martes, 15 de octubre de 2013

raudo #21

Siendo el mal o el Mal o el Mal Absoluto un tema tan socorrido en las novelas últimas de países que nada tienen que narrar -España- o en los autores que nada tienen que narrar -los españoles-, y siendo un asunto, el Mal o el mal o el Absoluto Mal, que apenas me ha interesado nunca para escribir yo mismo sobre él -un autor español o latinoamericano de 30 o 40 años escribiendo sobre Auschwitz: por favor-, atiendo sin embargo con enorme inquietud -diríase que estética, literaria, narrativa- a pequeñas manifestaciones de una maldad particular, aquella que se emite, se practica o se lleva a cabo desde una suerte de legitimación, como aplaudir y hasta vitorear la caída de la industria musical porque en los años 90 amasaban fortunas descomunales, como alegrarse por el despido como columnista de un director de cine que bromeó -precisamente- sobre el Holocausto, como la facilidad con la que cualquier ataque contra alguien que alguna vez incurrió en el delito o en la inmoralidad es celebrado visceralmente, decenas de pequeñas sevicias intrascendentes, casi veniales, pero encarnadas en personas que a buen seguro tienen una gran opinión de sí mismos y de sus principios éticos, y sin embargo hay como un anhelo de fisura en la propia honra -por decirlo a la antigua-, en la propia reputación, un oportunismo rabioso, que espera en medio de la histeria la ocasión de hacer de la crueldad un ejercicio de irresponsabilidad que sea pasado por alto: ese es el mal que me interesa.