Atrapado en el laberinto de la profesión, uno acaba por olvidar que existen otros laberintos y que al gran laberinto de la Sociedad no le importa si el tuyo, tan pequeño, tiene o no una salida.
Desde hace un par de años me noto inmerso de forma insalvable en el lodazal de la literatura. Digo lodazal como podía decir piélago o tráfago o cualquier otra palabreja, que para eso es, la palabreja, de literatura. Escribo novelas y publico novelas y frecuento a autores y a críticos y a lectores y leo yo mismo muchos libros y muchas reseñas y entrevistas con otros autores, y cada día sé más de edición y de distribución y en mi cabeza ocupan progresivamente más espacio las páginas amarillas, amarillentas, de la literatura, del Libro, del milieu.
Quiero decir que voy a la librería Tipos Infames y hablo con los libreros. Quiero decir que en la librería La independiente me conocen y me invitan a sus cosas y allí me encuentro con Elvira Navarro y hablamos sin parar de lo nuestro. Quiero decir que, a diario, apenas soy consciente de que vivo en un país que, como cualquier otro en realidad, no lee en exceso.
Y a veces una voz me dice que despierte.
El sueño, como se verá más abajo, es precisamente un sueño de nocilla. Es una quimera perfilada a partir de cuatro mails y dos charlas y un viajero del Metro que lee un libro mío. Son 40 comentarios en este blog y uno que me habla del blog y otro que lo linka y otro que dice que mi blog es "imprescindible". Emborracharse con una clara es una definición muy exacta de la vanidad.
Y a veces, sí, una voz me dice que despierte.
No es que tenga yo el sueño muy profundo, porque si de algo me alegro es de conocer casi con exactitud la distancia que me separa del suelo, que es ninguna. Ni mis libros han hecho plusmarcas comerciales ni mi nombre corre de boca en boca por los colegios. Pero el "mundillo" literario solidariamente propone que lo nuestro es estupendo y que, a fin de cuentas, todos los días sale algún escritor en el periódico y no un fontanero o un cultivador de bonsáis o un campeón de esgrima.
Hace meses quedé con un amigo, ex compañero de la facultad de periodismo. Trabaja en una ONG, en el departamento de prensa, y hablamos de su trabajo y mi trabajo y de otros temas predecibles. Cuando llegó el asunto de la lectura, mi amigo dio muestras de conocer muy apasionadamente la obra de Roberto Bolaño. Le pregunté a continuación qué le parecía Enrique Vila-Matas. Me dijo que no sabía quién era. "¿No sabes quién es Vila-Matas?", solté de sopetón. "No..." Mi amigo puso cara de haber cometido una falta extraordinaria. "No, no, tío; me encanta. Me encanta que no sepas quién es Vila-Matas".
Despierta.
El otro día en un taller literario que vengo dando a un grupo de alumnos de considerable nivel lector hablamos de Ray Loriga. Les propuse la lectura de El hombre que inventó Manhattan porque me interesaba debatir sobre los límites entre el cuento y la novela y porque me gusta mucho el estilo de Ray Loriga. Al margen de los comentarios sobre la novela en sí del autor madrileño, les hice una exposición de las particularidades que, a mi juicio, hacían de la obra de Ray Loriga algo pionero, interesante, referencial y meritorio dentro de la literatura española de los años 90. Finalmente di como prueba que la generación Nocilla tenía muchas deudas con Ray.
Se rieron.
Se rieron naturalmente. Se rieron sin derecho a réplica.
"¿Generación Nocilla? ¿Qué es eso?", dijo una.
"Bueno, es... Bueno, joder, son famosos...", me defendí.
"Nosotros tenemos una edad, Alberto, para pensar en la nocilla."
"Sí, sí... Pero, joder, son famosos..."
Me petrifiqué en mis propios argumentos al darme cuenta de que, realmente, no conocían Nocilla Dream ni parecían tomárselo siquiera en serio. Yo llevo dos o tres o cuatro años dialogando con el fenómeno de esta novela de Agustín Fernández Mallo y ya había asimilado que la palabra "Nocilla" era, en efecto, una cosa muy seria; una cosa de la que hablamos los escritores, de la que hablan los críticos, y seguramente de la que hablan los catedráticos de literatura de la universidad. Sólo en ese momento del taller me di cuenta de que llamar Nocilla a una generación literaria puede parecer una ocurrencia de lo más irrisoria.
