lunes, 17 de mayo de 2010

Del año de "El estatus"

Un amable escritor al que no conozco en persona me escribió no hace mucho un mail. En él me informaba de que, durante un viaje en AVE, había escuchado en Radio Renfe una pieza dedicada a El estatus. "Aunque seas a veces un poco cascarrabias", concluía, "tengo la impresión de que, en el fondo, estas cosas te hacen cierta ilusión."

Me la hacen, como es lógico. Sobre todo, como sucede con El estatus, cuando la novela lleva publicada un año, y ha recibido atención sostenida hasta el día de hoy.

Esta atención ha sido sumamente positiva. Dentro del arco mediático al que puedo acceder, o al que estoy acostumbrado a acceder, la novela de Clara madre y Clara hija ha aparecido en más medios, revistas y blogs que cualquiera mía anterior; también ha recibido críticas más entusiastas. Por otro lado, el entorno crítico no mediático (amigos, lectores anónimos) me ha hecho llegar su satisfacción, goce, interés o respeto por la obra en modo y número claramente superiores a los vistos por mí en libros precedentes. El premio Ojo Crítico que recibió El estatus en noviembre de 2009 constituye además una sanción muy apreciable de la calidad literaria de la novela. Finalmente, parece que la van a traducir al portugués.

Digo todo esto porque El estatus lo escribí en 2004.

Desde 1996 (A bordo del naufragio) he escrito una novela al año.En 1997 escribí Así de loco te puedes volver. En 1998, escribí otra; en 1999, otra; en el año 2000, otra; en el 2001...

Esto da cierta idea, por un lado, de la constancia de mi propósito creativo, y, por otro, de los rechazos editoriales que debo haber sufrido. Curiosamente, desde que volví a publicar, en 2006, me he visto liberado, o simplemente sin inspiración, para continuar con la rutina de escribir una novela al año. Lo último que he escrito de largo alcance fue la serie de los ceros y los unos que apareció en este blog entre el 1 de diciembre de 2008 y el 13 de febrero de 2009.

Ahora no estoy escribiendo nada, como suele decirse cuando se está escribiendo algo.

Resulta tierno echar la vista atrás y darse cuenta, en cierto sentido, de la generosidad de mi propia vocación. Debido a la inocencia, a la falta de experiencia y hasta, quizá, de seguridad en mí mismo, nunca he movido agotadoramente un manuscrito. De hecho, casi todas las novelas que me han publicado me las ha publicado el primer o segundo sello al que se las he enviado. En cuanto recibía más de dos o tres rechazos (y entre ellos cuento el rechazo bufo de no ganar un premio) decidía guardar la novela y ponerme a escribir otra. Si "bien está lo que bien acaba", y no es acabar mal haber publicado 4 novelas en Lengua de Trapo, no deja de ser jugoso reflexionar sobre qué hubiera sucedido si alguna de esas novelas mías aún inéditas se hubiera beneficiado de una mayor diligencia postal por mi parte y hubiera acabado publicada a mitad de camino, en ese "desierto de lo inédito" que figura entre mi debut con Anagrama y mi maduración con Lengua de Trapo.

Estos días, he abierto el archivo DSALP, la novela que escribí en 1999, con 24 años. Se trata de un texto de 66.000 palabras, dispuesto en un sólo párrafo. Leer lo que yo escribía hace la friolera (perdón por el cliché) de 12 años está resultando demoledor. La rabia, la ambición, la increíble falta de modestia, la brutalidad de los pasajes ahí recreados y, sobre todo, la inadmisible riqueza de vocabulario de aquel joven me acogotan un poco. Siente uno algo parecido, frente a sí mismo hace 12 años, que ante algún veinteañero actual que debuta dando la impresión de saberlo todo, o, al menos, mucho más que tú.

Hay algunas palabras en DSALP que no sé qué significan.

