privado etc, para una comparación con la de Javier Marías, de quien sabemos todo.
ResponderEliminarJaime, me alegra ver que sigues el manual: punto 7. Aplicar la expresión "reducir a" a cualquier cosa que diga el otro.
ResponderEliminarSaluda en Tipos infames, la próxima.
Gracias por los comentarios.
Hola que tal. He tenido a bien leer su artículo, a raíz de un enlace que se encontraba en una opinión sobre el artículo que usted comenta.
ResponderEliminarDespués de intentar comprender el porqué de esta crítica, he llegado a una conclusión, tal vez no la acertada, no obstante me dispongo a compartirla con usted. En lo que se refiere a su artículo, el sentido del mismo se va diluyendo en una vorágine de auto confirmación y vanagloria de su ego. Con todos mis respetos considero que la excelencia comunicativa, no se vasa en la complejidad o el grosor del texto, sino más bien en la capacidad de transmitir una idea, de transmitir un concepto, una historia, de la forma más clara, amena e interesante para el lector. Eso de vivir de rentas heredadas son un escudo para la crítica sinsentido y estrambótica de la que usted hace gala.
Es evidente que Marías lo ha tenido mucho más fácil que uno, sí. Y que Nabokov cazaba mariposas y su mujer le mecanografiaba las novelas por triplicado, y tal y cual. Y que la burguesía y las revoluciones y los príncipes anarquistas y Ana Belén y nosequé nosecuántos. Constatar todo eso -una verdad tan evidente como la que formulas- puede ser útil en algún momento puntual para subirnos la autoestima. Ahora bien: no me creo que no seas consciente de que ese "A mí nadie me ha regalado nada" que hay detrás de lo que escribes es rotundamente falso, al menos para todos aquellos que, como tú o como yo, formamos parte de una (de otra) élite: la de todos aquellos que tienen un ordenador o han podido estudiar en una universidad pública. Menos discursito victimista y egocéntrico, por favor.
ResponderEliminarOh, me alegra que sigas aquí y no te hayas trasladado a Somalia con tu blog ;)
ResponderEliminarQué bien traído lo de "conocimiento pasivo", ahora tan a la última con lo de "fumadores pasivos" y eso.
Alberto, lo que cuentas te hace triplemente (o más) admirable.
De verdad te lo digo.
Un besazo y gracias a tí, siempre.
E.
Acomplejado!!!!! envidioso!!
ResponderEliminarDiálogo entre Savater 1 y Savater 2.0 en un plató tipo Tele 5 (drama paternofilial, careo moral):
ResponderEliminar-¿Y para eso escribí un libro para ti? No has entendido nada.
-Papá, el día que me caí de la bicicleta en vez de darme un chupa-chups me diste una cita de Cioran, tú eres el que no has entendido nada.
-Hijo mío, ¿pero tenemos que hablar esto delante de toda España? El medio corrompe el mensaje.
-¿Qué pasa? ¿te avergüenzas de mí?
-Con esas tonterías que escribes, hijo, ¿qué quieres que te diga?
-No te pongas paternalista conmigo.
-Pues tú me diras, si no me pongo paternalista yo.
-Siempre la gracieta, siempre igual, no te tomas nada en serio.
-¿A qué tienes miedo, Amador, dímelo? ¿Qué tienes en la cabeza?
-Qué no me psicoanalices, "papa", qué me cago en Lacan y en Cioran y en la filosofía occidental vertical y opresiva. Lo que yo tengo en la cabeza es la libertad absoluta, la caída del capitalismo, la caída de lo viejo, la caída de la opresión.
-Yo creo que es más la caída de la bicicleta.
Un guionista.
NO estoy de acuerdo. El ser hijo del pesadote del Marias filósofo, un mero anotador de Ortega, es un lastre para javimari, tan buen novelista como pésimos columnista
ResponderEliminar¿Y qué tiene que ver ese conocimiento pasivo con el talento? El talento en mi opinión es el factor x, lo que no depende de la genética o el entorno, es decir, nada que ver con de quién eres hijo.
ResponderEliminarAlberto, tambien hay personas que tienen que empezar desde un nivel mucho más bajo que el que tu mencionas de hijo de obrero sin libros en su casa. El hijo de un empresario facha que considera que la cultura no sirve para nada, y las veleidades literarias de su hijo son mariconadas, que si sabes idiomas pero no vendes, eres un tonto con idiomas, que si su hija quiere ser actriz, el padre piensa que en el fondo es una puta o que como desconoce el mundo de la farándula no se da cuenta de que solo la querrán como tia buenorra que se despelote...