(Precisamente por estar en el "mundillo" entiendo que esta anécdota que acabo de contar puede resultar lesiva, ácida, minusvalorante (!) y como que me estoy riendo de una serie de autores. Entiendo que este paréntesis deja claro que no es así. Por favor.)
Despierta. Del Nocilla Dream.
Sí. A veces una voz me dice que despierte y que vea la cruda realidad: la literatura no importa mucho más allá del cuadrilátero de los suplementos y de cuatrocientas personas en Madrid y otras tantas en Barcelona. Ser escritor, incluso escritor con prestigio, no es mucho mejor que ser fontanero con prestigio, prestigioso cultivador de bonsáis o prestigiado practicante de esgrima. Que te den un premio, un Ojo Crítico, no es mucho más relevante que recibir un premio a la mejor empresa andaluza de tapones de poliuretano. Seguramente el mejor fabricante de tapones de poliuretano de Andalucía tiene exactamente la misma autoestima que yo: tío, que soy el mejor fabricantes de tapones de Andalucía: respeto.
De ahí que me parezca cada vez más ridícula la obsesión de los autores por la relevancia, la publicidad, la entrevista. Tú le envías a un escritor cualquiera un mail con el asunto "Entrevista" y te contesta en 20 segundos. Nos morimos por una entrevista. Nos enojamos por la entrevistas masivas de los demás. Nos da mucha envidia si durante un mes o dos sólo hablan de Pablo Gutiérrez o Perico de los Palotes o Fernández Mallo.
Pero, en realidad, ¿a quién están diciendo nada? Hablamos de quizá 6.000 personas en España que tienen un interés parecido al mío en qué tal es la nueva novela de Fulanito Pérez. Hablamos de un puñado de personas que ni siquiera van a comprar la novela de la que se habla porque se la regalan para hacer una reseña en su blog o en el periódico o en la televisión. Hablamos de que muchísimos autores venden más y están más en la vida de la población española que "nosotros" sin que "nosotros" sepamos ni siquiera quiénes son, pues no salen en Quimera ni en ningún sitio.
Hablamos de si tiene la menor importancia "ser respetado por tus colegas literarios" frente a "ser completamente desconocido para la gente".
Hablamos de masturbación, de autocelebración, de podredumbre.
Hablamos de tapones de poliuretano, señores.
Despertad.
Tengo pocas dudas de que dentro de unos años serás un autor tan conocido como (un poner) Marsé. Imagino que todo empezará con una columna más visible que la de Público.
ResponderEliminarMarías, también puede ser.
Lo que no sé es si eso nos gustará a los cuatro que antes dábamos el coñazo contigo, Olmo no, Olmos.
Ya me jode cuando viene gente a explicarme quién se esconde detrás de quién, cuando llevo años desgañitándome...
¿Esto es más una queja sobre la falta de pasión por la literatura de la mayoría o un apunte sobre tu posible exceso de pasión por la misma?
ResponderEliminarPor un lado, pienso que quizás sí, quizás tu pasión por la literatura no la tenga mucha gente. Por otro, pienso que la gente no necesita pasiones, ninguna, las han cubierto de matrimonio.
Just a thought...
Un artículo "imprescindible" (el blog ya lo tengo linkeado)...
ResponderEliminarSaludos medio dormidos, o medio despiertos, depende del día.
Lo preocupante no es que la gente conozca o deje de conocer a Vila-Matas, Ray Loriga o la generación Nocilla (en general, tipos que sólo saben mirarse a sí mismos, con un ego desmesurado y cuyos textos, literariamente, dejan bastante que desear), eso es hasta sano. Lo preocupante sería que la gente (o los lectores) no supiera quién es Cervantes, o Galdós, o Gaskell, o Dickens, o Tolstoi, o Stevenson, o James, etc.
ResponderEliminarHombre, tampoco tienes que autoflagelarte porque lo que dices/ escribes le resulte sugestivo o convincente a alguien.
ResponderEliminarA propósito de Nocilla, no sé si has visto la película que hizo Fernández Mallo sobre los tres libros de la serie. Tu post me ha recordado un poco a un pasaje de la película en la que Mallo –tildado por muchos de egocéntrico– hace una reflexión muy lúcida (y lúdica) sobre la vanidad del escritor. Es un ejercicio de autoconciencia crítica a mi juicio muy saludable, como tu texto.
Pero en fin, si quieres te digo que eres una mierda insignificante para apuntalar el post. Sin problemas. Saludos.
