lunes, 5 de marzo de 2012

Silencio

Después de asistir al Encuentro de Blogs literarios del pasado sábado en Madrid (link), parece interesante comentar aquí, con más sosiego y sintaxis, algunas ideas en torno a blogs y literatura.

Al pie del post he colocado -colocaré- un esquema sobre lo que entiendo yo por blog literario. En este post quiero centrarme, sin embargo, en algunos casos particulares de blog literario y en algunas discrepancias surgidas en la charla en la que participé.

El caso más particular de blog literario es el que yo llamaría "blog literario puro". Sería este un blog donde alguien escribiera ex profeso lo que el buen saber y entender consideraría literatura. Es un caso especial porque, en cierto sentido, resulta inviable.

Las dinámicas y protocolos de la escritura son esencialmente opuestos a los de los blogs. Escribir es una larga concentración interrumpida que sólo se da por finalizada con el gesto de publicar. Gestionar un blog, sin embargo, es publicación constante. Enfrentar ambos recorridos crea cortocircuitos tanto en una como en otra actividad. Uno no puede escribir satisfactoriamente cada día; tampoco puede ir enseñando lo escrito sin perjuicio de lo que resta por escribir; por citar un tercer aspecto: la corrección que merece todo texto se entiende como impertinente una vez que el texto se ha hecho público.

Sin embargo, un blog no es tal si no expone algo semanalmente. Tampoco participa de la naturaleza del blog la imposibilidad de incorporar lectores in media res, sin necesidad de una lectura íntegra de sus contenidos. Finalmente, creo intuir que la naturaleza online de un texto parte de un detalle específico que puede resultar anecdótico para muchos -no para mí, obviamente-, y es este: el texto del blog se escribe en el propio espacio en blanco del editor de contenidos de la bitácora. Escribir, por ejemplo, en Word, y después pegar el texto en el blog, no es bloguear; es simularlo.

Así las cosas, parece lógico entender la hermandad surgida entre el blog y el diario, y la práctica inexistencia de blogs de creación literaria que ensanchen su sentido por la acumulación de posts. En rigor, los posts multiplican el sentido del discurso, que es siempre efervescente y -vi esta palabra en algún sitio- hodiernista, esto es, ávido del día, fanático del presente, sin historia.

La dificultad de llevar un blog regularmente donde la creación sea protagonista -la creación ex profeso, repito- es lo que hace que la escena blog española la protagonicen blogs de reseñas literarias o comentarios al paso de la actualidad del mundillo. Es más fácil opinar que crear.

En la charla en la que participé junto a Javier Avilés, fueron los otros dos participantes los que más oposición mostraron hacia las virtudes o bondades de los "blogs literarios". Luis Magrinyá nos dejó descolocados con una afirmación similar a la siguiente: "Qué manía la de publicar todo el tiempo; yo publico cada cinco años, no podría decir algo todos los días. ¿No os estresa esa obligación de alimentar diariamente el blog? ¿Por qué hay que estar siempre diciendo algo?"

Creo que fue aquí cuando hablé de que esa obligación, ese estrés, no existen. Propuse que el blog se adapta al carácter de algunas personas, que podemos interpretar, en lo que nos toca para este post, como dotado de cierta capacidad para generar texto facilmente. A fin de cuentas -y salvando distancias-, siempre hubo autores que acababan una novela al año y autores que escribían una sola en toda su vida. Por otro lado, es bastante dudoso que los autores que no publican habitualmente muestren deferencia alguna hacia el público o un pudor particular a la hora de mostrar sus creaciones. Tan romántico se me hace pensar que hay escritores que efectivamente escriben a diario y que luego seleccionan "lo mejor" de su producción en los últimos seis o siete años para darlo a la imprenta como tremendista considerar que hay quien se flagela y tortura y hasta indigesta a voluntad para cumplir con una continuada presencia verbal en librerías o en su propio blog. Creo que todo es más simple, y que, en cuanto al asunto que trato, los blogs han venido a disponer una vía de escape para aquellas personas que, mal que bien, disfrutan escribiendo y lo hacen a diario y con soltura. [Comentario al margen: no tengo noticia de que ningún escritor de la historia, una vez muerto, haya dejado en herencia una tonelada de literatura por él desechada, frente a una obra efectivamente publicada de escasos volúmenes. Si pensamos en los inéditos que aparecieron después de la muerte de Roberto Bolaño, encontramos justamente el caso contrario: alguien que publicó mucho dejó también mucho sin publicar. Alguien que publicó poco suele dejar también poco inédito; normalmente nada. Maldad también al margen es la de comprobar -no así con Magrinyá, obvia y amorosamamente- cómo esas obras aplazadas y esperadas, depuradas a lo largo -dicen- de años no son muchas veces mejores que una obra cualquiera, y tantas veces son en verdad pésimas, con todo y la demora.]

La creencia de Luis Magrinyá de que hay en los autores facundos una especie de disciplina inglesa o calistenia literaria matutina fue seguida -o pudo serlo- por la creencia a su vez de Constantino Bértolo de que un blog se hace por márketing o automárketing o promoción. Aquí también discrepé -en la medida en la que uno se permite discrepar de alguien de tan imponente inteligencia-.