Esta perspectiva del tiempo es muy grata, porque si con una obra que ha concluido uno apenas hace unos meses se siente siempre la sospecha de estar leyéndola, revisándola, con cierta manga ancha, connivencia estética y simpatía, con lo escrito hace más de uno o dos años, la lectura es absolutamente objetiva, y la satisfacción muy grande, cuando uno acaba el libro y vuelve a la portada y ve que el autor es uno mismo.

La historia de El estatus es la siguiente. La escribí, como digo más arriba, en 2004, en Japón. Tardé ocho meses, un tiempo superior, aún hoy, al de la escritura de cualquiera de mis otros libros. Como todas mis novelas hasta El talento de los demás, su redacción fue llevada a cabo bajo la premisa: ¿último intento? Este nuevo empeño, sin embargo, conllevó un propósito novedoso: voy a hacer una novela impecable. Esto quería decir que no iba a hablar de mí, que no me iba a divertir en la composición, que no iba a incluir pasajes presentistas ni biográficos, que iba a ser, por una vez, profesional.

Su escritura fue la más ardua que recuerdo porque, como dice Normal Mailer, "estaba escribiendo en contra de mi propia vocación". No me interesaba la historia, no disfrutaba con el estilo y no sabía por qué estaba escribiendo eso. No me llama la atención crear personajes, ni contar historias en términos de planteamiento-nudo-desenlace; mi vocación pendula entre dos extremos: la metáfora y la idea. Me gusta hallar expresiones como "el cuerpo polémico de la adolescencia" (Tatami) e ideas como "todos tenemos talento, pero sólo unos pocos consiguen saber en qué" (El talento). Lo único que me interesa de la literatura es la música.

El estatus volvió mi pasión una profesión, y yo no quiero ser un escritor profesional, un trabajador, sino un niño que gana dinero con sus juegos. Ser escritor, pensaba, pienso, es dilatar la inmadurez por medio del arte, porque si de currar se trata, siempre es más rentable y más fácil hacerse albañil o dentista, ir a una oficina, esas cosas.

Pero por entonces mis juegos de niño que escribe no parecían tener mucho futuro. Así que El estatus.

Cuando acabé la novela, la leí. No recuerdo si me gustó o no. Se la envié por mail a una amiga en España, y también a un reciente amigo, en Argentina. Mi amiga la leyó entera y me dio su impresión: no le había gustado mucho; era demasiado fría. Le gustaba el final, era muy original, pero el conjunto le resultaba poco apasionado, falto de vida. El otro lector me dijo que no había pasado de la página 26, que por qué estaba ambientada en Austria (o donde sea, Alberto), que le aburría enormemente.

Consideré que había sido castigado, precisamente, por traicionar mi vocación, por escribir sin divertirme. Aún así, envié la novela a dos editoriales. Podría dar los nombres pero siento que quizá resulte algo recriminatorio citarlas, cuando en realidad no tengo especial resentimiento por su proceder de entonces. Una editorial me contestó: rechazo. La otra ni siquiera dio respuesta a mi envío.

Así que ahí acabó la vida de El estatus. Empecé a escribir El talento de los demás.

Cuatro años más tarde, ya publicadas Trenes hacia Tokio y El talento de los demás, me vi cara a cara con el editor que nunca contestó a mi envío. Como parecía simpatizar conmigo, saqué a colación, a modo de anécdota, que una vez le envié algo y que no me hizo ni caso. Quería levantar ese secreto porque, pensaba, si por curiosidad o prevención el editor hurgaba en sus archivos, en sus mails, y veía mi nombre, y constataba su desatención hacia mi manuscrito años ha, podía pensar que yo le tenía guardada una, que albergaba una heridita, que no era todo transparente.

Por motivos casi genéticos, me gusta que todo sea transparente.

El editor me preguntó por el título de mi manuscrito. Se lo dije. Luego me pidió leerlo.

Rebusqué en archivos y mails y encontré Elestatus.doc. Se lo envié. Lo leyó en un tiempo considerablemente breve y me propuso publicarlo. Yo estaba encantado de publicar con este editor, seguramente el mejor editor de España; sin duda, el personaje en funciones ejecutivas más inteligente, independiente y encantador de toda la industria literaria nacional.