Sospecho que vamos a la generación de "ni puta idea y me la suda" que viene a ser algo así como que vas por libre, picoteas de todo y te quedas con nada. Saludos
ResponderEliminarhttp://literaturabasura21.blogspot.com/
Coño, he seguido este enlace desde mi "lector" de rss. Sólo (o solo) por el título, pensando sin pensar de veras en nada, pura inercia, que iba a dar a una página de tantas de estas que tengo que mirar ahora de ¿gadgets? ¿robots? He aquí el poder (o uno de los superpoderes) de la literatura. O igual sólo lo estaba soñando.
ResponderEliminar[Aquí va un saludo, boss]
Es un estado de cosas positivo. Son autores ahora poco conocidos y dentro de nada completamente olvidados: a nadie debería sentarle mal que no se lea mala literatura.
ResponderEliminarTrasciende más un futbolista en la sociedad actual que un escritor. Eso es innegable. Pero en cualquier época hubiera sucedido lo mismo. Hay en el escritor una nostalgia por ser reconocido en los siglos venideros, un permanecerse en el tiempo, adelantándose a los famosos por minutos y cruzando la línea de la meta de la posteridad en el último segundo. Pero es una promesa que en el ahora suena vacua, demasiado vanidosa incluso para el más vanidoso de los escritores.
ResponderEliminarLo que sí veo sano es salirse un poco de ese inframundo literario. Rozarse con gente "normal", personas que ni siquiera saben quién es Bukowski. Suena un poco a "mezclarse con el vulgo", pero no quería dar a entender eso. Hay gente iletrada mucho más interesante que los literatos. Y esto tampoco es demagogia. La literatura que solo se alimenta de literatura es poco saludable. Hay que abrir las ventanas, despertar, y dejar de pensar en qué diría Kafka en esta o aquella situación. No hay nada que de más asco que esos tipos llenos de referencias que parecen que nunca han pensado nada por sí mismos. Tú no eres uno de esos, y en este post lo confirmas.
Emilio
Sí, estás en tu Laberinto Feliz. De vez en cuando percibes que los demás no hablan tu idioma. Pero tu eres afortunado, haces lo que te gusta. Los de tu religión te entienden, habláis -hablamos- de nombres que otros no conocen, y es una espiral de la que ya no puedes salir, un laberinto que se prolonga, se expande, crece.. ¿Para qué, hasta dónde?.
ResponderEliminarClea
Hola,
ResponderEliminarYo creo que es muy sano el ejercicio que haces, Alberto. Y que lo importante es poder ganarte la vida haciendo lo que te apasiona y lo demás son vainas.
La vanidad... El tiempo lo cubrirá todo de polvo y ceniza si acaso el tiempo fluye de forma lineal, algo que no acabo de tener claro.
Ánimo, El estatus es cojonuda. Y eso es un hecho.
Abrazo,
X.
Yo por eso me callo muchas veces. Muchísimas veces. Eso, sois 400 y algunos más por aquí, por el sur.
ResponderEliminarEl estatus del escritor es retardado. Así lo he creído siempre. El buen escritor no es instantáneo, no es contemporáneo a la sociedad que le rodea. Es un puñetero visionario que nadie entiende.
En fin, si no hubiese leído tu novela El estatus, no hubiese entendido este post.
No saber quién es Vila-Matas, no saber qué es la generación Nocilla, no conocer a Mal-Herido. Joder, qué desgraciados (para esos cuatrocientos y pico).
Yo soy lectora aficionada, si por aficionada se entiende una labor que se realiza en horas extras a las muchas que ya ocupa la profesión. Y a partir de leerte, estoy aprendiendo infinitamente sobre autores españoles contemporáneos y "otros". Cuando leo algún nombre desconocido, lo busco, ojeo sus libros, etc. Recientemente he adquirido uno de Loriga. La generación Nocilla me da pereza. Y estoy acabando Trenes hacia Tokio, que bueno... no acabo de entender del todo; no sé si el estilo chabacano es "el estilo" que caracteriza, de manera deliberada, esa tu novela (empiezo a entender que sí). Y el personaje principal acaba penetrando en una casi sin darse cuenta.
ResponderEliminarComo novelista, no me pareces genial. Algunos post, sin embargo, sí me lo parecen, y en ellos sí entreveo un potencial que aún puede ensancharse mucho más.
Ignoro qué será de ti en un futuro, (bastante me cuesta imaginar qué será de mí) pero seas lo que seas,envidio sobremanera la pasión que te caracteriza.