ResponderEliminarNo te hagas la víctima, peor lo tengo yo (al menos, el punto de partida)
Saludos
Apunte a vuelapluma (contestando a un comentario): dudo cada día más de que el talento nos venga caído del cielo, ante la evidencia de que tantas personas realizan actividades artísticas vistas en su casa, en lugar de, simplemente, "otras", cosa nada difícil: J. Trueba podría haber sido músico, J.Marías cineasta y así...
ResponderEliminarLa venganza y el resentimiento son un acicate , al menos para mí. Intentar demostrar algo. Primero a los que te despreciaron , luego a tí mismo. Descubres al final que poco importa porque te mueres igual hagas lo que hagas con más rabia acumulada, pero con la esperanza de ser un fantasma vengativo.
ResponderEliminarEsperanza vana compartida por millones antes que tú. Lo que hay.
La que has liado Alberto jajaja, si no te queman es por que eres mu grande Alberto.
ResponderEliminarEnhorabuena maestro, al que le pique que se arrasque.
Tienes suerte que la gasolina no la vendan suelta.
Abrazos.
¿Y cuál es ese lugar al que has llegado, Alberto Olmos? ¿Has alcanzado el éxito? Oh, ¡qué cándido y humilde eres!
ResponderEliminarO sea que la mediocridad se explica porque no somos hijos de Julián Marías. Qué bien, qué bien ser así y poder justificar de esta manera el nivel de tu escritura. Y cito:
pienso en que mi talento ha tenido que sobrepasar muchísimos más obstáculos para hacer novelas muchísimo peores que las de Javier Marías de los que ha tenido que sobrepasar el talento de Javier Marías, y concluyo que, así a ojo, mi talento ha tenido que ser el doble o el triple que el de Javier Marías, y que si he llegado hasta aquí he llegado lo más lejos que he podido y que me han dejado, aunque sepa que así, justamente así, no se va a escribir la Historia.
Gracias, J.
ResponderEliminarNogal, asumo que habla sin haberme leído. Pero gracias por su opinión.
Todo lo que dices es verdad, pero, desgraciadamente y por cruel que parezca, lo que cuenta es el resultado. Y lo que debes hacer como autor es escribir algo que demuestre que realmente (y no porque lo afirmes en el título de este post) tienes más talento que Marías.
ResponderEliminarSe indica ya en todo el tono del post que hablo desde una tesis juguetona, "demencial".
ResponderEliminarSí, ya sé que es irónico. Lo de demostrar que eres mejor que Marías lo digo porque me da la impresión de que te conformas con la inmediatez de Internet. Y porque además de los escollos debidos a injusticias varias, a veces hay que superar la propia pereza o la propia falta de ambición.
ResponderEliminarVete de mí no es de Jonás Trueba.
ResponderEliminarPor fin un puto escritor del establishment (psch.. psch.. por ahí le anda) que se atreve a decir que Jaime Bayly es un genio.
ResponderEliminarY tenía que ser tu amigo Juan, nuestro amigo Juan; el cabrón de nuestro amigo Juan.
Juanito, majo, abrete los comentarios del blog, que si no te van a acabar saliendo telarañas en el ego.
Un abrazo!.
Jonás Trueba fue el guionista, lo que me vale lo mismo.
ResponderEliminarHola Alberto. Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, comento tu post en mi blog: japariciobelmonte.blogspot.com
ResponderEliminarYo venía a felicitarte el cumple (con retraso, lo sé) y mira con lo que me encuentro.
ResponderEliminarNo suelo leer la columna de JM, porque me cae bastante mal, aunque ayer la leí casualmente.
Coincido plenamente con lo que dices de qué no todos partimos del mismo punto. Yo crecí en una casa llena de libros, por lo cual no tiene el menor mérito que haya leido unos cuantos o sepa quien es Herman Hesse. Es lo mínimo. De hecho, si no hubiera perdido el tiempo haciendo tantas chorradas, tendría muchos más conocimientos de los que tengo. Nadie empieza del mismo punto, ni los artistas, ni los empresarios: Nadie. No soporto a la gente que no valora la suerte que tiene. La gente que tiene acceso a todo y escoge telecinco. Y no solo hablo de cultura...
No sé si dos o tres veces más talento que JM pero Alberto tú de talento vas sobrado
Felicidades, gran post. besos
Alberto, ¿Te consideras un obrero de la escritura? Yo te veo así. Y creo que debes sentirte orgulloso. Yo me solidarizo contigo, te entiendo perfectamente y me encanta todo lo que escribes.
ResponderEliminarSalud.
