lunes, 18 de julio de 2011

Síntesis, o lo demás es literatura

La brevedad de las novelas de Alejandro Zambra puede servir como prueba del estrechamiento que vive hoy en día lo específicamente literario. La obra de Zambra parece querer ser lo que sólo la literatura puede ser, y si a menudo sus libros apenas superan las 100 páginas se debe a que la literatura contemporánea puede ser muy pocas cosas. (1)

Mantener viva la literatura ha de entenderse como el esfuerzo por escribir libros que, dentro de cien años, digan todavía algo; algo que no dijeran los libros escritos cien años antes. La literatura perdurable parece compartir una cualidad muy exacta: nos habla del tiempo en el que fue escrita; es, en verdad, el tiempo en el que fue escrita, su voz, su alma, su esencia.  La literatura que "envejece" es aquella que, en el transcurso de los años, ve confirmadas sus intenciones. Si Cervantes escribió el Quijote "para poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías", su obra ha sobrevivido precisamente en la medida en que su intención ha sido olvidada. Jugando con las palabras, podemos decir que la intención es una intuición que queda atrás cuando el resultado la sublima, es decir, cuando esa intención es sólo una herramienta para alcanzar un significado que la excede.

Si el Quijote fuera efectivamente una obra que trata de poner en ridículo las novelas de caballerías, a día de hoy no le interesaría a nadie (2). Esto nos lleva a proponer que una obra escrita hoy mismo y cuya intención expresa fuera denunciar o retratar la adicción a Internet podría muy bien convertirse en clásico en la medida en que el análisis de la adicción a Internet fuera recibido por los lectores del futuro como el elemento deíctico de la obra, aquel que nos informa de cuándo fue escrita, pero no como su sentido primordial, su "mensaje".

Por otro lado, las Grandes Intenciones en una novela son las más difíciles de ocultar, motivo por el cual las novelas escritas con aspiraciones grandilocuentes nunca dejan atrás su propio punto de partida, y sólo perduran si lectores futuros las utilizan para refrendar su propia soberbia intelectual. Me refiero a novelas escritas para analizar "la angustia del hombre", "la Guerra Civil Española", "la libertad", "la muerte", "el mal"... Una novela que trata sobre "el mal" es una novela muy inferior a una novela que trata sobre festivales de música, porque la única novela de las dos que puede finalmente decirnos algo sobre el mal es la que nos permite interpretar y reinterpretar su intención, y la primera no puede.

Las grandes novelas se han hecho sobre escarabajos, magdalenas y patatas.

Así las cosas, la novela de hoy que se leerá mañana (un lejano mañana) irá sobre festivales de música, sobre Internet, sobre tecnología, sobre viajes en avión en verano o sobre un señor que da clases de yoga. Sobre algo que admita ser representado [representar. Del lat. repraesentare. 7 tr. Ser imagen o símbolo de algo, o imitarlo perfectamente].

Las novelas de hoy que no traten del hoy serán olvidadas o incluidas en el estante del formol, pues hay tres tipos de novelas en relación a su deterioro: las que envejecen, las que se mantienen jóvenes y las que están siempre sumergidas en formol. Esta última categoría nos habla de novelas que nacieron viejas, cuyo momento de escritura es confuso o directamente ilocalizable y cuyo destinatario particular fueron los muertos: una novela que podrían leer las personas cuyo tiempo ya se detuvo (3). Las novelas de Grandes Intenciones suelen ser novelas en formol, asimismo.

La buena literatura se escribe para que no la entiendan las muertos. Lo que incluye: palabras y usos verbales que no se utilizaban hace cien años, objetos desconocidos hasta hace unas décadas, referencias culturales e históricas propias, modos de narrar incomprensibles para un lector milagrosamente resurrecto.

Así las cosas, la narración literaria de nuestros días no compite con la novelística del pasado, ni con las nuevas formas de narrar con las que convive, sino con su propia lectura: que esa lectura exista.

Y para que exista volvemos al principio del post: qué puede ser la literatura; qué puede ser específicamente la literatura.

Poca cosa.

Porque no puede ser, no puede incluir (no puede, puede, y por eso agoniza) descripciones: dedicar páginas y páginas a contarnos que una casa tiene tres habitaciones, pintadas de tal o cual color, o páginas y páginas a prosopografías; biografismo: páginas y más páginas a consignar fechas de nacimiento y nombre de los abuelos y títulos universitarios; Historia: páginas y más páginas a relatar batallas de la Segunda Guerra Mundial, ascensos al poder, porcentaje de votos; omnisciencia: páginas y páginas sobre lo que sienten o piensan los personajes; personajes: páginas y páginas a crear al personaje mediante el recurso de hacer pasar al lector tiempo con él, lo que obliga a páginas y páginas de personajes tomando café y poniéndose camisetas, llamando a un taxi, "apretó el botón del cuarto y se miró en el espejo y se ajustó la corbata"; curiosidades: páginas y páginas sobre el síndrome POEMS, el problema de Dirichlet o el equilibrio de Stackelberg; tramas: planteamiento nudo y desenlace.

No puede (puede, claro) porque: las descripciones por escrito en un entorno audiovisual confirman al lector la minusvalía literaria -porque existe Google Images-; las biografías de los personajes no aportan nada al lector -porque tiene 1000 amigos en Facebook-; la Historia de la Humanidad no es lo que queremos leer -porque hemos ido a la Universidad y leemos el periódico y libros de Historia-; los personajes son apenas un boceto -porque en dos planos Omar Little en The Wire es un personaje; las curiosidades podemos encontrarlas todos por cientos en la Wikipedia; la omnisciencia es ridícula -porque no hay Dios y hay I-pods, I-pads, atención al cliente, customización y cartas personalizadas: queremos al individuo-; las tramas son todas televisivas -porque hay miles de tramas de consumo rápido en miles de películas y capítulos de serie de televisión y la trama de una novela sólo es buena en la medida en la que se puede hacer un filme con ella-.

Ni descripciones, ni biografías, ni Historia, ni personajes, ni curiosidades, ni omnisciencia, ni trama: lo demás es literatura.

100 páginas.

¿100 páginas?

300 como mucho.

300 páginas de lo que sólo la literatura puede ser.

A saber: idioma e ideas. O: metáforas y reflexiones. Síntesis, en suma. Decir y no contar. Crear y no contar. Poesía. (4)


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1. Tolstoi, Dostoievsky o Flaubert aún podían escribir descripciones.
2.Pamela, de Samuel Richardson, fue escrita con la intención de prevenir a las criadas frente a los deseos libidinosos de sus señores. Y ahí sigue.
3. Un ejemplo de novela en formol es mi obra "El estatus".
4. Novelas de nuestros días son "Alma", de Javier Moreno o "Una belleza vulgar", de Damián Tabarovsky.