¡Qué comentario el de Anónimo!A mí lo grave me parece que alguien siga leyendo a Gaskell, la verdad. Suena un poco rancio eso de decir "que los clásicos siempre fueron mejores", sobre todo si metemos en el mismo saco a Cervantes y a Dickens, autor, por cierto,que hubiera hecho buen uso de un taller literario con el señor Olmos. Menos bobadas. Javier Marías es nuestro Henry James, con orgullo.
ResponderEliminarY eso que lo dices desde el país que acapara el mercado del libro en español. En Colombia siguen insistiéndonos con que el analfabetismo funcional va en el 12 %, pero la verdad es que los índices de lectura son ridículos. Aquí también las novelas más leídas las ponderan dos periódicos y tres suplementos. Dos periódicos que pertenecen a grupos multimediáticos españoles, Prisa y Planeta; una nueva y sutil forma de reconquista de indias. Creo que destacas una trampa letal de nuestro presente ultramediático (y que definió bien Doris Lessing en su discurso sobre cómo no ganar un nobel): analfabetismo ilustrado, profesional.
ResponderEliminarPero en el fondo, mi estimado: ¿cuáles son las motivaciones reales que llevan a la gente a leer o escribir literatura? ¿Metafísicas? ¿Económicas?
Mientras la literatura sea asumida como pasión irrefrenable por unos cuantos tipos, no acabará.
Me parece que reducir el mundo de los lectores y/o los apasionados por la literatura a Madrid y Barcelona, sean 400 o 40000, es deasiada reducción. Y más teniendo en cuenta que escribís en castellano. El mundo es ancho... muy ancho, incluso más ancho que Castilla. Aunque cueste mucho creerlo tras las fronteras de España no hay abismo, ni desierto inhabitado, ni páramos poblados de salvajes. Nada de eso. Hay gente, personas. Que no serán madrileños ni catalanes de Barcelona, pero también saben leer, y a veces, pocas, sí, también es cierto, hasta se apasionan por la literatura, y compran libros y a veces hasta los leen. Y, eso sí, en general no tienen ni la más pálida idea no sólo de que exista una "generación nocilla", sino ni siquiera de qué es la tal nocilla. El mundo es ancho. Mucho, pero muchísimo, más ancho que Castilla.
ResponderEliminarEs bueno que todavía te des cuenta de eso, lodazal, piélago o pequeño mundo, como quieras llamarlo.
ResponderEliminarPor otra parte la literatura es algo poco importante para la inmensa mayoría, sólo lo es para los que publicais y ,en cierto modo aún más, para los que hemos hecho de leer una forma de vida.
Alberto, estoy de acuerdo contigo, pero una pregunta ¿merece la pena?
ResponderEliminarSaludos
Alberto, estoy de acuerdo contigo, pero una pregunta ¿merece la pena?
ResponderEliminarSaludos
Y yo que apenas me acomodaba para dormir... :(
ResponderEliminarDe todas maneras, visita mis blogs:
* http://decadadeautoexilio.blogspot.com/
* http://mivozmipalabra.blogspot.com/
* http://laletralate.blogspot.com/
Mientras esas voces que escuchas no te digan que dejes de escribir, que te dediques al microrrelato o que eres Juana de Arco, está bien, escúchalas.
ResponderEliminarHola Alberto.
ResponderEliminarPerdona mi ignorancia, pero te acabo de descubrir. No solo a tu blog, sino a ti mismo como escritor, mediante un comentario en la web de Muñoz Molina, en el cual han puesto un enlace a tu blog. Solo quiero expresarte mi admiración, he leído varias entradas y estoy asombrado, por supuesto favorablemente, lo estoy de cómo escribes y de las cosas sobre las que escribes. No bien le de a PUBLICAR COMENTARIO me voy a comprar una novela tuya, como las escribas con la frescura con la que escribes en el blog me lo voy a pasar en grande.
Gracias
Por cierto, ¿por qué novela me recomiendas empezar?
Me apena ver que muchos escritores andan más obsesionados con ser entrevistados o ir de boca en boca que con el acto de escribir... Aún así considero privilegiado a aquel que tiene la suerte de dedicarse a aquello que le apasiona y a veces logra ganar algo de dinero con ello.
ResponderEliminarTe deseo que nunca pierdas la pasión, ni te dejes arrastrar a laberintos mucho más banales que los de la literatura
Un beso
PS.Vi tu nombre en Babelia el sábado
A mí me irrita que escribas esto.
