La Historia de la Literatura Española se inició en 1998, cuando yo publiqué A bordo del naufragio. De mis fortunas y adversidades. El hecho de que toda la Literatura Española gire en torno a mí es una gran responsabilidad, pero también la ocasión de sentar cátedra inamovible sobre un asunto que es mejor no dejar en manos de filólogos, profesores universitarios, críticos u otro tipo de ignorante.
Si bien yo inauguré la Literatura Española, antes de mí estaba muy extendida la lírica popular, que vivió su momento de esplendor entre 1994 y 1998, y cuyo legado literario ha sido conocido como el Kromancero.
El kromancero toma su nombre de la obra Coplas del Kronen (Jose Ángel Mañas, 1971-2089). Se trataba de coplillas rijosas de verso infame, urbano y politoxicómano. El volumen corrió de mano en mano y tuvo numerosos imitadores: Violeta Hernando, Pedro Maestre, Lucía Etxebarría, Daniel Múgica, José Machado, por citar sólo 5.
Curioso precedente, antesala o promeio a la Historia de la Literatura Española que comienza con mi primera novela es asimismo el kromancero a lo divino. Su inventor fue Ray Loriga (1967-2089) con la obra Hérodes (1996). Se trataba, sí, de coplillas rijosas de verso infame, urbano y politoxicómano, pero todo ello a lo divino, es decir, "In god we trust".
Como es sabido, en los albores de nuestra literatura nacional lo más cercano a la labor literaria que podíamos encontrar era la actividad de copistas y calígrafos en los monasterios. El más conocido de ellos fue el monje benedictino Don Juan Manuel de la Prada (1970-2089), que, bajo estricto cumplimiento de la máxima "Ora et labora", nos regaló con su práctica amanuense códices como Cuños o el más lujoso Las más caras del Hélade, donde versiona clásicos griegos con singular exactitud.
Otro monje, esta vez de la Orden de los Cartujos, fue Juan Bonilla (1966-2089), al que debemos trabajos de copista tan formidables como El que apaga la Luz o Nadie conoce a Dios, nadie.
El capítulo (que no hemos tratado minuciosamente, y se podría) de la prehistoria de nuestra Literatura no podría cerrarse sin mencionar la escritura femenina, entonces tan mal vista que sus autoras habían de firmar con viril seudónimo. El ejemplo cimero es el de Espido Freire (1974-2089), con obras como Ir (landart) o Mel, o "cotton" El Hado, palpablemente influidas por la invasión inglesa de ácido acetilsalicílico y lavativas (la conocida Warmacia Mundial que enfrentó a España e Inglaterra por una jaqueca de una reina -ahora no recuerdo de cuál reina-).
Finalmente, merece mención aparte la literatura goliardesca, cuya principal obra fue Lo mejor que le puedo asar al Roi (manuscrito no encontrado y publicado hasta 2001), del francés alimentado en Cataluña Pablo Tusset (1960-2089).
Entonces llegué yo (1975-2045) y creé la primera novela moderna: A bordo del naufragio. De mis fortunas y adversidades (1998). Fue el inicio de la Historia de la Literatura Española, periodo fascinante que hemos de contextualizar en sus líneas sociopolíticas y ecológicas adecuadas.
Porque el estallido narrativo que veremos a continuación no hubiera sido posible sin la existencia de Erasmo de Rotterdam, estadista visionario que creó las becas Erasmus, no necesariamente para Rotterdam, sino para cualquier parte del planeta Tierra. Los españoles, especialmente los novelistas, vieron trozos del mundo, y leyeron lo que allí se andaba publicando, por lo que volvieron a casa con la amplitud de miras suficiente como para dar forma a lo que, a posteriori, se ha denominado Siglo de Oro de nuestras letras.
La concentración de tanto talento y tantas ganas de gloria no pudo, sin embargo, resolverse sin sangre. Sangre supuesta, bien es cierto. Enseguida se crearon dos movimientos intelectuales antagónicos con estéticas enfrentadas: los culteranistas y los conceptistas.
