viernes, 4 de febrero de 2011

Lo de Luna Miguel

No he tenido amigos más falsos que los escritores. La falsía no se encuentra en el interés o el ladino modo de arrimarse que pueden tener o no tener unos u otros. La amistad en literatura es falsa porque depende del medio, es decir, de estar.

Veo con claridad que si yo, y nunca lo descarto, desapareciera del "mundillo" (porque dejo de publicar novelas, dejo de escribir sobre libros y dejo de ser convocado por los periódicos) el 99% de los escritores que ahora trato desaparecerían asimismo de mi agenda. O yo de la suya.

Casi ninguno es amigo mío.

Luna Miguel no es amiga mía.

Todos somos simples conocidos.

Digo esto porque lo normal al acabar de escribir esto que estoy escribiendo, y que no sé dónde va, será encontrar en los comentarios la apreciación de que "he salido en defensa" de Luna Miguel o de que "formo parte de su mafia" o similar.

Al grano.

He leído, como siempre, el último post de Crítica y contracrítica poética, y también los comentarios que ha generado, y se me ha enredado la cabeza en un debate interno que aquí voy a tratar, si no de desentrañar, al menos de exponerme.

No sé si saben que aquí y en todas partes escribo para mí. Que me lean o comenten es una agradable consecuencia, pero también algo en lo que no estoy especialmente interesado. Perdonen la manera de señalar. A fin de cuentas, nadie me está pagando.

Leyendo, como digo, ese último post de CyCP, que ataca el poemario de Luna Miguel, he tratado de visualizar mi histórico personal sobre LM, de verme antes y después de conocerla, y de calibrar en qué medida las opiniones que uno tiene son completamente aleatorias.

Por un lado, he de reconocer que yo le tenía cierta inquina a LM antes de conocerla; que, como tantos otros, me resultaba algo exagerada la atención que recibía por parte de los medios de comunicación y de muchos autores consagrados, sin que mediara en ese afecto y altavocía unos méritos demasiado perceptibles. Además, la fotogenie de Luna Miguel, y su edad, me daban un infinito asco reflejo, porque nada humano me es ajeno y, en especial, nada tan humano como el poder inmediato que le otorgamos a la belleza, la juventud y las minifaldas. Es perfectamente vergonzosa la evidente cortesía social que se dispensa a periodistas, escritoras o deportistas por el mero hecho de estar buenas. Lo es tanto para la que recibe ese trato, porque habla muy tristemente del respeto de "ellos" por su trabajo o labor, como para "ellos", porque habla tristemente de su instintiva estupidez.

Por no hablar, también tristemente, de las mujeres que salen a defender a otras mujeres acusadas de "triunfar" por "poner calientes" a los hombres y a las que ellas suman a su causa, delirante, patética, contra un machismo para el que, sobre todo, necesitan enemigos visibles: con nombre y apellidos. A fin de cuentas, para estas "feministas" de baratillo, el machismo es su negocio, el que les procura columnas en los periódicos y charlas en la casa de la cultura de Ayllón (Segovia).

Pero ese es otro tema.

Miren cómo me juego la vida. Porque hace unas semanas, Pablo Muñoz, alias Alvy Singer, al que conocí en Gijón, aparecía a toda página en El País Semanal al hilo de su libro, y debo reconocer que, si bien estas cosas van dándome cada vez más igual, no es posible eludir una reflexión crítica hacia esa aparición. Y es esta: Pablo Muñoz ha escrito un libro de 50 páginas, lo que vienen siendo como 20 páginas de Word. ¿Realmente eso es suficiente para aparecer en el suplemento más importante de España? ¿Realmente no hay nadie más, y hablo de gente de su misma edad, que haya hecho algo que merezca asimismo salir en esa revista; algo de más enjundia, de mayor relevancia, de mayor ambición?

Es una pregunta retórica, porque yo podría dar al periodista que publicita libritos 20 nombres que merecen que alguien les haga un poco de caso. Caso que sería más beneficioso para todos, dado que Pablo Muñoz se lleva tan sólo el superficial saldo de "ser famoso durante 15 minutos", porque, lo siento, pero la gente no compra masivamente libritos de 50 páginas, y porque si Pablo, que es un tipo estupendo, va mañana y sale con una novela de 200, ya no le podrán sacar en esa misma tribuna, con lo que todo esto no es más que un estrepitoso cañonazo de humo.

No es bueno para el autor, no es bueno para la editorial y no es bueno para el periódico.

He introducido esta cuña en el texto para rebajar, si es posible, la focalización excesiva en la condición de mujer de Luna Miguel. En todas partes cuecen habas, como es obvio.