ResponderEliminarCuestionar la literatura.
Cuando en realidad te estas cuestionando a tí.
Los que hacen tapones de politerano o como se llame también tienen días de zozobra.
La literatura es un arte muuy especial, a veces minoritario, personal, hay distintas clases de lectores, de escritores, todo está escrito y todo está por escribir.
No tiene que ser super popular, mejor que no lo sea.
Quién quiere que la literatura sea algo más que una obsesión en 200 cabezas?
Hay mucha vanidad en este mundillo, de acuerdo, pero porque los escritores españoles- en general- son unos acomplejados (eso viene con la nacionalidad, la mayoría de los españoles son unos acomplejados incapaces de ver su talento y, normalmente, cuando lo vislumbran ya es demasiado tarde, ya se les ha ido)
Ja, ja, ¿Javier Marías nuestro Henry James? Para eso primero tendría que aprender sintaxis (lo mismo que Vila-Matas). [Inciso: leed el blog de Lector Iracundo].
ResponderEliminarNo es que los clásicos sean siempre mejores; es que lo que hay ahora es muy malo y muy poco moderno, aunque parezca lo contrario (desafortunadamente). No vale con acudir a un taller para aprender a escribir, hace falta leer, mirarse menos el ombligo, tener menos pretensiones, tener menos pose y, sobre todo, tener más ganas de trabajar.
La cuestión no es si se es más o menos conocido en el mundo de la literatura; de si Marías o Vila-Matas son mejores o peores escritores que Cervantes o Dickens. El tema que ha puesto sobre la mesa Alberto Olmos es más la importancia que un escritor como él, por ejemplo, o más famoso como Vila-Matas, puede tener en otra esfera de la sociedad ajena a la literatura. Sí, porque el escritor o artista en general, suele poseer un ombligo muy grande que le hace pensar que todo el mundo debe reconocer su talento. Y no es así generalmente. Por eso está bien bajarse del burro de vez en cuando para desprenderse un poco de vanidad. Siempre, siempre, hay que escribir para uno mismo, sin buscar el aplauso de un público que puede llegar, pero quizá no. Me figuro que cuando una persona está trabajando en una ONG en África, por ejemplo, todas estas consideraciones pierden su importancia porque se miran desde un punto de vista diferente. Es al fin y al cabo otra perspectiva.
ResponderEliminarPor cierto, me ha gustado mucho tu libro "Trenes hacia Tokio". Te animo a que sigas escribiendo porque he pasado un buen rato leyendo tus historias.
La Nocilla es en sí pretenciosa, pretende ser alimento olvidando que se compone principalmente de azúcar y grasas vegetales, pero claro, la grasa es una palabra fea, qué fea, no, grasas no.
ResponderEliminarLa Nocilla tiene el mismísimo color de la mierda en bote. Se lo merece. De ese modo, no engaña a nadie. Yo como de esa mierda, con conocimiento de causa, pero no te flageles, en mi entorno nadie conoce a Pablo Gutiérrez, aunque haya paseado su careto por todas las teles.
El tío que hace tapones también aburre a todo el mundo en las cenas familiares.
Oye Alberto, ¿podrías decir cual es el taller literario? Me interesa!
ResponderEliminarEmilio, has dado en el clavo: "No hay nada que de más asco que esos tipos llenos de referencias que parecen que nunca han pensado nada por sí mismos".
ResponderEliminarEl mismísimo Fernández Mallo.
Debe de ser porque no me dedico a la literatura, pero tengo bastante claro que la cultura (literatura/música/cine/etc.) está sobrevalorada en la medida de que no te hace más feliz. Te puede hacer más inteligente, pero esa inteligencia no te hace feliz. Esa inteligencia te puede aportar mayor capacidad analítica, pero esa capacidad tampoco te hace feliz (y sucesivamente).
Supongo que a los que escriben la literatura les da de comer, que no es poco. Y los que leemos, es verdad que muy muy de cuando en vez nos topamos con un libro que nos hace recuperar la fe en la humanidad, que nos hace momentáneamente felices, pero la belleza de ese libro es algo así como celosa (creo que es de Borges), no queremos compartirla porque entonces ese libro dejaría de estar escrito explícitamente para nosotros; y si ese sentimiento de admiración/agradecimiento/etc. es compartido con alguien, entonces no hay nada que decir. Cuando ocurre algo así es cuando menos solo me siento.