Como digo, no soy muy hábil, nunca lo fui, en mis relaciones con editores. Me vi entonces en una situación donde a buen seguro me hubiera venido bien una agente, es decir, una persona lista. La situación era: mi actual editorial quería también El estatus. Así que tenía que decidirme.

El resultado puede verse en la librería. El editor que no la publicó dijo: "Soy demasiado mayor para andar metiéndome en tonterías de le publicas tú le publico yo". No dijo eso exactamente, dijo algo parecido. (A este editor le molesta mucho que pongan palabras imprecisas en su boca.)

También dijo, y esto es casi literal: "Estoy seguro de que El estatus va a tener una buena acogida." Puede considerarse que acertó.

¿Cuándo releí yo El estatus? Estaba tan inseguro sobre esta obra "antigua" que esperé hasta el último momento, hasta las galeradas de Lengua de Trapo. Recuerdo que, en una fiesta, alguien me preguntó si iba a publicar algo nuevo. Le dije que iba a publicar un libro llamado El estatus, y añadí: "Es una puta mierda".

Lo pensaba realmente. Rechazo de una editorial, silencio de otra; una amiga que no le gusta, un amigo que ni siquiera es capaz de acabársela... Además, apenas recordaba de qué iba, ni cómo era su estilo ni qué quise decir con ella. El hecho de que dos editoriales hubieran pujado por el manuscrito (pujado, no tanto) no me daba ninguna seguridad.

Como todos los buenos escritores, soy una persona insegura.

Finalmente, me llegó el pdf de El estatus, editado con el primor que Fernando Varela siempre pone en mis libros. Lo leí.

Del mismo modo que he sido sincero con lo que le dije a un señor en una fiesta sobre El estatus, lo seré con lo que le dije a Fernando Valera cuando acabé de leer El estatus. Le llamé por teléfono: "Fernando, es una puta obra maestra."

"Me has hecho padre", contestó.

Hablar de la propia obra, en estos términos, es indecoroso, soy consciente. Es curioso, y lo digo sin ironía, que El estatus, escrito por cualquier otro autor, sería la típica obra que no me interesaría nada. Una historia de madre e hija en casa solitaria donde hay algo así como fantasmas. ¡Qué coñazo! ¡Qué tópico! Si no fuera mía, sólo hubiera caído en la tentación de leerla al hilo de algún post que hubiera encontrado hablando bien de ella, y del premio Ojo Crítico, al que siempre estoy atento (los he leído casi todos).

Pero, ya leído, en este caso, por obligación (no podía publicar algo sin saber siquiera de qué iba), me resultó admirable. ¡Sé que es patético que lo diga! Como con DSALP (1999), me sorprendió ver lo bien que escribía yo antes.

También uno mira fotos antiguas y se sorprende de lo guapo que era... antes.

Ahora se cumple un año de su publicación, y he querido celebrarlo dejando por escrito, para mí mismo, los avatares de su llegada a puerto editorial.

Entiendo también que a algunas personas este relato puede servirles de estímulo.

Todo llega.

43 comentarios:

  1. Sí, todo llega.
    Gracias por contarlo.

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  2. fascinante autobiografía creativa

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  3. A mi, como lector, también me gusta leer por la música. Signifique lo que signifique en relación a este post.

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  4. Hola Alberto:
    Enhorabuena por el año de vida pública de El estatus.
    Me gusta haber oído esta historia previamente, en persona.
    Ya te dije que yo había creído ver una evolución en el estilo hacia el futuro... aunque me extrañó la temática.
    Esperamos eso siguiente que no estás escribiendo.
    saludos

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  5. Está muy bien para el " Paris Review"! Yo devoro/adoro esta clase de "confesiones", me inspiran, porque sigo soñando.

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  6. Sorprende que apenas mandes tus obras a un par de sitios y te saquen un contrato.

