viernes, 3 de enero de 2014

raudo # 101

No acabará uno nunca de dar crédito a esa situación que, con los años, se vuelve aún más frecuente y escandalosa -porque uno tiene un pasado, un conocimiento, una experiencia; unas certezas-, a saber: leer o escuchar a un escritor decir exactamente lo contrario de lo que piensa, y también lo contrario de lo que dicen sus propios actos y movimientos y publicaciones; al comentarlo en mi entorno más cercano, me hablan de "cinismo", pero no es cinismo que lo que uno diga sea tomado palabra por palabra como lo que uno quiere decir (independientemente de la sinceridad bajo la que se amparan sus enunciados), sino que lo que uno diga sea leído como su contrario por quien lo escucha (el cinismo aún merece algo de respeto, en realidad); es, entonces, simple falsedad interesada, ese hermanamiento de ambición e hipocresía de la que hablaba Chateaubriand como fórmula del éxito, y que convierte los alrededores de la literatura (las entrevistas, mayormente) en el despliegue de los catálogos de un charlatán.