Joder, siempre intentando dar pena... Todo este post es una absoluta falsedad. Estás encantado en tu burbuja del "milieu", no hay más que ver las horas que pasas en Internet dando vueltas a lo mismo. Pero luego te sientes obligado a escribir esto para recordarnos que en el fondo eres infeliz porque eres profundo y sensible. Eres un demagogo y un incoherente.
ResponderEliminar¡Dedálico Olmos!
ResponderEliminarA mí me da grima que todos los escritores actuales lo primero que te ponen ante los ojos es su curriculum (que si he ganado este y este premio literario, que si doy clases, que si escribo en tales revistas, que si he publicado en tales y tales editoriales...). La verdad, no es muy diferente de lo que haría un ingeniero, un experto en relaciones laborales o un director comercial de pepinillos en conserva: méritos, méritos, méritos... soy, soy, soy. Hay mucha vanidad. La literatura se ha profesionalizado en exceso, creo. Antiguamente un obrero, un médico, un guarda jurado, escribían y pasaban a la historia por lo que habían escrito, no por lo que habían sido. Hoy todo el mundo quiere la gloria en vida, quiere triunfar en la profesión, siendo un joven talento, un maduro premiado y un viejo candidato al nobel (y con pasta e influencia social durante todo el trayecto). En fin, que da un poco de asco. ¿No?
ResponderEliminarLo que es una pena es que entres en una gran librería y veas montañas de Almudenas Grandes, montañas de Kent Follets, montañas de Larssons y que preguntes por uno de Alberto Olmos y te digan que no tienen ninguno. Bueno, preguntas, ¿y en otras librerías de la cadena, de Madrid?, tampoco, te contestan. En las librerías hay cada vez más libros y menos títulos.
ResponderEliminarEn una reunión conté algo de Canetti. Estaba leyendo sus libros de memorias. ¿Alguien ha oído alguna vez el nombre de Canetti? Nadie había oído nada de él. Es bueno por eso encontrar en el ciberespacio a gente que, anónimamente te comprende.
Un saludo.
Jajaja, es bueno el post y en realidad es que en nuestra literatura ha habido una generación de oro, una generación de plata y ahora falta la generación de bronce... pero me temo que no la conoceré. Para cuando seas un clásico espero estar muerto. Perdón por la risa fácil. Jajajaja.
ResponderEliminarAnónimo de los cojones, deja tu anonimato da la cara. Profundo y sensible. Acertaste de pleno. Al menos moléstate en leer alguno de sus libros. Y además, Alberto se está refiriendo al hecho de cuestionar si la literatura es o no una labor de envergadura en la medida en que tiene poca acogida si la comparamos con otras profesiones más populares, como la de político corrupto. Al hecho de que la gente no sabe escribir correctamente la palabra "fue" (mis compañeros de trabajo, licenciados, escriben "fué" y también "a sido un día muy duro"), y mucho menos sabe interesarse por esta cosa de la literatura. Gracias a la sensibilidad y profundidad de Alberto, su labor de difusión de la literatura es óptima, como crítico, escritor, y profe de talleres. Así que cállate la boca, coño.
ResponderEliminarAnónimo de los cojones, deja tu anonimato y da la cara. Profundo y sensible. Acertaste de pleno. Al menos moléstate en leer alguno de sus libros. Y además, Alberto se está refiriendo al hecho de cuestionar si la literatura es o no una labor de envergadura en la medida en que tiene poca acogida si la comparamos con otras profesiones más populares, como la de político corrupto. Al hecho de que la gente no sabe escribir correctamente la palabra "fue" (mis compañeros de trabajo, licenciados, escriben "fué" y también "a sido un día muy duro"), y mucho menos sabe interesarse por esta cosa de la literatura. Gracias a la sensibilidad y profundidad de Alberto, su labor de difusión de la literatura es óptima, como crítico, escritor, y profe de talleres. Así que cállate la boca, coño.
ResponderEliminarHombre, a mí no me parece normal que gente que va a un taller literario y que lee bastante no sepa qué es la generación Nocilla.
ResponderEliminarSupongo que cualquier mitificación es mala, y cualquier torre de marfil perjudicial. Pero, en mi opinión, eso no significa que todo valga lo mismo. Aunque desde luego haya, como en todo, mala literatura.
Un saludo.