    Sería interesante que contaras qué esperan hoy las editoriales de las obras y qué les resulta inadmisible en ellas.

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  7. ¿Sorprende? No lo sé; la verdad es que no conozco a muchos escritores, de modo que no tengo estadística fiable.

    Sí es verdad que, pasado el tiempo, lo de Anagrama me parece directamente un milagro.

    Por otro lado, no sé qué esperan las editoriales, por qué publican una cosa y no otra, etc. Me he vuelto cada vez más agorero y, ciertamente, veo muy difícil publicar hoy en España si no cuentas con un mediador o un talento extraordinario.

    Me da que, miserias aparte, hay un elemento inaprehensible e incontrolable que tiene mucho peso: el editor (o "jefe") se enamora (con perdón) de un discurso, del discurso de un autor, y por tanto le publica venda o no venda, le gusta a alguien o le guste sólo a él mismo.

    Otro elemento incontrolable, del que creo haberme beneficiado ya hasta su agotamiento, es la suerte.

    Los buenos editores (considero) privilegian un manuscrito "personal" antes que uno "correcto". Casi todos miran con recelo un texto tipográficamente novedoso (sin comas, en verso...) y las obras de género (salvo el género negro), y, por supuesto, los libros de cuentos.

    Al parecer se da mucha importancia a las 10 primeras páginas, que enganchen. "Se nota que sabes cómo pasar una primera criba", me dijo F. Varela respecto a las primeras páginas de El talento de los demás (escritas, como es lógico, sin pensar en primeras cribas ni en nada).

    También creo que la egolatría (injusticada, claro) ayuda mucho a un texto, desde su redacción a su envío. Date cuenta de lo ególatra que tiene que ser uno para enviar con 23 años una novela a Anagrama, y pensar que por qué no.

    (Comparen esta afirmación con la de A. Neuman en su artículo de El cultural sobre el mismo asunto; luego también pueden comparar trayectorias, y sacar pertinentes conclusiones.)

    Gracias por los comentarios

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  8. Enhorabuena Al, Omedetou.

    Voy a conseguir el libro como sea. Me gusta como cuentas el detrás de la publicación de tus novelas y lo auténtico de tus principios para escribir.
    Lo auténtico deslumbra y esta destinado a permanecer.
    Un beso!

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  9. ...Es curioso, Alberto. Esta entrada me ha parecido emocionante e impúdica. Probablemente por lo impúdico que tenía, sabía que quería decirte qué me parecía, y no sabía si optar por la exhibición pública o por la intimidad del email...
    ...No sé si es simplemente por cotilleo, pero me encantan los relatos, lo rocambolesco de cómo algo llega a ser lo que es. Me pasaría la vida oyendo a gente contando el proceso que le conllevó hacer algo...
    ...Me emociona mucho lo que dices no sólo porque en cierto modo me reconozco en lo que dices, sino que ahora, como sabes, aprendo a escribir guiones. Y ya sabes que ando enfrascado en Tatami, y me enfrento continuamente a problemas que me asaltan durante el proceso. Problemas que me pongo yo, que me pone el libro y que, supongo, me pondrá El Autor de Tatami, apenas perciba que me estoy tomando demasiadas licencias, o no, quién sabe...
    ...Lo curioso de todo esto es que, desde que nos vimos y te hablé de esta historia, hasta el día de hoy, no hay un solo día en que no piense que "El Estatus" sería mucho más agradecido. El único problema que le veo es que es un libro demasiado bueno como para estropearlo con una película. Está ya ahí en el libro la posible versión musical o cinematográfica, el posible ballet, el posible cortometraje, no sé. "Tatami" es problemático porque podría ser muchas más cosas, porque no es "la puta obra maestra" con que hiciste padre a Fernando...
    ...No sé si me explico (Me temo que no)...
    ...Un abrazo...

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  10. O.K! Tomo nota.