Afirmé que uno puede abrirse un blog en cualquier momento y escribir sobre su propia vida durante meses y, con suerte, alcanzar una media de visitas mensuales de unos 50 internautas; seguramente 40 de ellos llegaron al blog por error. Esto quiere decir que un blog -entre 500 millones de blogs que hay en el mundo- difícilmente puede considerarse ab ovo como herramienta de autopromoción. Incluso un blog firmado por un autor o periodista conocido -digamos, su nombre en medios de tirada nacional- carece por completo de visibilidad en sus primeras semanas y meses; a veces incluso años.

Dejando de lado otras características, hay que notar -y valorar- la diferencia que hay entre abrir un blog y gestionarlo con tino y abrir un blog y dedicarse a pasear el propio NickName por todos los blogs del propio entorno -el literario, en este caso- dejando comentarios cuyo fin muchas veces no es decir nada, sino posibilitar en un sólo clic el descubrimiento del propio blog. Eso, en efecto, y sin mayores escándalos, es promoción.

Si se considera que Hikikomori, por ejemplo, es un blog que yo hago para autopromocionarme, también debería considerarse que cada vez que pongo un pie en la calle me estoy haciendo promoción. Promocionarse no es "estar", sino "dónde" estás. Si yo pusiera un pie en la calle cada día, no para ir al Pepe Botella o a comprar el pan, sino para asistir a los 400 eventos literarios que hay en Madrid a la semana, entonces sí que salir de casa sería en mi caso "hacerme promoción".

Por ello, afirmé -nuevamente con simpleza occamiana- que la gente que escribe un blog lo hace porque le sale solo, y ya está.

En este punto sugerí que el blog completa el círculo de la literatura de tal forma que resulta en sí mismo autoralmente satisfactorio. Esto es: se escribe, se publica, se es leído. No hay prestigio -o al menos no el que otorga un sello editorial- ni hay dinero -el contenido se ofrece gratuitamente-. Por ello, consideré la broma de entender los blogs de creación literaria como un favor que la tecnología ha hecho a los editores, dado que muchos aficionados a la escritura pueden prescindir perfectamente de su concurso toda vez que, repito, no necesitan conseguir ni prestigio ni dinero por sus textos.

Aquí Constantino Bértolo opuso que, muy al contrario, los blogs había extendido el vicio de escribir y que, por tanto, acababan llegando más manuscritos a su mesa que antes. Sobre si las cosas que salían en los blogs podían considerarse narrativa, y no digamos una forma nueva de la misma, Bértolo consideró imposible este extremo, dado que los blogs son abusadores del presente, y, según él, "el narrador de toda novela es el tiempo", y no puede narrarse en un presente -esto me lo invento, o reinterpreto- que no es ni continuo ni acumulativo, sino simples alfilerazos verbales superpuestos.

Esta objeción, muy interesante, nos indica en definitiva que los blogs no se han hecho para escribir novelas -seguramente, como pasa con Twitter, nada tecnológico se hace en realidad con un fin específico, sino con mucha manga ancha de cara al usuario, en el que, en verdad, se delega toda la imaginación- sino para contar por contar y para dar señales de vida cada tanto: escribir es respirar en el mundo digital.

Juan Aparicio-Belmonte, en otra charla, dijo que los blogs no son un género literario, pero que algunos géneros literarios se adaptan particularmente bien al formato del blog. Estos son el diario y la reseña (si entendemos por género literario el ejercicio de la crítica). Se habló de fragmentarismo, y en este caso no creo que pueda apelarse al fragmentarismo como una opción estética, sino como una restricción técnica procedente de la morfología del blog.

En cuanto a los blogs que hablan de literatura, hace semanas Alberto Santamaría señaló que internet "ha desarrollado un modelo de crítica kitsch" en referencia a esos blogs que opinan de libros con desenfado, ligereza, sin andamiaje teórico y, tantas veces, en lenguaje coloquial o hasta argot callejero. Por un lado, parece difícil validar la afirmación de que internet ha creado algún tipo de crítica literaria. Los blogs con estas características forman parte de un árbol genealógico de origen antediluviano: La fiera literaria->los fanzines->los pasquines->los panfletos->los goliardos->los yambógrafos. Esto es: siglo XXI, años 80, siglo XIX, siglo XVIII, siglo XIII, siglo VII (a. d. C.).

El calificativo de "kitsch", justificado porque en estas bitácoras se busca  "el efecto puro", tampoco parece muy atinado. Justamente el "punk" se adecuaría mejor a la definición "efecto sin contenido"; casi cualquier etiqueta (trash, gore...) de este catálogo de extranjerismos de la cultura popular se aviene con mayor precisión a un blog de crítica literaria no tradicional que kitsch. Por no hablar del "épateur le bourgeoisie" de los simbolistas.

Ahora pondré el esquema de blogs literarios que se me ha ocurrido. Sea más o menos útil, lo que parece innegable a día de hoy, con tantas facilidades para decir y escribir, y para publicar (blogs, redes sociales, Kindle Direct Publishing), es que el silencio no tiene futuro.


BLOGS LITERARIOS:
1. BLOG DE CREACIÓN
por contenido
1.1. Texto hecho ex profeso.
1.2. Texto recuperado.
por autoría
1.1a Autor con obra publicada..
1.2a Autor sin obra publicada.
por género
1.1b Poesía
1.2b Relato
1.3b Novela
1.4b Diario
2. BLOG DE RESEÑAS
por contenido
2.1 Reseñas ex profeso
2.2 Reseñas republicadas
por autoría
2.1a Autor reconocido
2.2a Autos desconocido
por intención
2.1b Analítica
2.2b Paródica