..."aprender sintaxis" (hablando de Marías y Vila-Matas, además)...veo que sigues atrayendo gilipollas a tus blogs
ResponderEliminarCuando escribí eso de "esos tipos llenos de referencias..." no pensaba en Fernández Mallo. Ya que habláis de G. Nocilla, ese nebulosa inventada por algún periodista, tengo que decir que he leído a Javier Moreno, Vicente L. Mora,Eloy F. Porta, Jorge Carrión... y el balance en total es positivo, aunque hay cosas que me gustan muy poco. Quiero decir, que hay que leer los libros, hay que juzgar a los autores uno por uno, y no solo por lo que dicen o por cómo salen en las fotos o en qué periódico escriben.
ResponderEliminarEmilio
Que sí, Alberto, que un autor genial y una obra genial no son nada según con qué los compares.
ResponderEliminarPero es que el término "genio" contiene ese rasgo de anodinidad para la gran masa. Y otro más: el genio vive de espaldas a la masa.
Un camino frío y solitario el del genio. A veces difícil de soportar, también. Pero resulta más apasionante, y lo sabes.
¿Qué prefieres, escribir obras maestras como Moby Dick o Billy Budd y que no las lea ni dios o se editen después de tu muerte, o escribir mierda pero que te rían la gracia y vivir de ello y participar en talleres literarios y que dejen muchos comentarios en tu blog? Es que te quejas por vicio...
ResponderEliminarBueno, en algunos casos sí se cumple lo del tópico del genio deambulando por un camino tortuoso y solitario, sobre todo en el caso de Hölderlin, que escribió sin el reconocimiento ajeno y en la más completa soledad.También Emily Dickinson trazó una trayectoria de hermetismo en vida. El caso de Rilke es diferente porque era una soledad autoimpuesta la suya, y nunca le faltaron mecenas ni mozas con las que retozar. Y sobre todo, nunca le faltó reconocimiento. Pero los había de barriga oronda y alfiler de oro, como Goethe.
ResponderEliminarY bueno, los hay que viven de espaldas a las masas porque no les gustan las masas, y no son genios, a lo mejor son funcionarios que trabajan de lunes a viernes, y los sábados se van a ver alguna peli de autor.
Y los hay que tienen vidas muy jodidas que ni siquiera les inspiran para crear una gran obra porque directamente, se la suda la gran obra.
No lo neguemos; todos, sin excepción, somos unos snobs.
Lo de Luna Miguel es triste, darle ya tan jóvenes cierto prestigio mediático para que luego me contesten en su blog diciéndome:
ResponderEliminar"mira y aprende".
Pero ellos ¿saben algo de mi vida? si lo supieran a lo mejor tendrían también algo que aprender de mí, después de todo hay cosas volubles y no volubles.
Técnicas de masturbación entre Batman y Olmos...
ResponderEliminarHola Alberto, en tu último post no permites comentarios pero ¿no has pensado que uno puede poner a parir a LM o a quien sea en los comentarios de este post? en fin, nada más lejos de mi intención. Leí PIND con el interés del que se pregunta "eso", a ver cómo escribe esta niña, a ver si está justificado tanto ruido mediático... y bueno, ni maravilloso, ni malísimo, cierto, al menos es un poemario que he podido leer entero (la mayoría dejo de leerlos al segundo o tercer poema) y ella es joven y tiene mucho que decir. Espero.
ResponderEliminarUn saludo.
PD. Trenes hacia Tokio siempre me ha gustado.
Estoy de acuerdo contigo. Creo que la complejidad de la literatura, su ansia por lo exclusivo y lo novedoso, hace que se desvirtúe la verdadera importancia del arte/literatura, LA EMOCIÓN-LA AUTENTICIDAD-LO HUMANO-LO VERDADERAMENTE RELEVANTE, y que no es lo mismo que LO MODERNO-LO QUE LE GUSTA AL FONTANERO O AL DEPENDIENTE DEL SUPER. Debemos despertar. Creernos imprescindibles. Creernos que tenemos que decir cosas nuevas cuando lo que queremos decir lleva diciéndose 2000 años. Más humildad y más sentimiento. Gracias por la entrada, un saludo.
ResponderEliminarPor qué consideras que Lector Malherido sabe escribir y Addison no?
ResponderEliminarPor qué te dan tanto miedo los comentarios?
No consideras que seamos lectores que reflexionen, no crees que seamos civilizados?
En fin, no importa.