    Al igual estoy convencido que si te decidieses a recopilar, una vez debidamente retocados a tales efectos (como a ti te apeteciera, evidentemente, pero a TALES EFECTOS) tus artículos de LMH en un único texto, el libro iba a ser un absoluto trallazo a nivel crítico. Los andobas lo iban a catalogar de total. Los pobres, los jovencitos sobre todo, no han leído una cosa así de chechena en su puta mi vida. ¡Uhhh qué miedo!.

    A los críticos de este país les entra un pibón rumano de veinticuatro años a las doce de la noche de la noche en Barbieri y salen por patas. Luego, al llegar a casa, colapsan. Directamente.

    Palabra de hombre, man.

    julian

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  11. Todo llega, Julián.

    Miguel Ángel: creo que Tatami es mejor posible película que El estatus. El estatus, narrativamente, es inane: no pasa nada. Sólo un autorazo (no sé, Lars von Trier, Haneke o el primer Wim Wenders) podría hacer una película interesante con esa historia. Creo.

    Con Tatami, entre los diálogos de avión y las escenas en flashback de una japonesa de 15 años quitándose la ropa, ya tienes algo visualmente más llamativo. Me imagino, de siempre, no ahora que es tan famoso, a Luis Tosar como protagonista.

    En la adaptación teatral también se tomaron muchas licencias: como hacer que "Olga" se masturbara en el baño...

    No sé si las tuyas van por ahí...

    Es primavera.

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  12. Maravilloso, Alberto!

    Heliogábalo.

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  13. leo y me da pudor decirlo

    pero te quiero

    (literariamente hablando)

    un abrazo

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  14. Unos comentarios muy agradables, no estoy acostumbrado. Gracias.

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  15. Y cada novela diferente. Da ganas de leer la siguiente, o de perdida, las inéditas. De las que he leído me quedo con ETD.

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  16. De todas formas, e insistiendo en mi primer y breve comentario, lo del post 'supra' es una perla de un género como cualquier otro, el de las confesiones creativas o autobiografía laboral o curriculum adornado. Y contiene la verdad que contenga y que el lector y yo ignoramos, pero debe tener 'veracidad' aún mayor que un cuento o una novela. Esta confesión de Alberto la tiene (A mi me publicaron en el LB de Alianza Editorial, junto a Thomas de Quincey con 30 años, tampoco sabía lo que eso implicaba, casi era un imposible, pero yo no lo sabía y fue posible)

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  17. Debe ser por esa muchas veces incontrolable sensación de admiración la que hace que este post no me parezca tan maravilloso como al resto. Es como (y perdonen la comparación barata) el mago que te enseña los trucos; se pierde un poco la magia.

    Un saludo.

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  18. Yo trabajé como ayudante de mago, y si algo fascina a la gente es que les cuentes que hay truco tras el truco. Los lectores somos así, crédulos pero curiosos.
    Me gusta mucho tu magia, Alberto.

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  19. Es posible. Quizá sea porque estoy tan del lado del que ve el truco que vivo de esa magia. Nunca he sido ayudante de mago, ni mago, ni escritor, ni nada. Y ni siquiera he tenido la intención.

    Es posible que mi lejanía de ese mundo sea lo que me deje un poco "fuera" de ese feeling, más cerca de la vida coñazo con necesidad de magia.

    Un saludo y, obviamente, gracias por tu literatura, Alberto.

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  20. Prefiero ser sincero a ser mágico, la verdad.

    Gracias.

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  21. No, seguramente a todos nos gusta.

    Nos gusta oír que un actor se hizo tal porque fue a un casting a acompañar a un amigo; que un novelista escribió su gran novela en papel higiénico; que un cantante fue descubierto tocando en el parque del Retiro; que las cosas suceden milagrosamente, mágicamente, y que por tanto también pueden pasarte a ti.

    Sin embargo, aparte de que no sé mentir, creo que ya hay en el mundo demasiada glucosa publicitaria, demasiado simulacro moral, y hay que remar en la otra dirección.