Los conceptistas estaban obsesionados con la realidad y con el menú del día en los restaurantes. Su poética era la de las cosas, así tal cual. Citemos 5: Juan Aparicio-Belmonte, Pablo Sánchez, Belén Gopegui, Ignacio Martínez de Pisón y Almudena Grandes.
Culteranistas también había unos cuantos. ¿Sus obsesiones? La historia y las ideas, las ideas de la Historia, las ideas dietéticas: cualquier cosa antes que comer un menú del día. Su rasgo de estilo era el uso indiscriminado de locuciones latinas, en concreto de la tan manoseada "nota benet" y de la menos conocida "lux martir san tous", de confusa traducción ("¿luz del mártir sobre todos?")
Autores: Javier Marías, Antonio Muñoz Molina, J. A. González Sáinz, Rafael Argullol, Álvaro Pombo, por citar sólo 5.
Destacaron en su momento, por cada una de las vertientes, dos obras/autores: por los conceptistas, Antonio Orejudo (1963-2089) con Fabulosas narraciones por historias (qué gusto da leer estos títulos floridos de nuestro Siglo de Oro, imposibles en nuestros días); y por el lado culteranista, Javier Cercas (1962-2089) y su obra Sumilleres de Somalia (honda reflexión sobre el hambre en el mundo, y la Esperanza).
Como dijo el gran crítico de aquel tiempo, el Monje Luis Borje, "el barroco es aquel estilo que deliberadamente agota sus posibilidades y linda con su propia caricatura". Esta caricaturización aproximada del conceptismo y el culteranismo, la encontramos, respectivamente, en dos libros fundamentales: Manuel de Extremadura, para can sí vales, de Rafael Reig (1963-2089) y Bar, le vi en compañía, de Enrique Vila-Matas (1948-2089).
Y después, la nada. El vacío. El descrédito.
Durante el siguiente siglo y medio anual, nuestro mejor escritor fue un columnista: ¡tan pobres éramos! Se trató de David Gistau, cuyo trágico suicidio a los 28 años fue toda nuestra aportación a ese movimiento de origen alemán llamado "sturm und punk" (o porromanticismo).
Clareó la cosa con la llegada del realismo. Cortarse las venas por amor era muy pintón pero manchaba mucho las mesas de Ikea, con lo que había costado montarlas. Así que se dejaron de cortar las venas y se pusieron a contar las ventas. Leían las mujeres, en aquel lejano siglo, y para ellas se escribían historias entretenidas y larguísimas que ocupaban el tiempo de las amas de casa cuando se iba la luz y, por tanto, también tele, internet y radiolé. Autores: Ildefonso Falconés, Julia Navarro, Matilde Asensi, Arturo Pérez Reverte, Antonio Gala, por citar sólo 5.
El cambio de siglo refrescó mentes (o F5) y una serie de autores alzó el vuelo con misiones mayores. Se les denominó Generación del 98% porque pedían el 2% restante para cambiar el mundo (no de sitio, sino de forma). Autores: Isaac Rosa (El paño ayer fue muy leído en las tertulias del café de Oriente), Álvaro Colomer, Lorenzo Silva, Andrés Barba, Elvira Navarro, por citar sólo 5.
Al mismo tiempo, una pandilla de nuevos poetas tomó el mando, y dos copas, y algunos empezaron a escribir novelas (por las copas). Se les denominó Generación del 27 (porque los demás números aleatorios ya estaban cogidos). Autores: Manuel Vilas, Elena Medel, Andrés Neuman (muy citado su Romancero argentino), Antonio Lucas (Aleixandría es su poema mayor), Luis Muñoz, por citar sólo 5.
De nuevo, al esplendor siguió el sopor, y mientras en el extranjero cuajaban las propuestas de Joyce Foster Wallace o T.S. Eliot Boyle, aquí nos íbamos ensimismando en novelas sociales cuyos autores nadie recuerda pero sus títulos sí: El ordenador, El portátil, El mac, El ratón (o mouse), El jarama (un río), El módem, La ETT, y así hasta agotar todas las combinaciones de artículo + nombre del mercado común.