Perdón señor Anónimo, pero creo que, sin defender ni ofender a nadie, eso de poner comentarios sin dar la cara es algo bastante cobarde. Puede ser esa la razón de tanto insulto y descalificación, (no es tu caso "Anónimoquemeprecede", pero casualmente, cada vez que veo a alguien que pone a parir lo hace sin dar la cara o su nombre)
ResponderEliminarhola hikiko,
ResponderEliminarte cuento mi experiencia contigo.
supe de ti por primera vez en un programa de sanchez drago. hablaban de japon. eran como siete "tertulianos" de los cuales seis hablaban maravillas de japon y uno hablo timidamente en un momento negando tajantemente lo que decian todos los demas. y te escuche. me impresiono tu honradez. y es lo que admiro mas de ti, aunque discrepe mucho contigo: TU HONRADEZ.
habia leido un libro de amelie nothomb, estupor y temblores, que revelaba ese japon desquiciado, y encontre muchos lazos entre tu vision y la de ella.
luego fui a japon en un viaje muy extraño, corto, y senti la locura materialista en tokio, me costo trabajo encontrar trazas de espiritualidad. al regreso me lei trenes hacia tokio y otra de amelie nothomb, que me gustaron.
y encontre este blog. te leo regularmente.
GRACIAS POR TU HONRADEZ.
y de paso te pido un texto sobre ese japon que viviste.
Último señor anónimo: unos son civilizados y otros no. Miedo a los comentarios: haberlo, haylo. Esta tendencia cada vez más extendida a no permitirlos es normal, es comprensible, es triste.
ResponderEliminarSeñor Alberto: de acuerdo en todo, menos en una cosa, la animadversión hacia las mujeres es más habitual, quizá porque los hombres escriben más sobre los demás o tienen más tribunas, no sé. Y admirar a Luna Miguel por ser guapísima y deliciosa, entre otras cosas...bueno, hay cosas peores. Como odiarla por eso.
Sí, creo que deberíamos ser más piadosos y respetuosos, pero ojalá lo fueran también los miembros de jurados y los políticos. Ellos empezaron.La indignacion es inevitable.
Ah,y por supuesto que LM escribe mucho mejor que Adisson.
Saludos
Verónica
Hay todo un sistema, una constelación de formas de llegar a la literatura. El lector-medio, de 10-15 libros al año (el abogado, la funcionaria de tráfico, el profesor de gimnasia, la dependienta de boutique...) no llegarán jamás a ti (que eres caviar para tus seguidores) ni a los nocillas (que son delicatessen para los suyos). Esos lectores medios están a otra cosa. Pero está bien. Yo también leí a Matilde Asensi y me gustó. A ti no te gusta Pynchon. Yo sueño con Andrés Ibáñez. A ti te gusta Reig. A mí, también. Tú crees que el modelo es Orejudo. Yo también...
ResponderEliminarNo quiero cansarte. Ni a tus lectores. Otro día hablamos de alguien cercano literariamente a ti, Antonio J. Rodríguez, (un nocilla next generation) y de, por ejemplo, sus elogiosas reseñas a un infumable y eclipsado panfleto antinocilla disfrazado de crítica literaria.
Y disculpa la chapa
Juan Francisco Mora Carrión
Un apunte: Hölderlin es cierto que murió loco, pero no quiere decir ésto que se volviese loco porque nadie entendía su genialidad. Tenía serios problemas mentales. Muestra del reconocimiento que tuvo en vida es que vivió treinta años con un ebanista que lo recogió en su casa porque era un fan acérrimo de "Hyperion". La gente peregrinaba a ésta casa a hablar con él.
ResponderEliminarNo me refería a que se volviese loco por no ser reconocido (aunque la esquizofrenia sí puede, en ocasiones desencadenarse por situaciones de intenso estrés emocional, partiendo siempre de una predisposición genética). Me refiero a que jamás contó con el apoyo de una madre, que lo quería para cura, una mujer (se enamoró de una mujer casada) y siempre fue objeto de escarnio de Goethe y Schiller. Ni si quiera su hermano se hizo cargo de él en el momento de locura precoz, lo que indica una vez más la soledad a la que estaba condenado. Iba mucha gente a verle, sí, pero en ocasiones por mero morbo y mera curiosidad; en su paseo matutino los niños se reían de él y le tiraban piedras al pasar.
ResponderEliminarMe refiero a que su escribir sí es para mí el más heroico de cuantas biografías conozco, por esa constante lucha constante que suponía para él ser poeta.
Es que es muy difícil tomarse en serio a la generación nocilla.
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