LM ha partido de ese mismo lugar que ocupaba hace unas semanas Pablo Muñoz; a cañonazos de humo la hemos ido conociendo. Finalmente ha publicado un poemario "mayor" y, como era de esperar, nadie ha dicho nada objetivo sobre el libro.

Las reseñas "positivas" son patéticas, porque se nota en exceso la piedad, el paternalismo, el camelo; las negativas son patéticas, porque se nota en exceso la envidia, el odio, la falta de piedad.

Yo mismo, después de conocer a Luna Miguel, sólo puedo asegurar con la mano en el corazón que su poemario no me ha parecido maravilloso, y que su poemario no me ha parecido malísimo. Entre lo maravilloso y lo malísimo encontramos una escala de grises que me gustaría que fueran "técnicos" pero es verdad que son sobre todo "emocionales".

O sea: Luna Miguel me cae muy bien.

Salvo que dijera que su poemario, Poetry is not dead, es malísimo, o dijera que es maravilloso, es decir, salvo que su lectura me transportara a categorías absolutas, deben dudar siempre de mi opinión.

Como si opino, en los mismos términos, sobre una novela de Rafael Reig. Manual de literatura para caníbales es maravilloso; y Autobiografía de MM también; para los demás títulos de este autor, mi opinión está desvirtuada.

Bien.

Una de mis irritaciones últimas con el género de la Poesía es que parece haber una serie de conocedores del género (pasa también con el cuento) que consideran perfectamente ignorantes a todos aquellos que no se autodenominen conocedores del género. Me resulta llamativa la cantidad de veces que CyCP afirma saber mucho de poesía, y que los demás no saben, porque yo llevaba un tiempo creyendo que no sabía, y ahora resulta (sí, parezco Perogrullo) resulta, digo, que creo que sé.

Estoy seguro de que sé, de hecho.

Mis lecturas poéticas son considerables, y me hace gracia la facilidad con la que, por ejemplo, se me echaba en cara en otro foro no haber leído a Chantal Maillard justo en el momento en que ya había leído tres libros de esta señora. Por supuesto, esta señora tendrá más libros, y los conocedores se los habrán leído todos, pero eso no haría sino aumentar la disputa en términos, ahora sí, perogrullescos.

¿Y has leído este? ¿Y has leído este otro? ¿Y la plaquette que publicó en la mesa camilla de su casa?

A lo que hay que oponer: ¿y has creado con tus lecturas poéticas un gusto, un criterio y una herramienta de compresión de la poesía?

Porque eso es lo que importa.

Decir que algo se ha hecho hace 50 años, o hace dos siglos, no es decir nada. Resulta terriblemente aburrido escuchar este argumento contra obras que se postulan como "nuevas", porque precisamente la literatura es una sucesión de obras que se postulan nuevas, y luego son todas iguales a La Ilíada, en términos formales. Y dios quisiera que en términos de calidad.

Volviendo a CyCP, he de decir que, en realidad, me gusta mucho que este blog exista, y que zarandee de vez en cuando a unos y otros, y que yo lo he recomendado insaciablemente, incluso si arremeten contra Elena Medel, que no es ni conocida mía, y cuyo talento literario considero innegable.

Sin embargo, en la reseña sobre Poetry is not dead he notado, como nunca antes, una carencia ya excesiva de argumentación, porque al igual que con la fiera literaria, ir sacando versos (en este caso) de contexto y haciendo un chiste no sólo no es crítica literaria, sino que tampoco es una opinión solvente, sino una retahíla de pedorretas.

Los chistes ni siquiera tienen gracia.

Ya sé que Lector Mal-herido acecha en la sombra, y que puede considerarse que hace algo similar. Pero al menos Lector Mal-herido sabe escribir.

Todo ese post (que puede intuirse escrito por una mano distinta que los anteriores) muestra unas carencias creativas formidables, una falta absoluta de nomenclatura (incluso de nomenclatura no literaria, puramente juguetona) y una indelicadeza supina al entrar en asuntos personales, íntimos y que conciernen a la vida privada de la autora.

También es algo inquietante que, tanto este post crítico, como la reseña de Túa Blesa (que yo creía que era una mujer, pero ahora lo entiendo todo), caigan en la misma tergiversación: citar sólo versos que hablan de sexo o del propio cuerpo, cuando (y esto no admite discusión) el poemario es porcentualmente mucho más blanco en cuanto a sexualidad que muchas otras obras escritas por mujeres. Es decepcionante, en este sentido, que una de las características que me gustaban de la "propuesta" de LM en este libro, el hecho de que no parecía abusar de la estética "mira qué zorra soy", haya sido desvirtuada por la crítica, que ya hizo lo propio, aunque con más motivo, con la antología La manera de recogerse el pelo, del que, también y hasta el hartazgo, sólo se cita a poetas ("poetisas") cuando hablan, y permítamente la ordinariez, de su coño.