Era el fin de la Literatura Española, salvada in extremis por el autor vasco Unai Elorriaga (1973-2089), que iba por libre con una literatura imaginativa, lírica y escapista. Obra recomendada: Industrias y andanzas de Van Hoff.
Si en el siglo anterior fue Europa la que nos dejó en blanco en los libros de Literatura Universal, en este siglo iba a ser América Latina. Hablamos, como todos saben, de "el bool", movimiento literario falso en rigor, articulado y artificioso, que difícilmente podemos eludir citar de esa forma por lo popularizado de su etiqueta.
"El bool", o "bolañismo mágico", desportilló las casillas del éxito, tanto comercial como crítico, tras la publicación de Cien detectives salvajes, de Roberto Bolaño, premio Herralde Breve de novela.
El "bolañismo mágico" generó además autores variopintos: Patricio Pron, Gabriela Weiner, Jaime Rodríguez, Santiago Roncagliolo, Claudia Apablaza, por citar sólo 5.
(Dato curioso: casi todos vivían en Barcelona o se quedaban a dormir un par de noches.)
¿Cuál fue la reacción nacional? Bueno, miren: opuestos a las tradiciones estéticas que nos eran propias, una serie de autores españoles trataron de parecer menos españoles y un poco más ingleses. Esta camaleónica labor la emprendió casi en solitario Javier Calvo (1973-2089), con obras como Volverás a ser reflectante o Herrumbrosas lanzas, coronas de flores. Su pasión por la capital del Reino Unido se vio consignada en el volumen Otoño en Londres hacia 2005.
Otro lobo solitario, si cabe más esquinado, fue Javier Pastor (1962-2089), cuya obra Larva, esa ciudad, fue necesariamente incomprendida.
Porque había que ir allanando el camino para que España pudiera comprender (=comprar) novelas postmodernas. No las iba a comprar a las primeras de cambio, amigos.
Así llegó, en el momento justo, Tiempo de nocilla, de Agustín Fernández Mallo. La condición de psiquiatra de su autor aportó ese plus de snobismo necesario para que los lectores se creyeran que un novelista hablando de electroshocks sabía de lo que hablaba. La novela inauguró lo que se ha conocido como "literatura experimental", "revolucionaria", "postpoética", etcétera.
Y generó el consabido grupo aledaño: Juan Francisco Ferré, Mercedes Cebrián, Jordi Carrión, Vicente Luis Mora, Alberto Torres Blandina, por citar sólo 5.
Y hasta aquí ha llegado, de momento, la Historia de la Literatura Española. No pongo examen, pero sí preguntas.
¿Qué será lo próximo?
¿Alguien lo sabe?
En la literatura española pasan cosas nuevas todo el tiempo.
Vale.
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Horas: 3.
Cigarrillos: 10.
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Correspondencias: JA Mañas-->Romancero, Ray Loriga-->Santa Teresa de Jesús, Juan Manuel de Prada-->Mester de Clerecía, Juan Bonilla-->Fray Luis de León, Espido Freire-->Fernán Caballero, Antonio Orejudo-->Miguel de Cervantes, Javier Cercas-->Góngora, Rafael Reig-->Quevedo, Enrique Vila-Matas-->Calderón de la Barca, David Gistau-->Mariano José de Larra, Ildefonso Falconés-->José María Pereda, Julia Navarro-->B. P. Galdós, Arturo Pérez Reverte-->Blasco Ibáñez, Isaac Rosa-->Unamuno, Elvira Navarro-->Ramiro de Maeztu, Álvaro Colomer-->Pío Baroja, Andrés Barba-->Azorín, Manuel Vilas-->Pedro Salinas, Andrés Neuman-->Lorca, Antonio Lucas-->Vicente Aleixandre, Unai Elorriaga-->Rafael Sánchez Ferlosio, Roberto Bolaño-->Gabriel García Márquez, Javier Calvo-->Juan Benet, Javier Pastor-->Julián Ríos, Agustín Fernández Mallo-->Luis Martín Santos.
Así se escribe la historia, sí señor, por ejemplo, la gente empezó a follar en 1963, entre el, ejem, levantamiento de la censura de Lady Chatterley y el primer album de los Beatles.
