viernes, 15 de enero de 2010

Quimera / Mercurio

Boletín de autobombo

La revista Quimera incluye en su número de este mes una rechinante entrevista que me hizo hace algún tiempo Karina Sainz. Gracias.

La revista Mercurio, por su parte, publica una reseña de El estatus. Copio abajo. Gracias.

PUERTAS CERRADAS, PUERTAS ABIERTAS

ALEJANDRO LUQUE

Media docena de personajes y el espacio cerrado de un bloque de viviendas son los elementos con los que Alberto Olmos (Segovia, 1975) ha elaborado El estatus, una de esas contadas novelas llamadas a destacar en el panorama narrativo hispano por su curioso planteamiento y hábil desarrollo. Las protagonistas, Clara y Clarita, madre e hija, dejan el campo para mudarse a un piso en la gran urbe, a la espera de noticias del padre de familia, un Godot que ya se demora más de la cuenta. A su alrededor van dándose a conocer figuras como la criada Patricia, el portero mudo Jesualdo o el asistente Ichvolz. El clima pacífico, más bien anodino de la casa, ira enturbiándose paulatinamente, a medida que pasan los días enclaustrados, van tensándose las relaciones entre unos y otros, y se ponen de manifiesto los secretos y medias verdades que casi todos manejan. La narración cobra no poca intensidad con la entrada de inquietantes sospechas, invisibles amenazas y ruidos de procedencia indefinida, que vienen a sumarse a la sorda lucha por conquistar posiciones ventajosas que libran los habitantes de la casa. La vuelta de tuerca que se guarda Alberto Olmos, y tal vez el principal hallazgo de esta obra, son los diálogos de madre e hija intercalados en la historia, como si estuvieran viéndose a sí mismas, repasando y comentando su propia peripecia desde algún ignoto tiempo y lugar. “Esas somos nosotras”, se reconocen al inicio de la novela, y así logra el autor dinamizar el relato, matizarlo, completarlo y al fin redondearlo de un modo muy plausible.