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  22. La magia es sincera. Hacer magia no es ser mágico. Ser mágico es cursi.
    pero de nada.

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  23. Hola:
    Si algo me llama la atención de todo esto que tan sinceramente cuentas es que te costara tanto publicar después de haber resultado finalista del Herralde (toda una lección de humildad que muchxs se deberían aplicar). Supongo que entre esas dos o tres editoriales a las que enviabas los manuscritos se contaba Anagrama, pero que el propio Herralde (o quien tome allí ese tipo de decisiones) desestimaba su publicación. Parece como si hubieras decidido no presentar tu "finalísima" como un aval en otras editoriales (esa labor que dices que le debería corresponder a un agente). ¡Todo es más difícil de lo que parece!
    Un saludo,
    Marta

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  24. Martín Casariego ha dejado por escrito varias veces su pasmo ante el rechazo de esta misma editorial a su siguiente novela. Ojo: su primera novela había vendido 4 ediciones y ganado el Tigre Juan. Además, era un "Casariego".

    Por supuesto, todo editor tiene derecho a publicar a quien quiera las veces que quiera, y es bastante sano que te bajen a veces de la nube. Hay que valorar a los editores por lo que sí publican, y no por lo que rechazaron (siempre me ha parecido un estupidez afear la labor de Barral porque rechazó Cien años de soledad: ¡muy bien que hizo!).

    Por lo demás, no quiero dar la impresión de ser humilde o modesto. Creo que hasta estos comentarios que escribo en el blog merecerían ser publicados: no te digo más.

    Gracias.

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  25. no quiero dar la impresión de ser humilde o modesto

    Es la primera vez que te leo, pero a juzgar por este post no creo que corras ese riesgo, la verdad...

    Un saludo.

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  26. Bueno, no creo que a Barral le pareciera que hizo bien al descubrir que había rechazado tanto dinero contenido en un manuscrito que quizás en su día consideró farragoso y sin ninguna posibilidad de ganar lectores. Quiero decir, que dudo mucho que lo rechazara pensando conscientemente "ala, así se le bajaran los humos" Sencillamente García Marquez era un don nadie para él en aquel entones,y por eso no tuvo ningun problema en decir "no" al libro de marras que a algunos le sigue pareciendo infumable.

    En cuanto a la rara sinceridad, al desnudamiento o falta de pudor de algunos autores, he de confesar que la admiro, y la considero saludable, necesaria y valiente, a pesar de que no tenga grandes repercusiones. Creo sinceramente que si muchos más la practicaran,no sé gentes con enjundia, con público, se relajaría un poco esta tensión tan típicamente española que existe ante los que hablan o escriben o dicen, porque es demasiado evidente que en España nos gustan los errores y erratas del otro, sus desgracias y fallos, nos revolcamos en ellas como cochinos en el barro y así no me extraña que la gente se muerda la lengua en las entrevistas o diga generalmente gilipolleces e intrascendencias para evitar que luego puedan juzgarle de ser de una u otra manera.
    A menudo me pregunto, esa vida de mentira, inventada para un hipotético público de burros, a quien cojones le sirve ? La vida es demasiado corta como para andar diciendo mentiras politicamente correctas, por eso, aunque este sea solo un blog entre la inmensidad de llamadas de atencion que hay en el mundo muy bien que haces. Llega el siglo XXI, se crea vida en un laboratorio y nosotros seguimos sin ser capaces de decir quienes de verdad somos.
    Perdona por el rollo.

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  27. La modestia es la forma más repugnante que adopta el orgullo (Tácito)

    El pudor es el principal enemigo de la litetura (Paul Celan)

    Las citas me las he inventado, por lo que estoy sumamente de acuerdo con ellas.