ResponderEliminarCuando te dediquen una calle, que sea peatonal
Y Pilar Adón, no sale en tus negritas, ni tú tampoco.
ResponderEliminarLos números del uno al diez, si uno no es Agustín Fdez. Mallo, se escriben con letra.
ResponderEliminarLuego prosigo la lectura.
Buenos días,
Mario
Se te ha olvidado hablar de mi, como siempre te pasa.
ResponderEliminar:-)
ResponderEliminarChiste para filólogos. Me he reído, la verdad.
Gracias,
J.
Preguntemos al hispanista John Well-injury, a los críticos Echevalloras, Qepd Sume, Fernando Polcas, o al académico Quico Pobre, quizá ellos...
ResponderEliminarLo próximo soy yo. Pero no firmo el comentario, no sea que me equivoque.
ResponderEliminarEs buenísima esa historia de la Literatura! Es que todavía no me la han dado en clase...
ResponderEliminarMe he reído contigo, te imagino esribiéndola.
Besos para tu ironía, que te dure siempre!
Jajajaja, Já!
ResponderEliminarMe he deshuevado jajajaja
ResponderEliminarese manera despectiva en que llamas a los escritores de los 90's, eso de imitadores de mañas no sé que decirte.. no los habrás leído y solo te has guiado por como la prensa insistió en meterlos todos en el mismo saco solo porque sus libros salieron en la misma época y eran todos "jovenes". Porque lo siento pero no tenían nada que ver, ninguno de ellos.. no hablaban de lo mismo y tenían estilos totalmente diferentes...
ResponderEliminarGenial. Pero esta Breve historia de la literatura en Hispania merece ya una actualización: los post-post-nocilla, o ni-nis, con autores de la talla de Luna Miguel a la cabeza.
ResponderEliminarRay Loriga no tiene nada que ver con Mañas o con Etxebarría, el problema es que los carcas de entonces los metieron en el mismo saco, porque para ellos hablaban de lo mismo: juventud, drogas, violencia... etc
ResponderEliminarEl problema es que algunos, sin leerlos, se lo creyeron. Es como confundir a un heavy con un punk, no tienen nada que ver, pero si estás tan alejado de ese rollo... te parece lo mismo, son solo melenudos, pintas, greñas.
Very good!Pues tu lo dirás en broma,pero yo creo que A Bordo..es una novela rompedora: El Guardián entre el Centeno, Retrato del Artista Adolescente.. pero en Spain, después del Lazarillo: A Bordo Del Naufragio. O no?
ResponderEliminarClea
Sé bienvenido a la realidad, Alberto Olmos: la historia de la Literatura española contemporánea (eso que se escribirá cuando tú y yo estemos criando malvas) contendrá a pocos o ninguno de los que mencionas. Los profesores de Universidad, que se ocupan de decir quién sí y quién no, no leen el suplemento juvenoide de El País y solo ven pornografía en Internet.
ResponderEliminarNo creo que llegues al 2045 fumando tanto
ResponderEliminarGracias por los comentarios.
ResponderEliminarLansky, esa apreciación que me haces la he leído hace poco en La viudad negra, de Amis, libro que no me ha gustado nada.
Pilar Adón, JG, no sale, como no salen Óscar Esquivias, Guzmán Rubio, Gándara, Pérez Subirana o Pérez Azaústre.
Este post fue escrito en un pronto siguiento una intuición curiosa: la de superponer la historia toda la literatura española a los últimos 20 años de literatura española. Los forzamientos son inevitables, con esa premisa.
Si bien es cierto que puede haber quedado algo despectivo el párrafo de los 90, no era mi intención expresa.
Si bien es cierto que Loriga y Mañas no tienen mucho que ver, menos tienen que ver Unamuno y Baroja, y ahora nos parecen el mismo discurso.
Por otro lado, creo haber leído más contemporáneos míos que casi nadie, lo que me habilita para dar estas opiniones generales con cierto tino.
Me recuerda mucho este post a la retranca, gracieta, juego, del estilo de Manuel Vilas. Y es, que este Barrabas de Barbastro es muy contaminante. Me parto con él, me parto contigo. Se te agradece.