Clea
hola, seguimos con Javier Marías a vueltas...
ResponderEliminarHace tiempo leía sus artículos en el suplemento del país porque me gustaba el tono de cascarrabias con el que se despachaba contra lo que tuviese enfrente. A veces estaba de acuerdo con él, porque a veces se enfadaba con razón (con mi misma razón), y otras no tanto.Pero en la lectura, a veces también, ocurría que tenía que esforzarme en poner al derecho una frase porque aunque la entendía, parecía estar ante un estado intermedio entre estructura profunda y superficial. La idea estaba ahí, pero la frase no había llegado bien construida a la superficie.
Por supuesto, pensé que eso eran solo cosas mías, hasta que tiempo después encontré una comentario crítico en un blog
http://gatopardo.blogia.com/2005/102802-un-nuevo-episodio-de-la-inveterada-envidia-hispana.php
que me hizo leer la fuente crítica original y entender que no todo se puede atribuir alegremente a licencias literarias.
http://neorrabioso.blogspot.com/2010/09/troya-literaria-198-manuel-garcia-vino.html
echa un vistazo a este último enlace por si te interesa...
saludos.
ah...leí algo más de Javier Marías que sus colaboraciones en el país, de lo contrario no me atrevería a hablar.
hola, he llegado hasta aquí a través de no sé que enlace y veo que se sigue con Javier Marías a vueltas. Hace tiempo que he desistido de poner en orden algunas de sus frases, a medio camino entre la estructura profunda y la superficial; de lo que cuenta en el país, ya lo leo como algo pintoresco; y sus libros, he leído Corazón tan blanco...( me dejé llevar por la historia hasta el final)y creo que ninguno más, cada una tiene sus gustos...
ResponderEliminartal vez puede interesarte este enlace, échale un vistazo:
http://neorrabioso.blogspot.com/2010/09/troya-literaria-198-manuel-garcia-vino.html
un saludo.
No leo prensa ya, ni en internet. La prensa está muerta, ese tipo de prensa...
ResponderEliminarMe entero de lo que suceden en el mundo por los blogs, por twitter y por la radio.
Voy directo al grano, si hay links.
¿Quién me ofrece el link del artículo de Marías, por favor?
Alberto, deberías habituarte (si te da la gana) a linkar los artículos, (j).
Ah, enhorabuena por la entrada. Esta supera a la anterior.
Supongo que hoy has comido. Mañana te invito yo.
Resulta muy difícil hablar de estas cosas sin que te tachen de envidioso. Ahora parece que todos somos de clase media y que hay oportunidades para todos y bla bla bla... pero es mentira. Sobre todo en el mundo literario: tener un amigo de un amigo que trabaja en una editorial equivale a la diferencia entre todo y nada. El talento va aparte, por supuesto. Yo a veces me animo a intentar publicar, no porque me crea genial, sino porque veo tanta mierda en forma de libros que pienso... joder, yo lo hago mejor que éste. No soy Faulkner, lo sé, pero mejor que éste, que tiene 10 premios, y tiene cierto prestigio y etc.... pues sí. El caso es que mi contexto es lo menos literario que existe, y no tengo ni idea de nada: mandé mi primera novela con 22 años a Planeta. Sí, a Planeta. Con dos cojones. Y ahora que sé un poco de que va todo esto, menos ilusiones tengo para enfrentarme a silencios postales eternos.
ResponderEliminarPor otro lado, alcanzar cierta cultura autodidacta en ciertos barrios obreros de clase baja es totalmente contraproducente. Uno tiene que crearse un disfraz, un doble vocabulario para sus allegados, esconder los libros y los manuscritos como si fueran contrabando... Mis padres sólo tenían 16 libros en casa: una edición de "El quixote", en francés (misterioso hallazgo de la infancia, nunca supe de dónde salió), una Biblia y una enciclopedia Sopena de 14 tomos. Mi padre pensaba que una enciclopedia era todo lo que un adulto debía leer. Mi madre fue la que compró la Biblia. Entonces uno lee "El extranjero" con 13 añitos y empieza a llevarle la contraria, no solo a sus padres, sino a absolutamente todo el mundo. Y ese mundo al que perteneces te da la espalda, y te quedas en tierra de nadie: en la universidad te miran por encima del hombro, en tu barrio eres el chico rarito al que no le gustan las motos ni el fútbol.
Supongo que de algo así es de lo que hablabas.
Perdón por la extensión. Un saludo.