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  28. Yo añadiría 'falsa' a la primera cita porque a pesar de lo que decís, la modestia verdadera, esa especie de ignorancia real frente a los dotes propios, me parece de las cosas más admirables que existen.
    Por otro lado, la zalamería y el seguidismo (el peloteo, vaya) es también repugnante y es algo de lo que adolece este Blog en no pocas ocasiones (entre las que a veces me incluyo, dicho de paso)

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  29. HI,ALBERTO;sigues escribiendo?,por una de esas casualidades de la vida llego a mis manos una obra tuya,trenes hacia tokio,30 hojas bastaron para catalogarte.Te habia perdido de vistA,no cambias,jajjajjaj.

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  30. Un amiguete al que pregunté qué tal le estaba resultando la lectura de uno de Loriga me dijo: tiene temazos, pero el disco en conjunto es un desastre. Y sin embargo corrí a comprar el libro, para comprobar lo malo y lo bueno que era: y qué malo (y qué bueno) resultó ser. (Hablo de "Tokyo ya no nos quiere", por cierto.)

    Los profesionales escribirán las fiestas de los chivos y habrá que anonadarse ante tanta profesionalidad, pero yo estoy tan convencido como Alberto de que hace falta mucha música. Al menos es lo que yo busco cuando leo.

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  31. Siendo tan prolífico como eres, inteligente, con talento, que conoce los rudimentos del oficio y con cierta presencia mediática... ¿No te parece que estás infravalorado comercialmente? ¿Cuánto has vendido de tus libros? ¿Quién conoce a Alberto Olmos? En un hipotético ránking de escritores patrios podrías ser el ¿200 ó 300...? ¿no crees que has tenido también mala suerte?
    No sé, me parece que Félix Palma, Rafael Reig, Fernando Marías, Menéndez Salmón, Cristina Cerrada, Vicente Luis Mora, Nocilla Man (no recuerdo ahora el nombre), Javier Cercas etc... son más conocidos y más vendidos que tú y sin embargo están a años luz como escritores.

    ¿No, tronco?

    David

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  32. No sé, David. Tampoco es que yo me esfuerce mucho en esa dirección...

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  33. Creo que a todos nos ha encantado leer este post. Regálanos otro del estilo. Por ejemplo tu relación con Anagrama. Sabemos cómo llegaste pero no cómo te fuiste.
    Ojalá te animes,
    Heliogábalo.

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  34. De Anagrama se va uno como de una fiesta en la que has dejado de hacer gracia: todavía borracho pero sintiendo ya la humillación del ninguneado. Vamos, digo yo...
    Bah, en todo caso las fiestas siempre se equivocan!

    Pedro, para el caso.

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  35. ¿Cómo se vana equivocar las fiestas, hombre? Las guapas nunca están solas... ¡Ni por equivocación!

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  36. t.bernhard se parece mucho mucho a james gandolfini en esa foto.

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  37. Hola Alberto,

    ¿Te vamos a poder ver en la feria del libro de Madrid? ¿Qué día?

    M.

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  38. Anda, Alberto, cuéntanos cómo Andrés Barba(es muy malo, como escritor, digo) se convirtió en el niño mimado de Anagrama, y no tú (que parecías la gran esperanza de provincias).

    Cansino.

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  39. Disculpen la demora en aprobar los comentarios.

    Iré a un acto colectivo en la Feria del libro, en el que espero alcanzar la dicha de la invisibilidad, aparte de marcharme pronto.

    Poco más.

    El afecto de un editor o un sello por un autor tiene muchas variables, entre las que se cuenta como es lógico el aprecio particular por un modo de escribir. Otras explicaciones a tu pregunta entrarían ya dentro de la especulación gratuita.

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  40. Ya, pero es que Andrés Barba es un plomo. ¿Eso es lo que le gusta a Anagrama o Herralde?

    A mí Bernhard se me parece a Javier Marías!

    Cansino.

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  41. Si bien lo miras, ¿qué escritor joven español ha llegado a tener éxito de lectores en Anagrama? Yo no recurdo ninguno.

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  42. Coño, cuanta gente.

    Me gusta cuando escribes de buen humor. Es verdad que anima. :)

    Besos.

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