Agotador.

Otro problema que he tenido con CyCP (y supongo que este post les hará creer, porque leemos en diagonal y no nos enteramos, que soy su enemigo y su odiador y que, oh, salgo en defensa de la niña, por mucho que reitere mi interés y aprecio por su aventura disonante) es que (el problema) cuando convocaron un premio de poemas, eché un ojo a unos cuantos de los finalistas, y me parecieron deleznables. Siendo siempre posible que la lectura de Guerra y paz (1300 páginas) me haya impedido leer exactamente el número de poemarios que me pondría a la altura de su conocimiento de la poesía (y a la altura, también he de decirlo, del conocimiento de Luna Miguel), es decir, de 130 poemarios en una semana (pretendo hacerlo, tiemblen), me dejó algo perplejo que, como digo, esos poemas "buenos" no fueran, en ningún caso, muchísimo mejores que Tara de Elena Medel; ni siquiera tenían otra actitud, otra voz, otra referencialidad.

Es todo lo mismo, más o menos.

De ahí que entienda que CyCP sólo haga crítica mala, porque si la hiciera buena, la podría hacer buena sobre los mismos libros que dice que son malos.

Me pregunto qué pensarán sobre La educación física, de Pablo Fidalgo. Uno no se gana el prestigio criticando todo, sino criticando todo y apostando cada tanto por un libro, en el que se demuestra no sólo que se critica negativamente por pasión por la literatura de calidad, sino que se es capaz de reconocer esa literatura de calidad cuando surge y de jugarse un halago sin esperar otra cosa que llevar lectores a un buen libro.

Evidentemente, creo que Lector Mal-herido consigue eso a menudo. También lo cree Joaquín Rodríguez cuando afirma: "la ficción puede llegar a vender más unidades de algunos títulos elegidos, pero teniendo en cuenta el volumen global de producción y de ISBNs anuales, son más bien pocos y escasamente representativos. Por ser benignos pongamos que, si todo va bien y el autor es conocido y recibe los parabienes de Rodríguez Rivero y de Lector mal-herido (por poner dos de los pocos que leo con fruición), llegue a vender 1200 unidades."

Si un blog de crítica literaria consigue que se vendan buenos libros, es que su labor, en el caso de Lector Mal-herido en concreto, no es, en verdad, tan venenosa.

Creo que la animadversión hacia Luna Miguel está justificada, tiene argumentos y entra dentro de ciertos límites del juego. Como dicen en The Wire: That´s the game. Pero, en algunos momentos, como en este del post de CyCP, me asombra la falta de visión panorámica. Y me acuerdo de Francisco Umbral.

Francisco Umbral es un autor que me gusta mucho. Pero entiendo que Javier Marías (nada menos) y muchos otros autores que merecen un "nada menos" después de su nombre (Roberto Bolaño, etc.) consideren que su obra es "prosa sonajero" (Juan Marsé dixit) o de interés "municipal" o "barata" o incluso, mediocre. Pero lo que no es admisible, como señalaba Anna Caballé en su maravillosa biografía (Umbral. El frío de una vida), es negar el autor Umbral, el escritor Umbral; en definitiva, la pasión.

No se puede negar que Francisco Umbral es una persona empozada en la literatura hasta las cejas. No se puede negar que Javier Marías es una persona que vive para la literatura. No se puede negar a nuestros hermanos por mucho que nos zurremos con ellos por una barrita de chocolate.

Por un premio.

Somos pocos y mal avenidos: estupendo. Pero tenemos que seguir siendo pocos, porque si no no seremos ninguno.

Luna Miguel, y es lo que he comprobado después de conocerla, lleva la poesía más adentro que sus tatuajes, vive para la poesía y fomenta poesía y aunque sus poemarios no sean San Juan de la Cruz, es un activo necesario para, como diría Enrique Vila-matas, mantener "viva" la literatura. (Y en este caso, la poesía, que está mucho más muerta que cualquier otra cosa muerta, salvo el teatro.)

Todo eso, amigos, hace que Luna Miguel merezca un respeto.

El respeto no es "no criticar"; el respeto es "no negar".

Hay una diferencia, y sería bueno saberla.

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*Debido a que la moderación de comentarios me quita mucho tiempo, y a que en este post en concreto habría de leérmelos enteros para no dejar pasar insultos y vejámenes, no se permite hacer comentarios.