Totalmente de acuerdo. Yo soy de los que no aprendió bien inglés porque sus padres le podían pagar, a duras penas, el instituto. He trabajado todos los veranos desde los 16 años y me he formado de forma autodidacta. Quien no esté de acuerdo con que el punto de partida es importante, probablemente es un hijo de papá. ¿Rencor social? Pues rencor social. Suscribo todo lo que dice el post y me siento muy identificado. Por otro lado, Javier Marías es tonto del culo, por muy buen escritor que sea. Sus opiniones en El país son lo más retrógrado que me he encontrado. Ni en intereconomía se atreverían a afirmar algunas cosas que él dice en sus artículos. ¡Pero si llegó a decir que los emails eran malos para la salud! Dios, hasta los digimon evolucionan ¿y él, tan listo, no es capaz?
ResponderEliminarUn € de limosna para Alberto. Por perspicaz.
ResponderEliminarNuevamente, gracias por los comentarios.
ResponderEliminarNada que añadir o matizar, salvo el asunto de la envidia. Soy cruelmente humano, y siento mucha envidia, pero no por Javier Marías, dado que él no está en mi liga.
Es algo muy obvio y no precisa más explicación.
Mi padre repartía barras de pan a las cuatro de la mañana y yo agotaba los fondos de la biblioteca del barrio y ganaba premios literarios pensando que algún día llegaría ESE editor.
ResponderEliminarPero no.
El apellido no suena.
¿Alguien me publica?
Al filo de este post, debo decir que los Premios del Tren (organizados por la Red de Ferrocarriles Españoles) casi siempre los ganan escritores de prestigio reconocido: el del 2010 lo ganó Vicente Molina Foix con un relato bastante malo, por cierto. Y es que el envío de relatos no es anónimo.
ResponderEliminarPor cierto, ¿la peli de David Trueba no es Todas las canciones hablan de mí?
Hay una directora nobel (o novel, de novata) que se llama Mar Colls y tiene Tres días en familia, dirigida a los 29. Es perfecta.
Al filo de este post, debo decir que los Premios del Tren (organizados por la Red de Ferrocarriles Españoles) casi siempre los ganan escritores de prestigio reconocido: el del 2010 lo ganó Vicente Molina Foix con un relato bastante malo, por cierto. Y es que el envío de relatos no es anónimo.
ResponderEliminarPor cierto, ¿la peli de Jonás Trueba no es Todas las canciones hablan de mí?
Hay una directora nobel (o novel, de novata) que se llama Mar Colls y tiene Tres días en familia, dirigida a los 29. Es perfecta.
Por cierto, lo de la cultura pasiva es una bendición, pero de ahí al talento... y al éxito sostenido e independiente del de tus predecesores, creo que hay un trecho bastante gordo.El talento es como el Alzheimer: una unión de predisposición genética más factores ambientales.
ResponderEliminarEnhorabuena, a ti lo primero no te falla, también me impondrías si te tuviera frente a mí tomando un pacharán!
Percibo sobre Marías (no sobre Baily) un equívoco fácil de deshacer, otra cosa es si os convence esto:
ResponderEliminar1) Marías es un excelente novelista; por ahora mejor que Olmos, que ya es decir, y que Baily,
2) Marías es un pésimo columnista.
No hay más que leerle
De lo que hablas en el blog es algo que todos, de una u otra forma, nos hemos planteado. Lo valiente es contarlo a sabiendas que, como buenos seres humanos que somos, serán pocos los que salgan a reconocer que quizás ellos también han pensado lo mismo, como es normal.
ResponderEliminarSi somos la sociedad de la "meritocracia" está claro que es normal, e incluso necesario, que nos cuestionemos el medidor del mérito; y el asunto, como creo que has intentado expresar, no es sencillo ¿qué tiene más mérito? ¿es igual tener una serie de conocimientos porque formaban parte de tu día a día desde el comienzo de tu vida que obtener el conocimiento peleándote primero con el entorno que te ha tocado vivir? Yo creo que no, pero calro, yo estoy en uno de los dos bandos, cómo todos, sólo que pocos consiguen (para mi gusto) hacer lo que has hecho tú en este post: reconocer en todos los sentidos.
A mí para ser la primera vez que te leo me ha encantado.
Sr.Olmos: quedando claro que tiene Vd. un fino sentido del humor, yo, que por mi parte también creo tenerlo, debo deducir del título de su artículo que, si tiene dos o tres veces más talento que Javier Marías, de haber tenido Vd. las mismas oportunidades que Marías, ya debería acumular varios premios nobel, puesto que, a la calidad de su trabajo, habría que añadir la ayuda de papá y de sus circunstancias.
