miércoles, 17 de febrero de 2010

Si esto no es el fin, se le parece bastante

Salvador Dalí apuntaba en sus diarios que, con frecuencia, algún joven se presentaba en su casa al objeto de preguntarle cómo se hace para triunfar.

Dalí lo sabía perfectamente, pues no en vano podríamos considerarlo como el artista pionero del Marketing Yourself, desarrollo hipercúbico de esa parte del tiempo que antes dedicaban los creadores a tomar un café con alguien influyente.

Ayer mismo recibí un mail con el asunto: pregunta indiscreta. La pregunta indiscreta era esta: ¿Cómo hiciste para publicar en Anagrama?

Varias veces me han preguntado lo mismo; o me han preguntado cómo se hace para publicar. Nunca, sin embargo, me han preguntado cómo se hace para escribir un libro, y menos cómo se hace para escribir un buen libro.

Quizá yo no sepa cómo se hace un buen libro, pero desde luego entiendo que las personas que me consultan sobre cómo alcanzar la materialización de sus sueños literarios consideran que escribir ya saben, y muy bien, que hacer libros ya saben, y muy bien, o que, en todo caso, escribir un buen libro ni siquiera es lo importante.

Lo importante es saber cómo se hace para que te publique Anagrama.

¿Escribiendo un buen libro?

También ayer recibí una carta. De Anagrama. Me informaba, como está establecido en el contrato de edición de 1998 de A bordo del naufragio, de las ventas durante el periodo 1-01-09/31-12-09 de dicha novela. Me alegraron mucho las ventas (a Jorge Herralde dudo que tanto), porque han subido respecto a años anteriores y, aunque son magrísimas, me transmiten la evidencia de que esa opera prima mía aún colea, resurrecta.

¿Me publicaron A bordo del naufragio porque era un buen libro? ¿O hice algo más para que me lo publicaran? Detallo con minuciosidad extrema lo que hice para que me publicara Anagrama:

1. Escribí un libro.
2. Lo imprimí y lo encuaderné.
3. Lo metí en un sobre.
y4. Lo mandé por correo.

Aprovecho para detallar lo que hice para que Lengua de Trapo me publicara El talento de los demás:

1. Escribí un libro.
2. Lo imprimí y lo encuaderné.
3. Lo metí en un sobre.
y4. Lo mandé por correo.

Aprovecho para detallar lo que hice y sigo haciendo y seguiré haciendo después de que un libro mío sale a la venta:

1 (y1). Contesto entrevistas si me las proponen.

Como puede deducirse, Dalí y yo estamos en extremos opuestos en el eje de coordenadas de la creación artística. Por eso Dalí es Dalí, y yo no soy nadie. O soy -Dalí, un don nadie que pinta.

Noam Chomsky fue el primero en observar que un candidato a presidente del gobierno hace campaña de modo idéntico al que utiliza un detergente para promocionarse. A día de hoy, muchos escritores parecen haber asumido su condición detergente, y me hacen pensar que formo parte de una minoría casi nobiliaria, estiradísima, muy señorita, que no está dispuesta a bajar al barro del slogan ni a subir al desván de los disfraces, porque somos de sangre azul, como bien se ve en nuestro bic, al firmar fracasos.

Hace ya mucho que las películas de Hollywood dedican tanto o más dinero a la promoción que a la producción de la propia película. Los escritores contemporáneos parecen seguir esa tendencia: cada vez se dedica más tiempo a tratar de que te publique Anagrama y, luego, a tratar de que tu novela salga en muchos medios de comunicación, que a escribir una novela. Quizá por eso las novelas hoy son tan cortitas; quizá, por eso, son tan malas. Escribir una novela se ha convertido en una putada si quieres ser novelista. Lo tienes todo, nombre, pose, contactos, conocidos en televisión, blog, perfil en facebook con 900 amigos... ¿y encima tienes que escribir una novela?

¿Buena?

Ignacio Echevarría, hace unas semanas, delataba su estupor en un suplemento ante el vídeo que acababa de ver en Youtube. Se trataba de una especie de cortometraje protagonizado por Clara Sánchez. En él aparecía vestida de doctora (bata blanca) y atendía a pacientes o colegas (no lo he visto), alegoría audiovisual para hablarnos de una novela suya. La pregunta no es: ¿te imaginas a Kafka vestido de Cobrador del Frac en un vídeo alegórico sobre El proceso, o a Proust vestido de Marquesa en un spot para En busca del tiempo perdido? La pregunta es: ¿se ha perdido a Kafka o se ha perdido El proceso?

Se ha perdido El proceso, obviamente; se ha perdido la obra.

Hasta antesdeayer, la obra de uno era su publicidad, la fuente de su prestigio y de su fama y de su mito. No había nada más. De ahí que el mitificado vea post mortem cómo cualquier cosa obra suya se vuelve realmente Obra: diarios, cartas, apuntes, anotaciones, borradores. Necesitamos un anuncio distinto de Coca Cola cada año; necesitamos una antología de The Beattles cada año; y necesitamos un libro de Kafka cada año. Porque no podemos creer solos.

¿Cómo se hace para triunfar hoy día? Siendo Kafka, pero sin escribir El proceso.

Casi todos lo escritores jóvenes lo han entendido ya. Se ha terminado la literatura de escribir, ahora empieza la literatura de ser escritor. Ocúpate primero de ser escritor, que ya habrá tiempo luego de escribir. A fin de cuentas, somos escritores para los que compran libros, no para los que los leen y lo importante es entender que los libros se compran antes de haberlos leído, por lo que ese campamento base comercial es en realidad nuestra meta.

Hace unos meses, un personaje del mundillo literario me arrojó este reto a la cara: A ver dónde estás tú dentro de veinte años y a ver dónde estoy yo. Mi respuesta fue: Yo no voy a estar.

Porque si esto no es el fin, se le parece bastante.