ResponderEliminarTe ha salido muy David Foster Wallace este texto. No me ha gustado por eso.
ResponderEliminarQue no te haya gustado, estupendo.
ResponderEliminarQue te parezca "muy David Foster Wallace"... pues no.
Pocos autores me influyen menos y cito menos y trato de olvidar más.
me cuesta leerte, me cuesta
ResponderEliminarrecuerda un día que tus orejas se agacharon mientras tus cejas se echaban hacia detrás. se contraía tu cara.
yo me había quedado tranquilo diciendo "bueno, no está mal" y sin embargo tenía ganas de provocar una revolución a nivel global, destruir el mundo.
decías que la fotografía no tiene ningún mérito. claro, no se necesita mérito para mirar, ni para robar, ni para escribir, ni para nada, y menos para algo relacionado con la poesía. no son méritos sino más bien maldiciones.
luego me encontré con una maestra koreana al otro lado del oceano y volvía a levantar las cejas de una manera parecida a la tuya, aquella vez que se contrajo tu cara.
tenía una boca carnosa, tocaba el piano como una psicópata histérica, tenía una mitología loca y chocante. después se me han quedado esas cejas en la cabeza. a veces las imito, contraigo la cara de esa manera cuando me hablan, haciéndome el sueco, y me río mucho aunque nadie me entiende.
Félix de Azúa ha hecho una gran lectura sobre la langosta de DFW.
ResponderEliminarNo comprendo cómo alguien que lee tan bien como lo hace usted, tenga en tan poca estima a Wallace. Me gustaría mucho que se explayara al respecto (si lo ha hecho ya -disculpe mi ignorancia- me gustaría saber dónde.) Gracias.
grima
(También los fariseos comen marisco
Félix de Azúa
sábado 19 de diciembre de 2009)
más que a Foster Wallace se parece al estilo de Reig en lo de los caníbales. O al Orejudo de las narraciones por historias. Vaya moda esta de hacer historia literaria como si fuera ficción y ficción como crítica y ensayo como creación...
ResponderEliminary chistes de filólogos, como dice Xavie. Pero esos chistes los encontramos muy divertidos en la serie Aida (el tendero es filólogo, qué putada, y está fuera de lugar, con un curro de mierda y ´con más cuernos que un vitorino, pero con una oratoria de puta madre), en el hijo pequeño de los Alcántara del Cuentame, que quiere ser filólogo en 1972, y el padre se desespera: "Merche, mecagüen la leche", en los monólogos de muchachada nui
bona nui
Por Dios! Que deprimente lo de las horas y los cigarrillos!!! Quiero que vivas mucho tiempo, que vivas mas que yo, por favor, dejalo!!!!
ResponderEliminarEse estilo de listillo con el que escribes me toca un poco los cojones. Pero sólo un poco.
ResponderEliminarEscribir bien novelas es malgastar el talento. No lo digo yo , lo dice mi doctora para la polla . Yo tenía vocación de terrorista y sólo me queda la cabaña. No soy mediocre , tengo conciencia, lo que me hace un fracaso. Si mal herido fuera genetista el cáncer estarÍAcuraDO . ESTA MAMADA TE LA HAGO GRATIS , TALENTOSO , HASTA SALIÓ DE JAPÓN A TIEMPO. ESCRIBIR CHUTADO ME DUERME.
ResponderEliminarQué pasada, lo del Japón, ¿no?
ResponderEliminarLa movida de Japon es un montaje.
ResponderEliminarMe parece increible que tardes tres horas en escribir estas gilipolleces
ResponderEliminar¿No tienes nada mejor que hacer?
Escribe un cuento.
Ten valor
Muy divertido, no he parado de reírme. Sin embargo, muy español también eso de obsesionarse (aunque solo sea para desmitificarlo) todavía con la historia (literarias, pero historias) sus nombres y sus referentes. Es lo que hemos sido, lo que somos y lo que nos queda por ser, me temo. Como decía Manuel Vilas “Nadie escapa a su país”.
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