ResponderEliminarVoy a leer algunas de sus novelas. Una vez lo haya hecho le daré mi opinión más sincera. Debe saber que el que yo sea admirador de Javier Marías, creo no me inhabilita en absoluto para valorar a otros muchísimos autores.
Cordiales saludos desde Granada.-
Gracias por los comentarios.
ResponderEliminarApunte: me pregunto por qué hay tantos "anónimos"; podríais poner "Juan" "María" "Perro9"... o algo.
Entiendo que hagas filigranas para criticar sin ofender, por lo que pueda venir. Pero la película guionizada por Trueba junior es un llamativo bodrio.
ResponderEliminarA Marías lo apadrinó al principio Juan Benet.
Eres un hombre del mañana, compartes la opinión de dos abueletes...
ResponderEliminarEl oportunista Javier Marías y el castrado moral Fernando Savater, a favor de la Ley Sinde.
Impresionante. Y eso es asi.
ResponderEliminarEstimado Jaime:
ResponderEliminarA Javier Marías no lo apadrinó Juan Benet cuando era un guayabito que hacía volatines, porque a Juan no le molaban los efebos. El que le dio su devoto interés, y para que no creyeran las malas lenguas que fuera meramente carnal, publicó su primera "novela" fue Jesús Aguirre, que campaba entonces como director de Taurus.
No creo que "Los dominios del lobo" se la leyera nadie: ni su padre, ni su editor y mentor. Y les alabo el gusto. Yo la leí porque no tuve más remedio.
Y aún no se lo he perdonado.
Al fin, encontré esto. Y encontré a Juan M.
ResponderEliminarUn día iré a esa Malasaña llena de meados y le pediré a uno que te conoce, y que te tiene en estima solo a medias, que nos presente.Y nos haremos amigos, y espero que te des cuenta no sé cómo coño pero que te des cuenta de que te hablo con el corazón. Y si en el futuro me preguntas si yo escribí este comment te diré que no. Y luego te diré que sí, pero ya dará igual.
Como lectora empedernida, sin más conocimientos filológicos que los adquiridos durante mi formación académica preuniversitaria, me gustaría opinar sobre la obra escrita de Javier Marías (pido de antemano perdón por la expesión, poco lucida, "obra escrita", pero es el modo menos ofensivo que he encontrado para denominar lo que hace este autor(?)). Javier Marías escribe mucho, su obra es extensísima, pública en una de las editoriales más importantes de este país y los críticos escriben maravillas sobre sus libros. Escritos que no son críticas: ora son "spoilers" ora meras alabanzas que no se sustentan en fundamentos filológicos ni literarios y que desprenden un tufillo a querido drugo bastante evidente. Si a estos factores le sumamos que despierta el fervor de casi todos los aquí presentes se podría llegar a pensar que lo que hace es literatura. Nada más alejado de la literatura. Lo que hace JM es verter palabras sin mesura, sin belleza porque escribe mal (¿alguien ha intentado leer un texto suyo en voz alta?); sin sentido, no crea un argumento verosímil ni lo contrario pero original o gracioso; no sabes que género te intenta vender en las tropecientas páginas que emborrona, porque no es novela ni poesía ni teatro (los peores diálogos que he leído en mi vida); sus reflexiones son tópicos y cuando quiere lucirse utiliza la obra de los demás cómo en Los enamoramientos, -¡Qué título, por Faulkner!- que se pasa medio libro intentando reflexionar y analizar a Dumas padre, innecesariamente porque no puede haber lectura que resulte más clarividente, más obvia... Podría extenderme en mis opiniones, pero no me quiero hacer pesada, aunque me gustaría decirle a Alberto que seguro que tiene más talento que JM, que no lo desperdicie leyendo una obra que nada le va a aportar pudiendo leer a Faulkner, Cervantes, Pío Baroja, Heinrich Böll, Galdós, Quevedo, Fitgerald, Sófocles, S. Zweig, Steinbeck, Tolstoi, H. Hesse, Conrad, Lorca, Tenesse Williams, Onetti.....
ResponderEliminarComo filologo y profesor de lengua y literatura me alegro infinitamente de ver que hay lectoras como María: la esperanza de que existan personas como tú es el aliento de los escritores, profesores o enamorados de la Literatura. Además, coincido plenamente con tu juicio sobre Marías: insufrible.
EliminarEn cuanto a lo del talento..., creo que tiene poco que ver con el linaje. Lo que sí es verdad es que tener dos o tres veces más talento que J.Marías no parece difícil. A lo mejor hasta le ha perjudicado al pobre vivir entre tanta brillantez.