jueves, 6 de enero de 2011

O fumas o cantas, Tricky

Bienvenidos a una vida sin originalidad verbal: durante todo lo que va de año (y son unas cuantas horas de charla) casi sólo he hablado de la nueva normativa sobre espacios vetados al tabaco y sobre la antigua ley que iba entorpecer (con suerte) las descargas de contenidos con copyright en Internet.

La cosa queda así: yo puedo ir al Pepe Botella (wifi available) y sentarme a una mesa y pedir un café y abrir mi portátil y bajarme ilegalmente doce discos y cuatrocientas películas; pero no puedo ir al Pepe Botella y fumarme un cigarrillo.

(Todos andamos estos días preguntándonos dónde han ido a parar tantos ceniceros. Juan José Millás prepara una columna fundalmental: no se preocupen.)

Agobiado por el hecho de ser (junto a muchos otros) el delincuente dilecto de Leire Pajín, ministra de lo de prohibir, decidí irme a Logroño, como forma de exilio voluntario. En realidad tocaba Tricky.

Nunca lo había visto en directo, y tampoco tenía nada mejor que hacer con las sobras de la festividad navideña. Pero, a pesar de que creía que dejaba atrás los dos Grandes Debates de nuestro tiempo, resultó que los debates continuaban en Logroño. Mirad.

El concierto de Tricky se desarrollaba en el Palacio de los deportes de la capital riojana. Una asociación mental me vino enseguida a la cabeza cuando leí ese contradictorio nombre (¿palacio de deporte?) en lo alto de las paredes. Me acordé del Palacio de los deportes de Madrid, y de algunos conciertos a los que he ido y en los que 15.000 personas se apiñaban entre las gradas y el foso bajo enormes cartelones de NO FUMAR (colgados del vigamen del techo). Por supuesto, fumábamos en esos conciertos. A lo mejor fumábamos 3.000 personas. Me pregunté a mí mismo: ¿crees que en el Palacio de los deportes de Madrid 3.000 personas "animadillas" van a dejar de fumar durante un concierto de Prodigy? ¿Crees que la policía va a detener a 3.000 personas, que las van a expulsar del recinto? Y más: ¿crees que van a expulsar del recinto de un concierto al cantante si se pone a fumar, como es habitual en estos shows?

La respuesta, o la prueba, vino con Tricky. Salió al escenario y, tras quitarse la cazadora de cuero y la camiseta, se encendió un cigarrillo. En la hora y media que duró su actuación, fumó más o menos 15 cigarrillos. Por supuesto nadie salió a escena con un extintor o acudió a la policía (de momento).

Buscando información sobre el concierto, y sobre todo el nombre (Franky Riley: supersexy) de la maravillosa cantante que acompañaba al artista de Bristol, me he encontrado con una reseña-pataleta en El País que me ha dejado muy confundido.

Dice Andrés (García de la Riva) que Tricky es un "niñato", y que su concierto fue una mierda. Personalmente no recuerdo un concierto más emocionante y dramático en los últimos años de mi vida de espectador musical, pero eso es otro tema (otro track). El periodista, en definitiva, afea el comportamiento de Tricky por dos cosas: que fumó en el concierto ("desafió la ley Antitabaco fumando en repetidas ocasiones": ¡qué malote!) y que no permitió que el concierto fuera grabado por RNE (¡cultura libre!).

Que Tricky fume en sus conciertos, o que fume The Edge, o que fume Adam Green, va a ser un problemita: cualquier creador (con perdón de la inclusión subliminal) que además sea fumador necesita el tabaco para desarrollar su pomposa actividad. Yo no puedo escribir si no fumo: pero escribo en mi casa, así que no hay que alarmarse por el futuro de la literatura de mi barrio. Pero los músicos fuman mientras tocan, mientras cantan, y si no pueden hacerlo, estoy seguro de que muchos van a ser bastante peores intérpretes de lo que en la actualidad son.

Esto nos lleva a otro dilema juguetón: ¿qué prefieres, denunciar a tu artista favorito o que te dé aquello por lo que has pagado? O fumas o cantas, Tricky.

Los tenemos cogidos por los huevos, sin duda. Tú vas a ver a Jay Jay Johanson, que es tu ídolo, y sucede una de estas dos cosas (suponiendo que Jay Jay sea adicto a la nicotina): que si fuma lo denuncias, pero si canta mal (por no fumar) también lo denuncias.

¡Toma!

Aparte de que si no deja que RNE grabe su concierto (¿quién se supone que es RNE para ir grabando conciertos?, ¿es un derecho inalienable de una Radio grabar las cosas?), también lo denunciamos.

Hay que apuntar, además, que en el concierto fumeta de Tricky en Logroño yo también fumé; y mi acompañante; y un montón de gente. Nos animamos a delinquir, qué quieres. ¡Vivimos en el filo, tío!

Pensemos en las drogas. Porque me pregunto si podré acusar formalmente a Leire Pajín de inducirme al consumo de cocaína: va en serio.

En el propio El País, en sus crónicas de Benicasims y Primaveras Sounds y demás, nunca hablan de algo que, en un festival de música, es casi más importante que la música; o sea: las drogas. Las drogas están prohibididas (pero prohibidas del todo) y, sin embargo, no sólo no se requisa la tonelada y media de cocaína que normalmente meten (mis amigos) en un festival, sino que dentro del mismo hay un Energy Control que te informa de si la coca ilegal que has metido ilegalmente para consumirla de manera ilegal en un concierto donde si el cantante fuma un cigarrillo lo denuncian es o no de buena calidad.

¿Cómo que Drogas No? ¡Drogas Sí! Hasta hartarte.

Y esos son los Grandes Debates de nuestro tiempo, amigos. Fumar y verse unas pelis.

Por cierto, subió la luz. Apago esto.